Una ráfaga de poder recorrió la zona.Gregor se quedó inmóvil, sintiendo como un aroma dulce, embriagador e inconfundible, lo golpeó con una intensidad arrolladora. Y su lobo se removió en su pecho con una fuerza abrumadora, al reconocer que era de su luna."Al fin la encontramos", gritó Gregor a través del vínculo mental con su lobo, quien aulló emocionado alzando el morro para olfatear como el aroma lo envolvía, pero estaba disperso en todas direcciones, como si el viento lo trajera y lo llevara caprichosamente.Su mandíbula se tensó, sus sentidos estaban en alerta, mientras se preguntaba. ¿Estaba dentro de la manada… o fuera?El aroma desapareció tan rápido como llegó, dejando un vacío insoportable en su pecho.Gregor volvió a ponerse la ropa con movimientos bruscos. Ya no le importaba nada más.Sin embargo, todo era confuso porque a la vez su lobo rugía dentro de él con una necesidad primitiva. “Elyria”Su lógica y su sentido de deber hacia la manada quedaron relegados a un segun
El cuerpo de Elyria temblaba entre los brazos de Gregor, y su respiración entrecortada chocaba contra su cuello.—Gracias… gracias por salvarme otra vez… Gregor la sostenía con su mandíbula apretada, y escuchando a su lobo rugir en su interior con una furia incontenible. La calidez del cuerpo de Elyria apenas lograba aplacar el hielo que sentía al recordar la visión de Glen sobre ella, su contacto, su cercanía. No podía soportarlo. La llevó hasta el baño y, sin decir una palabra, abrió la ducha. El agua fría cayó como una lluvia implacable sobre ambos. Elyria jadeó, sobresaltada por el repentino choque helado, levantando el rostro de su cuello con los ojos muy abiertos. —¿Qué…? —balbuceó, pero Gregor no le dio tiempo a reaccionar. La obligó a incorporarse, antes de recorrer todo su cuerpo, y cubrirlo con su gel de baño, frotando su piel con una intensidad casi obsesiva. Elyria sintió el temblor en los dedos de Gregor, la tensión en cada uno de sus movimientos. No era solo r
Elyria avanzaba por los pasillos con una sonrisa radiante, y con el cuerpo aún tembloroso por los recuerdos de la noche anterior. Había ganado. No había necesitado los dos meses de plazo para hacer que Gregor cayera rendido ante ella. Ya lo tenía. Lo había sentido en cada caricia, en cada beso hambriento que le robó el aliento, y en la manera en que su nombre escapó de sus labios en medio del éxtasis.Pero lo más sorprendente no fue la pasión, sino lo que ocurrió después.Esta vez, Gregor no la había dejado sola. No se había marchado en silencio antes del amanecer como la vez anterior. Se había despertado junto a ella.Todo iba saliendo a la perfección.La sensación de su beso matutino aún hormigueaba en su piel, y Elyria suspiró con satisfacción mientras caminaba. Sin embargo, algo le pareció extraño. Demasiado extraño.Los pasillos estaban silenciosos. Demasiado silenciosos. Siempre, a esa hora, las empleadas andaban de un lado a otro, limpiando, organizando, atendiendo cada míni
Dos días habían transcurrido y, aunque Gregor le había pedido a Elyria que durmiera en su habitación, no se había quedado con ella ni una sola noche. Se notaba distraído, ausente. Elyria apenas lo había visto en dos ocasiones, y en ambas ocasiones él se encerraba en su oficina con Ewan, saliendo solo para desaparecer fuera de la manada.Desde la ventana, Elyria observó cómo la nieve comenzaba a cubrir el paisaje con su manto blanco. Había algo en el aire, algo que la inquietaba. La manada entera parecía sumida en pensamientos sombríos, y la sensación de incertidumbre la envolvía como una sombra.—¿Qué rayos pasa aquí? —murmuró para sí misma, sintiendo la impaciencia escalar por su pecho. Una de las lobas que solían molestarla antes de que Gregor la tomara como suya llegó a buscarla, con su habitual aire de superioridad.—Debes bajar a cenar —anunció con frialdad.Elyria no se molestó en responderle, pero apenas puso un pie en el comedor. La voz venenosa de Mairen la recibió con una
—Solo te daré unos días —le había dicho Elyria a Gregor como un ultimátum. Sin embargo, el estrépito de una taza de café estrellándose contra el suelo y haciéndose añicos provocó que Gregor y Elyria giraran las cabezas justo cuando la puerta se abrió de golpe, revelando a Lynn con el rostro contorsionado por la furia. —¡Humana pretenciosa! ¿Cómo te atreves a reclamar el puesto de Luna? —espetó centelleando de odio. Sin vacilar, avanzó a zancadas, pisoteando la bandeja y los cristales rotos como si no los sintiera.Sin que Gregor pudiera anticiparlo, Lynn dejó salir sus garras y, con un movimiento felino, rasguñó la mejilla de Elyria. La piel se abrió al instante y un delgado hilo de sangre descendió por su rostro. Un gruñido retumbó en la habitación y Gregor, en un salto, se interpuso entre ambas, cubriendo la herida de Elyria con su mano.—¡Ya basta, madre! —rugió Gregor con tal intensidad que la cabaña pareció estremecerse desde sus cimientos.—¡Primero muerta aceptaré que tom
Gregor giró lentamente la cabeza.—Creo que ya lo pensé lo suficiente. Mi instinto lobuno me arrastra hacia ella; nunca antes había sentido algo así. Y mi lobo nunca se ha equivocado.Ewan apretó los dientes. Sabía que discutir con su alfa en ese estado era peligroso, pero no podía callar.—Estás actuando impulsivamente. Ya está nevando, no tenemos manera de conseguir los suministros sin el apoyo de la princesa. Si eliges a la humana ahora, Mairen nos abandonará.Gregor colocó una de sus manos, aún convertida en garras, sobre el hombro de su beta.—Piensa en esto, Ewan… algo no cuadra aquí. Si esa princesa realmente quisiera ayudar, si en verdad tuviera los recursos que dice, habría sacado su tarjeta bancaria desde el primer momento en que mi madre pidió ayuda. Pero no lo hizo. Su vacilación me dice que no tiene dinero.Ewan se quedó paralizado, y mientras sus pensamientos chocaban unos con otros. Observó a Gregor alejarse, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.—Estamos arruina
Gregor se incorporó de golpe, con la expresión tan endurecida como el acero. Sus ojos dorados centellearon con fiereza mientras apretaba los puños.—Gregor… —murmuró Elyria, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.El alfa no respondió de inmediato, pues su mente todavía seguía conectada con la de su guerrero.—¿Qué ocurre? —preguntó con voz grave a través del enlace mental.Pero la respuesta que recibió hizo que un rugido de ira se formara en su garganta.—Debí imaginar que ese desgraciado se aprovecharía de nuestras desventajas… —gruñó Gregor, y Elyria no necesitó más para entender que hablaba de Ronald.Los ojos de Gregor se tornaron feroces cuando se giró hacia la puerta.—Lo siento, Elyria. Debo irme —anunció, esperando que ella se quedara.Pero para su sorpresa, Elyria no asintió ni vaciló. Sin decir palabra, comenzó a seguirlo.—Debes esperarme, ¡es peligroso!—le ordenó Gregor, girándose para mirarla con severidad.—No —respondió ella con firmeza, sin detenerse—. Algo me
En la sala de estar de la cabaña de Gregor, el ambiente estaba cargado de tensión. Algunos lobos se encontraban reunidos dentro, de pie o recostados contra las paredes de madera, mientras otros aguardaban fuera, agitados, esperando una respuesta definitiva de su alfa.La incertidumbre los consumía. Estaban asustados, y desesperados. Ninguno quería enfrentarse a Ronald. A pesar de su orgullo, sabían reconocer una amenaza real… y el alfa enemigo no era uno cualquiera. Era brutal. Implacable e invencible, para una manada con tan poco poder militar. Enfrentarlo era casi una sentencia de muerte, y todos lo sabían.Elyria permanecía cerca del fuego, sentada, con las manos apretadas sobre su regazo. Tenía la mirada perdida, los ojos vidriosos y el alma rota. Seguía sin comprender cómo la diosa de la luna podía haberle hecho algo tan cruel: ¿cómo podía su alfa destinado ser Ronald? Ese monstruo… ese asesino, de todos los alfas que pedían su mano, él le parecía el más desagradable.—No lo qui