Dejándose llevar

El plan inicial era que él haría su loba volverse loca y follarla hasta que ella perdiera la cabeza por completo, no que ella le estuviera haciendo perder la cabeza a él. Layan tenía cada músculo de su cuerpo tenso y se marcaban en sus brazos y pechos las venas, su erección palpitaba tan dolorosa que juraba que estaba de un peligroso rojo y más grande que lo que él la recordaba, y la maldita de su loba solo seguía jugando con él. Llevándolo a la puerta de la locura para no dejarlo cruzar.

Los ojos de Layan picaban y sentía como el lobo dentro de él quería tomar el control y acabar con la loba debajo de él y enterrado hasta la base enseñarle quien mandaba. Pero no, esa noche Priscila era de él, solamente de él y no dejaría que nadie arruinara eso. Por lo que enrolló su brazo alrededor de la estrecha cintura de la loba presionándola

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