Reinicié mi vida a los sesenta años
Reinicié mi vida a los sesenta años
Por: Franco
Capítulo 1
Hoy era mi aniversario de boda con mi marido, Gabriel González, pero él siempre tenía algo que a hacer en esta fecha.

Nuestro matrimonio empezó desde hace más de 40 años, pero nunca se planeó pasar un día romántico conmigo en este día tan especial.

Después de desayunar, estuve fregando el suelo, cuando pasé por el estudio, vi una estantería desordenada.

Suspiré y dejé la fregona para entrar a recoger.

Cuando llegué a la parte de arriba, se cayó un libro, cuya gruesa y bellamente elaborada cubierta se estrelló contra mi frente, y enseguida me produjo un dolor fuerte.

Pasó un rato para que me diera cuenta de que no era un libro, sino un álbum de fotos de boda.

Solo aparecía una pareja, variando trajes y posando con cariño, se notaban las sonrisas felices en sus rostros.

Conocía al novio mejor que nadie, era Gabriel, pero yo no era la novia.

Me cubrí la herida, la cabeza me daba vueltas y por un momento no supe si me dolía el corazón o dónde.

La última foto de ambos fue tomada el de día hoy del año pasado, tenían pinta de una joven pareja enamorada aun teniendo tantas canas.

La foto también llevaba el mensaje escrito por Gabriel.

Con una caligrafía impecable se notaba su dedicación al escribir: “Mi amor para siempre”.

Si se observaba con detenimiento, debajo de cada foto ponía su fecha.

De los cuarenta a los sesenta, de la madurez hasta la vejez, sorprendentemente, no faltaba ni un año de esos veinte años.

Qué risas, mi marido, quien dejaba tirada a su mujer todos los años en su aniversario de boda, estaba haciéndose una sesión nupcial con su ex.

¿Podía algo ser más ridículo que esto?

Cerré el álbum con temblor, recordando la actitud de Gabriel antes de marcharse anoche.

Decía que nuestro hijo, Juan Gónzalez, tenía un viaje de negocios al extranjero, pero que su intérprete le falló, por lo que tenía que ir a ayudarle.

En ese momento me pareció razonable, porque era profesor de inglés antes de jubilarse.

Sin embargo, cuando le dije que tenía ganas de visitar el extranjero, al instante cambió su expresión a disgusto y me reprendió: —Juan va por trabajo, tú no sabes inglés, ¿ qué pintas allí? Solo serás una carga.

Me humilló con esas palabras, pero tampoco se equivocaba.

Ahora que lo pensaba, Juan tenía mucho respeto hacia Gabriel, así que ¿cómo no iba a venir a casa a recogerlo personalmente si iban a ir juntos?

Inmediatamente saqué el celular y llamé a mi hijo para confirmarlo.

—Hijo, tu padre me ha dicho que se ha ido al extranjero contigo, me preocupa su salud, ¿cómo van las cosas por allí?

Se hizo el silencio un momento, luego respondió como si no hubiera pasado nada:

—Todo bien, no parece que papá tenga sesenta años, ¡está en plena forma!

Juan estaba mintiendo para cubrir a su padre.

Al darme cuenta de esto, mi corazón se enfrió al instante y colgué sin decir nada más, con las lágrimas cayendo.

Era triste que incluso mi propio hijo se había unido a él para engañarme.

...

Gabriel se hacía la sesión nupcial todos los años en el mismo estudio fotográfico.

Tomé un taxi hasta ese estudio fotográfico.

Tras tantos años de matrimonio, quizá la única forma de que me decepcionara de él completamente fuera ver la brutal verdad con mis propios ojos.

Cuando salí del coche, estaba un poco nublado, parecía que se avecinaba la lluvia.

Me acerqué con aprensión a la entrada de la tienda.

A través de la ventana, vi a Gabriel dentro sentado en el sofá con un esmoquin blanco.
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