Minutos después:El olor a madera vieja y humedad impregnaba la cabaña, mezclándose con el leve aroma metálico de la sangre. Elyria estaba atada a un poste de madera, con las muñecas enrojecidas por la fricción de las cuerdas. Intentó concentrarse, forzando su cuerpo a canalizar el poder que los brazaletes contensores no retenían del todo, pero nada sucedió. La impotencia la consumía.Un golpe le hizo ladear el rostro. Luego otro. No eran golpes para matarla, pero sí lo suficientemente fuertes para hacerle arder la piel. Sus ojos brillaban con una furia oscura mientras los dos lobos la miraban con indiferencia.—Golpear a un humano es como jugar con arcilla… son tan frágiles. No es agradable —murmuró uno de ellos, retrocediendo con una mueca de desagrado.Elyria escupió sangre al suelo, levantando la mirada con una sonrisa torcida. —Cobardes. Los mataré en cuanto pueda.— ¿Cómo piensas hacer eso? ¿Con un cuchillo de cocina? — se burló uno de ellos, provocando la risa de su compañe
Continuación:—¿Y a tu madre qué le harás? —susurró Elyria, inclinándose sobre el escritorio con una sonrisa que no alcanzaba a tocar sus ojos.Gregor la observó con el entrecejo fruncido.—¿A mi madre…?— preguntó, sin comprender a qué se refería Elyria. —Sí. A ella —Elyria ladeó la cabeza—. Porque hace poco hizo que unos lobos me golpearan. ¿No deberías castigarla?Gregor apoyó ambas manos en el escritorio, con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos por furia.—Pero yo no te veo golpeada.Elyria dejó escapar una risa seca, casi burlona.—Obviamente no. Después de que me torturaron, Mairen usó su poder de sanación —explicó ella, cruzándose de brazos—. Pero eso no borra lo que pasó.Gregor agudizó su olfato, buscando cualquier rastro que confirmara su declaración. Y ahí estaba… la esencia de Mairen impregnada en su piel. Un fuego denso y sofocante que no podía controlar, ardió en su pecho. Se irguió lentamente, mientras su mirada se tornaba oscura, y letal.—¿Te golpearo
A pesar de que habían pasado horas desde el incidente, Mairen seguía ardiendo de furia.La rabia le carcomía el pecho como un fuego inextinguible, avivándose con cada recuerdo de como Gregor la había pisoteado por culpa de la princesa. Y su impotencia era tan grande que más de la mitad de la ropa de Elyria yacía hecha trizas en el suelo, reducida a jirones irreconocibles.Unos golpes en la puerta la interrumpieron. Con un último resoplido, dejó caer las tijeras a un lado.Entrecerró los ojos y avanzó con paso firme, convencida de que Elyria estaba allí para echarla una vez más, para restregarle en la cara que aquella era su habitación y que no tenía cabida en ella.Pero al abrir la puerta y encontrarse con una sirvienta, su expresión se suavizó apenas. Aun así, no se molestó en reprimir una mueca de desprecio mientras se apoyaba contra el marco, observando a la mujer con desdén y aburrimiento.«Supongo que esa princesa inútil ya no vendrá a imponer su presencia… Seguro que ahora está
Elyria, que había intentado salir de la manada para buscar su teléfono en el bosque, regresó derrotada, sintiendo la frustración arder en su pecho como un fuego sofocante, ya que los lobos que custodiaban la barrera se lo impidieron.Pues resulta que Gregor había dado órdenes tajantes de no permitirle salir bajo ninguna circunstancia.—¿Qué le pasa a ese idiota?Cada músculo de su cuerpo temblaba de furia mientras avanzaba a grandes zancadas hacia la oficina de Gregor.Al llegar, intentó abrir la puerta de golpe, pero antes de que su mano siquiera tocara el picaporte, Ewan se interpuso en su camino.La miró con su eterna expresión de calma pétrea, pero con sus ojos de color amarillo profundo, fijos en los de ella.—El alfa no quiere recibirte ahora. Dijo que más tarde irá por ti.Elyria soltó una risa seca.—¡Esto es ridículo! ¡Hace horas me defendió como una madre a su cachorro, y ahora no solo me pone límites, sino que dice no querer verme! —gruñó, intentando empujarlo, pero el beta
La voz de la loba de Elyria resonó en su mente como si apenas fuera un susurro entre la bruma de su conciencia.Pero antes de que pudiera entender el mensaje, un dolor lacerante la arrancó de su conexión. Las runas de las pulseras brillaron con un resplandor incandescente, consumiendo la energía de Elyria y cerrando brutalmente la puerta a su loba. Sintió como si le arrancaran el alma. Un vacío frío y cruel se instaló en su pecho, sofocándola, dejándola sin aliento.—¡Emy! ¡No, no te vayas! —gritó con desesperación, y con voz quebrada mientras caía de rodillas.Durante su sufrimiento, Elyria no observó que Mairen se había recuperado, aunque se encontraba apoyada en la pared, y jadeaba, con el ojo izquierdo inservible, teñido de un color opaco y muerto, no pretendía quedarse sin hacer nada.Mairen sabiendo que enfrentar a Elyria era un acto tonto, decidió usar su as bajo la manga.«Mediré el poder y fuerza de esta desgraciada con mi ratón de prueba, haré que la debilite y luego le ar
Una ráfaga de poder recorrió la zona.Gregor se quedó inmóvil, sintiendo como un aroma dulce, embriagador e inconfundible, lo golpeó con una intensidad arrolladora. Y su lobo se removió en su pecho con una fuerza abrumadora, al reconocer que era de su luna."Al fin la encontramos", gritó Gregor a través del vínculo mental con su lobo, quien aulló emocionado alzando el morro para olfatear como el aroma lo envolvía, pero estaba disperso en todas direcciones, como si el viento lo trajera y lo llevara caprichosamente.Su mandíbula se tensó, sus sentidos estaban en alerta, mientras se preguntaba. ¿Estaba dentro de la manada… o fuera?El aroma desapareció tan rápido como llegó, dejando un vacío insoportable en su pecho.Gregor volvió a ponerse la ropa con movimientos bruscos. Ya no le importaba nada más.Sin embargo, todo era confuso porque a la vez su lobo rugía dentro de él con una necesidad primitiva. “Elyria”Su lógica y su sentido de deber hacia la manada quedaron relegados a un segun
El cuerpo de Elyria temblaba entre los brazos de Gregor, y su respiración entrecortada chocaba contra su cuello.—Gracias… gracias por salvarme otra vez… Gregor la sostenía con su mandíbula apretada, y escuchando a su lobo rugir en su interior con una furia incontenible. La calidez del cuerpo de Elyria apenas lograba aplacar el hielo que sentía al recordar la visión de Glen sobre ella, su contacto, su cercanía. No podía soportarlo. La llevó hasta el baño y, sin decir una palabra, abrió la ducha. El agua fría cayó como una lluvia implacable sobre ambos. Elyria jadeó, sobresaltada por el repentino choque helado, levantando el rostro de su cuello con los ojos muy abiertos. —¿Qué…? —balbuceó, pero Gregor no le dio tiempo a reaccionar. La obligó a incorporarse, antes de recorrer todo su cuerpo, y cubrirlo con su gel de baño, frotando su piel con una intensidad casi obsesiva. Elyria sintió el temblor en los dedos de Gregor, la tensión en cada uno de sus movimientos. No era solo r
Elyria avanzaba por los pasillos con una sonrisa radiante, y con el cuerpo aún tembloroso por los recuerdos de la noche anterior. Había ganado. No había necesitado los dos meses de plazo para hacer que Gregor cayera rendido ante ella. Ya lo tenía. Lo había sentido en cada caricia, en cada beso hambriento que le robó el aliento, y en la manera en que su nombre escapó de sus labios en medio del éxtasis.Pero lo más sorprendente no fue la pasión, sino lo que ocurrió después.Esta vez, Gregor no la había dejado sola. No se había marchado en silencio antes del amanecer como la vez anterior. Se había despertado junto a ella.Todo iba saliendo a la perfección.La sensación de su beso matutino aún hormigueaba en su piel, y Elyria suspiró con satisfacción mientras caminaba. Sin embargo, algo le pareció extraño. Demasiado extraño.Los pasillos estaban silenciosos. Demasiado silenciosos. Siempre, a esa hora, las empleadas andaban de un lado a otro, limpiando, organizando, atendiendo cada míni