Gregor soltó una carcajada seca, sin un rastro de humor. Al llegar a la cocina, divisó a su nana y, sin miramientos, empujó a Elyria hacia ella.—Nana, encárgate de que esta humana no ande de floja. Vigila que no le sirva a su princesa. Si lo hace, avísame. La castigaré.Dicho esto, se marchó sin voltear atrás. Elyria intentó seguirlo, pero dos lobas se interpusieron en su camino.—Ya escuchaste al alfa —dijo una de ellas con una sonrisa ladina—. Debes empezar a trabajar.—Lo sentimos —agregó la otra con fingida pena—, pero las órdenes del alfa se cumplen aquí.Elyria sintió la indignación morderle el orgullo.—¡Cómo se atreven! ¡Están insultando a la princesa!Las lobas estallaron en carcajadas.—Humana que te quede claro que tu princesa aquí no es nadie. Solo obedecemos a nuestro alfa.Elyria respiró hondo, conteniendo las ganas de golpearlas. Sabía que, en ese momento, eran más fuertes que ella. Pero su furia no cedía.—Llamaré a mi padre, el alfa supremo, y exigiré que sean encerr
Cuando Gregor dejó a Elyria sobre un sillón, ella miró a su alrededor, notando que estaban solos. Frunció el ceño, insegura. No sabía cómo interpretar la situación, pero ese alfa había sido todo menos amable con ella. Sin embargo, cuando Gregor se agachó a su lado y empezó a retirar las tiritas adhesivas de sus dedos con cuidado, la sorpresa la dejó sin palabras. Pero lo que realmente la dejó aún más atónita fue verlo usar su poder de sanación en ella. Pues los alfas eran recelosos con usar ese poder en una simple humana, como suponía que él la consideraba.—¿Tú me tratas bien ahora y luego me vuelves a tirar a la cocina? —protestó con un puchero infantil.Gregor alzó la mirada y, para su asombro, sonrió con diversión.—¿Qué esperas al hacer esto? —exigió ella, sin apartar las manos. En cambio, llevó sus dedos al cuello de Gregor, trazando su piel con una suavidad que él no ignoró.Pero Gregor no hizo ningún gesto, ni de incomodidad, ni de placer.—Solo quiero demostrarte que yo cui
Elyria la miró fijamente por unos segundos antes de echarse a reír con desdén.—¿De verdad crees que soy tan estúpida? —espetó, inclinándose sobre ella—. Vamos, Mairen, a mí no me engañas. Sé perfectamente lo que buscas.La expresión de Mairen se tensó. Su teatro había fallado. Se puso de pie y adoptó una postura desafiante.—¿Y qué harás entonces? ¿Llamarás a tu papito para que te rescate? —se burló—. Porque eso es lo que hacen las niñas inmaduras como tú, las que han sido consentidas toda su vida y no saben resolver sus problemas. Es precisamente por eso que Gregor te desprecia como princesa.Elyria sintió la rabia escalarle por la columna, pero mantuvo el rostro impasible.—Calla —gruñó entre dientes—. Sabes que, si le digo a mi padre que no has hecho bien tu trabajo, no obtendrás el territorio que te prometieron.Mairen se encogió de hombros con indiferencia.—Ya no me interesa un nuevo territorio —dijo con una sonrisa ladina—. Ya tengo uno.Señaló a su alrededor con un gesto ampl
Gregor tenía a Elyria atrapada por la nuca, enredando los dedos en su piel con una firmeza que bordeaba lo posesivo. Ella, aunque incómoda por estar sujeta de ese modo, lejos de resistirse, sonreía fascinada porque había algo adictivo en provocarlo, y en sentir el filo de su autocontrol tambalearse. Gregor bajó la mirada a sus labios, tentado, atrapado en la trampa que sin darse cuenta ella había tejido.Pero justo cuando estaba a punto de sucumbir a sus instintos y besarla, un sonido cortante rompió la tensión.—Mi alfa…Elyria apretó los molares al reconocer la voz fastidiosa de Mairen. La irritación destelló en sus ojos mientras Gregor se giraba con lentitud.—Siento mucho que te hayas encontrado con mi sirvienta en mi lugar —continuó Mairen, con una sonrisa venenosa, evaluándolos con ojos posesivos.Gregor la fulminó, y un solo movimiento suyo bastó para que Mairen bajara la vista, nerviosa. Maldiciendo internamente. No podía dejar que Elyria la superara, no ella, no a una lo
Gregor la observó con una expresión tan letal que Mairen sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Pero cuando él soltó una risa seca, sin una pizca de gracia, su desconcierto se mezcló con irritación. Gregor era un enigma imposible de descifrar, y eso la enfurecía.—Supongo que esta propuesta desesperada se debe a que, después de rechazar a tantos alfas y elegirme a mí, es vergonzoso para ti, volver a la manada de tu papi como la loba descartada —soltó Gregor con desdén.—No es así —. Se defendió, pero Gregor movió la cabeza para los lados.—Sin importar lo que digas, sé qué eres capaz de recurrir a cualquier artimaña con tal de no aceptar una derrota— agregó antes de chasquear la lengua.—¡Te equivocas! —gritó ella con frustración al sentir que no tenía cómo defenderse.—No me equivoco. Te molesta que tu orgullo de princesa, esté siendo pisoteado por este simple alfa. Y lo mismo pasó cuando me escogiste. Lo hiciste porque fui el único que jamás se arrastró por tu mano.La Mairen
Elyria se estiró sobre el diván junto a la cama, suspirando con autosatisfacciónCerró los ojos un instante, saboreando el recuerdo de cómo Gregor la había mirado y en cómo estuvo a punto de besarla. «¡Ya casi lo tengo!», pensó segura de que en cualquier momento, caería rendido ante sus encantos, y cuando eso pasara, lo celebraría como niña emocionada. ¡Lo estaba logrando! Para alguien como ella, inexperta en la seducción, conseguir más avances que esa loba desgraciada que intentaba competir con ella era una victoria aplastante.Suponía que nadie la molestaría, al menos no en ese momento, ya que Mairen tenía mucho que explicarle a Gregor, y también tenía demasiado que demostrar. Por lo que no le quedaría tiempo ni energías para fastidiarla. —Gracias al cielo, hoy no volveré a ese infierno llamado cocina… —murmuró para sí con deleite.Frunció los labios con disgusto. Aun si no hubiera nacido princesa, pensaba que la cocina era un lugar horrendo y que sería un castigo. No entendía có
A la hora del almuerzo, el ambiente en la manada se volvió tenso cuando anunciaron la llegada de la familia de Gregor. La cocina parecía un hervidero de actividad frenética; y las lobas, que no perdían oportunidad para molestar a Elyria, no dejaban de susurrar entre ellas sobre la importancia de hacer un trabajo impecable. Ya que la madre de Gregor era conocida por ser exigente y despiadada con los errores.—Y no olviden, que no debemos ofender a la princesa. Se dice que su poder es capaz de explotar nuestros órganos. Me aterra la idea de hacerla enojar — susurró una, causando que Elyria se cubriera la boca para no dejar salir sus carcajadas. Las lobas la miraron con desprecio y continuaron en lo suyo, ignorando a Elyria.Quien intentó mantenerse al margen, pero no tuvo opción, cuando la nana le indicó que tenía que ir al comedor y desempeñar su papel de sirvienta. —Mi niña, pronto te acostumbrarás — le dijo la loba nana de Gregor con amabilidad, a la vez que le acariciaba la cabe
—Elyria Shandra —respondió ella, manteniendo la compostura.Lynn entrecerró los ojos, analizándola con detenimiento. Su loba interior se mantenía en absoluto silencio, sin detectar en Elyria ni un ápice de poder, ni una sola esencia lobuna. Frunció el ceño, considerando que era imposible que esa muchacha fuera la princesa. Si acaso, debía de estar delirando o, peor aún, jugando con los nombres equivocados.«Debe tener problemas mentales». —Creo que la verdadera princesa se llama Elairen… ¿Tanto ansías ser la princesa que incluso has elegido un nombre similar al suyo? Las palabras de Lynn apenas se disiparon en el aire cuando Mairen, que hasta el momento se había mantenido observando con astucia, sonrió con falsa dulzura y dio un paso adelante.—Señora, suelen decirme Emy, pero no me gusta ese nombre. Prefiero que me llamen Mairen Shandra —soltó con una calculada tranquilidad.Elyria la miró de inmediato, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. ¡Emy! Es el nombre de su lob