Entonces escuchó un sollozo apenas audible, como un animalito herido, que se contiene en la oscuridad.Ese quejido le atravesó el alma.Con un rugido, levantó la pierna y, de una sola patada, destrozó la puerta. Las bisagras crujieron, la madera estalló, y el eco del impacto retumbó por toda la cabaña.Allí estaba ella. Sentada en el borde de la bañera. Desnuda, envuelta solo en la toalla, con el rostro empapado en lágrimas, y con las mejillas encendidas por el llanto reprimido.Elyria alzó la cara hacia él. Su mirada era un océano de dolor y confusión. —Ahora comprendo... cuando mi madre me decía que mi infantilidad me iba a causar problemas… Gregor sintió cómo se le partía algo por dentro.Sin decir una palabra, se acercó a ella, la tomó entre sus brazos con la misma delicadeza con la que se carga una flor rota, y la llevó a la habitación. La sentó sobre la cama con cuidado, como si fuera de cristal, y se agachó delante de ella, aún con el pecho agitado por la rabia, y la impoten
Gregor la sacudía por los hombros, angustiado, casi al borde del colapso. —¡Elyria! ¡Mírame!— rugió con desesperación, al verle el rostro arrugado por el dolor, los labios pálidos y la respiración entrecortada.Sin pensarlo, alzó una mano, dejando que su poder de sanación se activara, y un brillo tenue cubrió su palma mientras la acercaba al pecho de Elyria.Pero antes de tocarla, ella comenzó a respirar agitadamente, tosiendo con fuerza. Se llevó una mano al pecho, temblorosa, mientras alzaba la otra, en un gesto débil pero claro de detenerlo.—C-calma… Estoy bien… —susurró entre jadeos—. Esto… esto es normal…Gregor frunció el ceño, confundido. —¿Qué demonios, te pasó? ¿Por qué mi sangre te causó dolor? La sangre de alfa no debería afectarte… Lo poco que sé es suficiente para entender que eso no es normal. Tu tía humana formó un vínculo con la manada del alfa supremo sin ningún rechazo… —dijo, refiriéndose a Teresa.Elyria asintió lentamente, aún presionando su pecho, aunque un
Ronald negó con la cabeza, girando lentamente hacia su beta con una mirada que quemaba como fuego oscuro.—La princesa está a su lado —gruñó—. Ella sola podría desmantelar toda nuestra manada si quisiera. ¿Y tú quieres provocar una guerra sin entender por qué está fingiendo ser una humana? ¡Saber que es mi luna no pareció importarle!Se puso de pie con lentitud, dejando que la tensión pesara en el aire como una niebla espesa.—No... primero debemos conocer bien sus intenciones. ¿Por qué ocultarse? ¿Por qué jugar a ser una humana? Hasta que sepamos qué busca, cualquier movimiento sería un suicidio.El beta tragó saliva, pero luego asintió con energía.—Pero... si es realmente ella, nuestra luna... —Se le iluminó el rostro con esperanza—. Si es la destinada para esta manada… ¿Qué hará para traerla? ¿Es verdaderamente nuestra luna?—Adivina —lo interrumpió Ronald con una sonrisa torcida, palmeando el hombro de su beta como si ya pudiera saborear el poder en sus manos.El beta se quedó al
Justo cuando Elyria entró a la cocina, agarrada al brazo de Gregor, dos sirvientas clavaron la mirada en la tobillera de su pie, como si fuera una marca de deshonra para la manada.La incredulidad primero, y el odio después, se reflejaron sin disimulo en sus rostros. Elyria lo sintió todo, como si las miradas fueran cuchillas afiladas recorriéndole la piel.Sin embargo, la vieja nana de Gregor, sonrió en cuanto los vio llegar.—Mi muchacho —murmuró con ternura, secándose las manos en su delantal—, no debiste venir hasta aquí. Yo habría podido llevarte la cena a tu habitación.Gregor se dejó caer con naturalidad en uno de los bancos de madera, arrastrando a Elyria con él para que se sentara sobre su regazo.—Nana, mi luna simbólica quiere comer curry picante —anunció, sin dejar de mirar a Elyria con esa expresión de orgullo posesivo que hacía que a las lobas presentes se les crisparan los músculos de la mandíbula.Elyria, sintiendo la tensión como una tormenta a punto de estallar, baj
Sin pensarlo dos veces, Gregor la lanzó con fuerza sobrenatural contra la mesa de roble donde compartía la cena con Elyria. La madera crujió y se hizo añicos bajo su cuerpo.Justo en ese instante, Ewan irrumpió en la cocina junto a dos guardias, alertado por el súbito cambio de energía de su alfa. Su mirada recorrió el lugar con rapidez, viendo a la loba retorciéndose entre los restos destrozados de la mesa, y a Gregor… atrapado en medio de una metamorfosis brutal.El cuerpo del alfa temblaba con espasmos violentos. Cada crujido de sus huesos resonaba en la habitación como una amenaza primitiva. La piel se le estiraba, y los músculos se expandían como si fueran a desgarrarse, y sus ojos humanos se tornaban de un ámbar encendido, cargado de furia. No era una bestia, no todavía. Pero tampoco era ya humano.—Luna simbólica, será mejor que salgas de aquí —advirtió Ewan a Elyria, retrocediendo un paso, con la mano lista para defenderla—. Está en plena metamorfosis…—¿Por qué tengo que sal
Mientras la luz matinal se colaba tímidamente entre las cortinas, acariciando sus cuerpos entrelazados sobre la cama. Elyria se acurrucaba más en el pecho desnudo de Gregor. Abrió los ojos con suavidad, encontrándose con la intensa mirada de él, que ya la estaba observando como si no hubiera dormido.—¿Cuánto tiempo llevas mirándome así? —preguntó en un susurro adormilado.—El suficiente para saber que podría quedarme así toda la vida —respondió él, con una sonrisa torcida.Elyria soltó una pequeña risa nerviosa y, de inmediato, llevó las manos a su cabello revuelto, intentando peinarse con desesperación.—¡Debo verme espantosa! —protestó, girándose hacia el borde de la cama—. Necesito ir al baño. Gregor la atrapó entre sus brazos antes de que pudiera escapar.—No tan rápido —murmuró, apretándola contra su pecho.—¡Gregor, por favor! ¡Sólo será un minuto!—No puedo dejarte ir. Te necesito aquí… ahora mismo —susurró, antes de atacarla con cosquillas.Ambos rieron entre forcejeos suav
Elyria lo observaba en silencio, con el corazón en vilo, pero sin moverse de su lado. Pues presentía que él estaba a punto de arder… y que ella sería el único ancla que podía evitar que se consumiera.Elyria no podía creer lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible? ¿Cómo una loba tan precavida, tan inteligente, como Lynn, podía haber caído en manos del enemigo? No tenía sentido. Nada tenía sentido.Los lobos que Ewan había enviado a buscarla regresaron casi de inmediato, con los rostros tensos y la mirada baja. Uno de ellos se adelantó, tembloroso, y habló:—Alfa... su madre… Lynn no volvió. Salió a correr anoche y no regresó. La loba que iba con ella… comentó que Lynn le pidió irse sola. Un silencio gélido se apoderó de la sala. Gregor estaba de espaldas, con los puños cerrados. Elyria podía ver cómo se tensaban sus hombros, cómo respiraba con dificultad. De pronto, sin previo aviso, giró y golpeó la pared detrás de él con el puño, haciendo retumbar toda la estructura.—¡Maldita
Elyria había mantenido los ojos cerrados, esperando el impacto brutal de las fauces del lobo de Gregor. Su respiración era entrecortada, temblaba, pero… nada sucedió. No sintió el más mínimo roce. Tardó unos segundos en atreverse a abrir los ojos, y cuando lo hizo, el enorme lobo de Gregor no estaba abalanzado sobre ella, ni siquiera la amenazaba. Estaba echado a su lado, con su pelaje cubierto por la nieve que seguía cayendo sin tregua. Aunque resollaba con fuerza y la rabia todavía ardía en su mirada dorada, su postura había cambiado. Lentamente, estiró una de sus patas hacia Elyria, en una clara invitación.Ella parpadeó, incrédula. Su amenaza de marcharse… ¿había funcionado? ¿Había logrado, de alguna manera, influir en el lobo de Gregor? Su corazón dio un vuelco. Sin pensarlo más, subió a su lomo, ignorando las miradas atónitas que los rodeaban.En cuestión de minutos, cruzaron el bosque hasta un claro donde, Ronald tenía a Lynn sujetada brutalmente del cabello. Lynn se encontra