—Elyria Shandra —respondió ella, manteniendo la compostura.Lynn entrecerró los ojos, analizándola con detenimiento. Su loba interior se mantenía en absoluto silencio, sin detectar en Elyria ni un ápice de poder, ni una sola esencia lobuna. Frunció el ceño, considerando que era imposible que esa muchacha fuera la princesa. Si acaso, debía de estar delirando o, peor aún, jugando con los nombres equivocados.«Debe tener problemas mentales». —Creo que la verdadera princesa se llama Elairen… ¿Tanto ansías ser la princesa que incluso has elegido un nombre similar al suyo? Las palabras de Lynn apenas se disiparon en el aire cuando Mairen, que hasta el momento se había mantenido observando con astucia, sonrió con falsa dulzura y dio un paso adelante.—Señora, suelen decirme Emy, pero no me gusta ese nombre. Prefiero que me llamen Mairen Shandra —soltó con una calculada tranquilidad.Elyria la miró de inmediato, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. ¡Emy! Es el nombre de su lob
La risa burlona de Mairen retumbaba en la alcoba, y se clavaba en los oídos de Elyria como un alfiler caliente. Con los brazos cruzados y los molares apretados hasta doler, Elyria la miraba con enojo. Quería callarla de una bofetada, hundirle los dedos en la piel hasta arrancarle esa sonrisa maldita, pero sabía que físicamente tenía las de perder.Sin su fuerza lobuna activa, no era más que una mosca frente a Mairen.La humillación le ardía como fuego en el pecho. Aún sentía el escozor de la bofetada que le había dado la madre de Gregor y la impotencia la consumía. Su lado más salvaje, ese instinto primario que exigía sumisión y obediencia, rugía dentro de ella, exigiendo que hiciera valer su posición. Quería que todos supieran quién tenía realmente el poder allí, quién debía ser respetada.Pero no podía descargar su rabia contra la mujer. Puesto que la educación que le habían inculcado le impedía desquitarse con sus mayores, sin importar lo inferiores que fueran en la jerarquía.—
Los lobos que tenían atrapadas tanto a Mairen como a Elyria, les costaba mantener el control. Puesto que Mairen forcejeaba con ellos, logrando zafarse constantemente y golpeándolos con todas sus fuerzas. Sin embargo, eran más, y cada vez que lograba liberarse, la sometían nuevamente.—¡En realidad, la princesa es esa mujer que ustedes creen humana! —gritó Mairen desesperada, señalando con brusquedad a Elyria—. ¡Esos brazaletes ocultan sus poderes!Elyria sonrió con una serenidad calculada, aunque por dentro hervía de furia. «Maldita… dice que debo seguir la regla de mi padre y no hablar de los brazaletes, pero ella lo suelta a la primera oportunidad» Quiso fulminarla con la mirada, pero apenas podía distinguir su silueta en la oscuridad.—Señorita, por favor, deje de hacerme el blanco de sus males —dijo Elyria con voz lastimera—. Yo solo soy un humilde sirviente del alfa Gregor…Mairen la miró con un odio visceral.—¡No se dejen engañar! —insistió con desesperación—. Aunque parezca
Las puertas de la cabaña del alfa Gregor se abrieron de golpe, sacudidas por la fuerza brutal con la que Mairen irrumpió en el interior. Su respiración era pesada, sus ojos chisporroteaban de cólera y sus manos temblaban por el susto vivido. Sin dudarlo, tomó uno de los objetos decorativos de la sala y lo estampó contra la pared con un estruendo seco que hizo retumbar la habitación.—¡Gregor! —bramó con un grito que parecía un rugido—. ¡Déjate de juegos y dame la cara, maldito!En la oficina contigua, Gregor estaba en medio de una llamada con su abogado, tratando de encontrar una solución al problema que Ronald le había puesto en bandeja de plata, y levantó la cabeza al escuchar su nombre vociferado con tal ira que lo obligó a fruncir el ceño.Maldijo internamente y se pasó la mano por el rostro con exasperación.—Mierda...Ewan, su beta, también lo había escuchado y cruzó una mirada con él. Sin decir nada, ambos se levantaron de inmediato y se dirigieron hacia el salón. Lo que enco
Elyria respiraba agitada y furiosa, sus manos temblaban por la rabia contenida mientras esperaba una respuesta de Gregor. Pero él solo la contemplaba, con esos ojos dorados encendidos por su lobo interno, los cuales tenían un brillo salvaje que parecía devorarla entera.—Sabes que tengo razón —su voz tembló de indignación—. La primera vez que me rescataste en el bosque, pensé que eras diferente… Creí que valorabas todas las vidas, sin importar si éramos humanos o seres sobrenaturales, pero me equivoqué.Gregor cerró los puños, pero no dijo nada.—Esto es lo que necesitaba para dejar de aferrarme a falsas ilusiones, para que deje de idealizarte —murmuró Elyria con una tristeza desgarradora—. Es momento de que vuelva a mi hogar.Dio media vuelta con la intención de alejarse, mientras se decía que nada la iba a detener, que iba a empacar para largarse de esa manada, pero no alcanzó a dar ni dos pasos cuando una mano fuerte la atrapó de la muñeca y la jaló con fuerza.Elyria apenas tuvo t
20 minutos antes.El sol apenas comenzaba a filtrarse por las altas ventanas cuando Mairen despertó con una sonrisa de satisfacción en su rostro. No podía recordar la última vez que había estado de tan buen humor. La idea de que Elyria estuviera muerta le llenaba de un placer indescriptible, casi embriagador.«Por fin… por fin me deshice de esa princesa insignificante», susurró para sí misma, estirándose perezosamente sobre las suaves sábanas de seda.Se giró con aire despreocupado, aferrándose a las colchas con un ronroneo de satisfacción, como un gato que acababa de adueñarse del mejor rincón de la casa.—Ya me encargaré de llamar al alfa supremo para darle la mala noticia —murmuró con una sonrisa pérfida—. Tendré que inventar una historia muy convincente… algo que suene creíble, y trágico…—¡Oh, señor! ¡Fue un accidente terrible! ¡Pobre Elyria! Hice todo lo posible por protegerla, pero fui una guardiana terrible, no la cuidé como debía… La carcajada desquiciada que escapó de sus
Minutos después:El olor a madera vieja y humedad impregnaba la cabaña, mezclándose con el leve aroma metálico de la sangre. Elyria estaba atada a un poste de madera, con las muñecas enrojecidas por la fricción de las cuerdas. Intentó concentrarse, forzando su cuerpo a canalizar el poder que los brazaletes contensores no retenían del todo, pero nada sucedió. La impotencia la consumía.Un golpe le hizo ladear el rostro. Luego otro. No eran golpes para matarla, pero sí lo suficientemente fuertes para hacerle arder la piel. Sus ojos brillaban con una furia oscura mientras los dos lobos la miraban con indiferencia.—Golpear a un humano es como jugar con arcilla… son tan frágiles. No es agradable —murmuró uno de ellos, retrocediendo con una mueca de desagrado.Elyria escupió sangre al suelo, levantando la mirada con una sonrisa torcida. —Cobardes. Los mataré en cuanto pueda.— ¿Cómo piensas hacer eso? ¿Con un cuchillo de cocina? — se burló uno de ellos, provocando la risa de su compañe
Continuación:—¿Y a tu madre qué le harás? —susurró Elyria, inclinándose sobre el escritorio con una sonrisa que no alcanzaba a tocar sus ojos.Gregor la observó con el entrecejo fruncido.—¿A mi madre…?— preguntó, sin comprender a qué se refería Elyria. —Sí. A ella —Elyria ladeó la cabeza—. Porque hace poco hizo que unos lobos me golpearan. ¿No deberías castigarla?Gregor apoyó ambas manos en el escritorio, con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos por furia.—Pero yo no te veo golpeada.Elyria dejó escapar una risa seca, casi burlona.—Obviamente no. Después de que me torturaron, Mairen usó su poder de sanación —explicó ella, cruzándose de brazos—. Pero eso no borra lo que pasó.Gregor agudizó su olfato, buscando cualquier rastro que confirmara su declaración. Y ahí estaba… la esencia de Mairen impregnada en su piel. Un fuego denso y sofocante que no podía controlar, ardió en su pecho. Se irguió lentamente, mientras su mirada se tornaba oscura, y letal.—¿Te golpearo