Capítulo 5
Allá por la noche, Juan regresó con Gabriel, quien ya estaba sin fiebre, pero se veía pálido y desanimado.

Juan aún me guardaba rencor por haberle abofeteado, por eso no me dirigió palabra.

Solo mi nuera me saludó y mi nieta corrió hacia mí y me llamó dulcemente.

—Abuela, no te separes del abuelo, quiero que seamos felices juntos como una familia.

Me soprprendió que le contaran estas cosas a la niña.

Acariciando suavemente sus suaves mejillas, le contesté con una sonrisa:

—Aunque me separe del abuelo, iré a verte a menudo.

Juan gruñó desde un lado.

Gabriel no pudo evitar apretar los dientes y preguntar: —¿Por qué insistes en el divorcio?

Mi nuera vio tal escena y se llevó la niña a su habitación.

Sin la niña presente, no tuve que preocuparme por hablar de ello:

—Ya que todos estamos aquí, hablemos del divorcio.

Gabriel tenía el ceño fruncido, probablemente incapaz de entender por qué me aferraba a esto; a sus ojos, él no había hecho nada incorrecto.

Mi hijo me increpó enfadado: —Mamá,
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