No es una loba sumisa

Los gemidos salían de la boca de Priscila apenas cubierta por su mano. La estimulación de su cuerpo, más las feromonas, más el celo no la dejaba pensar. Cada zona done Layan tocaba, donde lamía, donde mordía era como si fuera una fibra nerviosa y eso hasta cierto punto la asustaba, pero estaba tan inmersa en el placer y en la necesidad de ser llenada que apenas podía percatarse de eso. 

Dos lágrimas corrieron por sus ojos y pronto fueron lamidas del costado de estos. Layan se alzó sobre ella soltando uno de sus pezones y le besó la frente.

-¿Por qué llora tan temprano mi loba?- él le volvió a morder la punta de la nariz y dejó un beso tierno en sus labios- Todavía no hemos entrado en la mejor parte- le sonrió en consuelo.

Priscila apenas podía pensar como para responderle aquello solo le correspondió el beso. Layan se separó después de dejarla agitada para desplazarse a sus pechos donde había dejado varias marcas de mordidas y besos. Los pezones los había deja

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