Capítulo 34

Hago un esfuerzo sobrehumano por meter aire en mis pulmones, pero el aroma a azufre es tan profundo que me raspa la garganta. Intento que mi cuerpo soporte todo el calor, acá podría decir que es el mismísimo infierno. Todo es dorado, todo brilla, todo es tan… Raro.

Monedas, copas, lámparas, ¿Son de oro? Si vendiera esto seguramente me haría rica. Tal vez podría llevarme algunas cosas antes de escapar con mi hermano. Lo único que no logro entender de este lugar es el endemoniado calor, está hirviendo aquí, ya estoy sudando y no llevo más de dos minutos. La distribución es parecida a la de mi habitación, pero es mucho más fresco que este horno.

Ahora que mis respiraciones no son jadeantes en exceso y estoy lo más calmada posible, una mano me extiende un gran vaso con agua, al mirar al dueño de la mano me encuentro con Xiwtekuhtli quien me mira fijamente con ese par de ojos dorados que me hacen marear.

—Bebe —dice en un tono que no deja lugar a negación—. Y hazlo rápido antes de que te
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