CAPÍTULO 2

En el área de festejos, el ambiente era totalmente agradable; la suave música era el acompañante perfecto para las pláticas que se estaban sosteniendo. El espacio destinado para la pasarela es transitado una y otra vez por las modelos que visten las piezas seleccionadas para la subasta. Mientras, en la parte de atrás, todo era una locura: las modelos iban de un lado a otro maquillándose y dando los últimos ajustes a los trajes antes de salir a escena. En medio de todo aquel torbellino de personas, Jenna dejó salir una maldición por lo bajo cuando la punta de la aguja se clavó en su dedo al momento de terminar de corregir el ruedo de su vestido, vestidos principales para la muestra.

— ¡Jenna! — Exclama una voz conocida detrás de ella. — ¿Dónde está Jenna?

— Aquí — responde mientras se coloca de pie y le indica a la modelo lo que debe hacer con respecto a su peinado. — ¿Puedes bajar la voz? — Pide mientras se pone de pie. — No garantizo que los de seguridad no intenten sacarte si formas un escándalo.

Dejando la aguja y el hilo sobre la mesa de trabajo, Jenna se acercó a su mejor amiga, misma que no dudó en abrazarla fuertemente cuando tiene a la pelinegra cerca de ella.

— Sí, como sea — responde quitando importancia a las palabras de Jenna. — No puedo creer que llegaras hace tres semanas y yo apenas me enteré esta mañana por los periódicos — es el reclamo de la pelirroja. — Dime, ¿eso te parece justo?

— Tal vez si estuvieras más tiempo en tu casa y menos tiempo de viaje, podría ser más fácil que te dejara mensajes informándote de donde me encuentro.

Separándose del abrazo, Jenna observa divertida cómo Rebecca niega a sus palabras para luego buscar algo con su mirada, conociendo a su amiga como lo hace, sabe muy bien lo que es.

— Antes de ponernos al día, ¿qué hay que hacer aquí para conseguir un trago?

Esa pregunta lleva a Jenna a negar, mientras en su mirada hay un claro rastro de diversión. Tomando los hombros de Rebecca, la gira y le señala hacia la salida del área de preparación.

— Estás en la zona equivocada de la fiesta — asegura mientras da unos pasos junto a ella. — Aquí solo encontrarás telas, maquillajes y productos del cabello. Pero te puedo asegurar que detrás de esa puerta, podrás conseguir todo el licor que quieras.

— ¿Me corres? — Girando su rostro para ver a Jenna, Rebecca pregunta aquello con un falso tono de voz ofendido.

— ¿Me crees capaz de hacerte algo así? — Pregunta con marcada diversión. — Solo digo que buscas licor en la zona equivocada de la fiesta.

— Tienes razón, pero ¿sabes por qué? — Girándose totalmente hacia su amiga, Rebecca coloca sus manos sobre los hombros de la pelinegra antes de volver a hablar. — Saldré, porque allí afuera está mi prospecto de futuro esposo.

Y sin decir nada más, Rebecca deja un beso en la mejilla de Jenna y procede a salir del backstage. Por su parte, Jenna no puede sino dejar una carcajada ante las palabras de Rebecca. Si ella no conociera a la pelirroja tan bien como lo hace, podría llegar a creer lo que aquellas palabras quieren dar a entender.

— ¿No se supone que se casó hace apenas 2 años? — Rob, el jefe de su equipo de maquillaje, se acerca a ella y hace la pregunta mientras le pasa una carpeta con documentos para que la pelinegra los firme.

— Sí — responde mientras da una rápida ojeada a los papeles antes de firmarlos. — Y se divorció hace tres meses.

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— Sigo sin entender por qué tu repentino interés en asistir al desfile — Dylan se encuentra cruzado de piernas mientras la limusina se abre paso por las calles de la ciudad. La invitación al desfile de caridad había sido enviada hacía ya tres meses, y en todo ese tiempo, Jocelyn en ningún momento se había mostrado interesada en asistir al evento. Tal vez es por ello que sigue sin comprender de dónde salió ese repentino interés de su esposa por asistir al desfile, incluso al momento que llegó a casa, esta ya se encontraba en el recibidor de la casa, totalmente lista y esperando por él.

— Es un acto de caridad — es la simple y vacía respuesta que sale de sus labios mientras observa por la ventana. — No veo por qué razón deberíamos quedarnos sin asistir.

— No es como si eso hubiese marcado una diferencia antes, o te hubiera siquiera importado.

Dylan no suele comparar a ninguna de sus exparejas. Él siempre ha sostenido que cada una de ellas le dio placer a su propia manera, pero si había algo en lo que compara a las dos únicas mujeres con las cuales llegó al altar, es precisamente en el rasgo humano. Jocelyn nunca ha mostrado un interés real por las obras de beneficencia o los círculos de ayuda tan propios de su clase, pero Jenna, ella era totalmente diferente. Tal vez porque esas obras fueron el refugio que encontró a los largos días sola, o porque realmente es el tipo de persona que se interesa por aquellos que la rodean más que por ella misma.

— Puede ser que, en esta oportunidad, tenga un interés aún mayor que el de simplemente ayudar a los más necesitados.

Jocelyn se había enterado del regreso de Jenna gracias a las viejas chismosas del Club. Esa mañana había agendado un masaje relajante, y lo único que obtuvo fue el incesante parloteo por parte de todas las presentes referente al regreso de su molesta primita. Al principio creyó que solo eran habladurías; aquellas mujeres parecían encontrar un gran placer al decir cosas que la incomodasen, por ello nunca faltaban las que se desvivían en palabras de halago para la “pequeña Jenna”. Pero si bien en un principio pensó en dejarlo pasar, ante la mención de una nota en el periódico no dudó en buscar uno tan pronto como terminó su sesión de masaje, y entonces lo vio, era cierto todo lo que aquellas viejas hurracas habían dicho: Jenna había regresado.

“La naciente estrella del diseño, Jenna Kruspe, pisa territorio alemán tras cinco años fuera de nuestras fronteras.”

Ese era el pie de foto que acompañaba la foto de su prima durante su última aparición en la New York Fashion Week.

— Dicen que las colecciones que se presentarán en la subasta valen la pena — comenta después de un momento de silencio. — Tengo interés en una colección en especial.

Jocelyn había observado el comportamiento presentado por parte de Dylan desde el momento que este cruzó la entrada de la mansión, pero su esposo simplemente se había mantenido tan distante y frío como de costumbre. Pero ella no es tonta. Aun cuando él no lo hubiese buscado o actuase con desconocimiento y desinterés, está más que segura de que para ese momento ya su esposo debía estar al tanto del regreso de su ex.

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El reloj marcaba las 9:40 p. m., y a ese punto ya el desfile tenía dos horas de haber dado comienzo; pero la “ventaja”, si así se le podía llamar, era que, al ser de beneficencia, las modelos estarían exhibiendo las piezas de forma constante por cada espacio del evento y luego se estarían retirando a medida que los mismos fuesen elegidos. Aunque la mayoría de diseñadores se encontraban disfrutando a plenitud del evento y de la venta de sus piezas, Jenna estaba en un rincón de la estancia manteniendo una plática tranquila con Rebecca mientras se mantenía al pendiente de sus modelos.

Si bien algunos de los inversores de LUXURY se acercaron a ella tan pronto como había salido del área de preparación, logró escapar de ellos y de sus intentos por hablar de una sociedad, al igual que las esposas de estos, quienes la invitaron a volver a formar parte de los clubes de beneficencias.

El proyector marcó una de las piezas de la colección en rojo, y el salón se llenó de aplausos, mismos que murieron en el momento en que Dylan Riedel entró en la estancia llevando a Jocelyn del brazo.

Bebiendo de su copa, Jenna dio la espalda a los dos recién llegados y regresó a su conversación con Rebecca. Pero ni en sus más hilarantes sueños hubiese esperado lo que pasó a continuación.

— Entonces es cierto —, son las palabras de Jocelyn al estar a sus espaldas. — Es bueno saber que estás de regreso, Jenna querida.

La irritante voz de Jocelyn logró que su buen ánimo se desvaneciera en un momento. Dando un fuerte suspiro, Jenna se giró para encararla. Su prima seguía tal y como la recordaba, su figura esbelta estaba enfundada en un caro vestido de gala, la seda era algo que Jocelyn siempre disfrutaba de usar, pues sabía que le favorecía; la marcada abertura de su pierna solo tenía un propósito: atraer todas las miradas sobre ella, para ella no cabía la idea de que esto no fuese así, Jocelyn Kruspe siempre debía tener la atención de todos.

— Jocelyn. — su tono fue suave y bastante educado al momento de hablar y regresar el saludo.

— Cuánto tiempo sin verte —, comenta. En el momento en que uno de los meseros pasó cerca de ella, tomó una copa de champagne y la levantó hacia Jenna, dando a entender que tomaba aquel trago “a su salud”. — No respondiste a mis mensajes.

— Sí, eso pasa cuando las personas… se alejan.

— No veo la razón para que te alejaras —, comenta con total calma. — Sabes bien del aprecio que te tengo por ti y por tu trabajo. Además, nadie en LUXURY diseña tan bien como tú.

— Sí, conozco muy bien tu forma de apreciar las cosas —, responde con tono mordaz.

Tras aquellas palabras, Jenna por un momento fijó su mirada en su ex esposo, solo el tiempo justo antes de volverla a fijar en su prima.

— Espero que no guardes rencores, Jenna querida —, Jocelyn dejó salir una suave sonrisa antes de colocar su mano en el hombro de su prima. — Sabías que desde un principio era una guerra perdida.

Ante aquella afirmación, Jenna dejó salir una sonrisa arrogante. Jocelyn no pudo ocultar la sorpresa que sintió ante ese gesto; Jenna nunca fue el tipo de personas que tuvieran expresiones arrogantes para con otros.

— Claro que siempre estuvo perdida —, declara en un tono que solo hace más marcada su burla. — después de todo, siempre fuiste buena tomando aquellas cosas que ya tenían dueño. — Tomando la mano de Jocelyn que se encuentra en su hombro, Jenna le mira fijamente antes de seguir hablando. — Siempre he creído que estás en el negocio equivocado; nunca debiste entrar en el mundo de la moda, sino en el de la basura. — Con total desprecio, Jenna necesitó de un solo movimiento para quitar la mano de Jocelyn de su hombro, para luego tomar de un solo trago el contenido restante de su copa antes de volver a hablar. — Después de todo, eres muy buena reciclando lo que otros ya han utilizado.

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