El semestre había terminado y luego de aquella pesadilla supe que las cosas dejarían de ser tranquilas como en estos últimos meses. Recuerdo que estaba en mi habitación con Mathew, Thara y Kael. Era el día de descanso de mi guardaespaldas por ende me sorprendió que decidiera pasarlo con nosotros. De hecho, estábamos planeando salir a ver una película, pero antes llegaron a mi casa ya que habían pasado la noche anterior conmigo.―¿No crees que deberíamos ir al lago en lugar de ir al cine? ―Preguntó Mathew mientras me veía guardar mi monedero en la bolsa. Honestamente lo había pensado como una opción. Era verano, universitarios hormonales por todos lados al igual que adolescentes con la misma actitud.―Yo estoy a favor. ―Thara levantó la mano. Kael quien se veía un poco incómodo con lo cerca que estaba mi amiga de él me miró.―Normalmente no estaría a favor de ella, pero creo que es buena idea.―¿Es en serio? ¿Un viaje al lago?―Podemos acampar. ―Miré a Kael. Y este sonrió levemente.―L
―Voy al baño― dije luego de charlar un poco con el resto de los chicos. Caminé hacia la parte trasera del espacio para acampar. Había varios baños públicos por lo que no me molestaba. Ademá esperaba poder encontrar un momento de paz para ordenar mis pensamientos. Sin embargo, antes de que pudiera llegar, sentí una mano agarrar suavemente mi brazo.Me volví y, para mi sorpresa, me encontré cara a cara con Lucian. Sus ojos azules brillaban con una intensidad que me dejó sin aliento.―¿Qué quieres?-- pregunté, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.―Hablar contigo― dijo él, sin rodeos. ―A solas.El tono de su voz y la forma en que me miraba me hicieron sentir un escalofrío. No pude evitar preguntarme si esto era parte del juego que ambos parecíamos estar jugando, o si había algo más detrás de su seriedad.―Está bien― accedí, sintiendo un torbellino de emociones en mi interior.Lucian me guio hacia detrás de los baños, cerca de dónde estaba los grifos y la pileta Una vez alejad
Unas horas más tarde me encontraba en mi tienda junto a Thara y Sara. Ambas parecían llevarse bien, pero mientras ellas conversaban yo parecía reacia. Pasó el tiempo y ellas se quedaron dormidas. La envidié por ello. Yo no podía dormir. Mis pensamientos regresaban a la confesión de Lucian. ¿Cómo era posible que él admitiera sentir algo por mí? ¿No se suponía que caería por Aldrec? ¿Y qué hay de Sara?Todo era una confusión. Así que decidí salir de la tienda. Una vez fuera caminé hacia el lago sosteniendo una linterna. Después de todo yo no tenía la vista de los lobos. Eso era algo muy diferente. Una vez llegué a la orilla tomé asiento. La luna brillaba, no era luna llena, era cuarto menguante, pero aun así era hermosa.Pensé en muchas cosas durante el tiempo que estuve ahí cuando escuché una voz a la lejanía. Sentí mis vellos erizarse, pero de alguna forma aquello era magnético. De pronto estaba parada y comencé a caminar hasta adentrarme al bosque, no sé cuánto pasó per vi a una chic
Estaba en mi habitación, contemplando el techo mientras repasaba una y otra vez lo ocurrido en aquel viaje. Las imágenes seguían danzando en mi mente: momentos vívidos, emociones intensas, fragmentos de memorias que no parecían mías pero que sentía profundamente. Aquella criatura, el miedo latente, y luego... Lucian. Me había costado confesar lo que sentía por él, y aunque ahora, semanas después, todo se sentía aún más confuso, no podía dejar de pensar en que algo había cambiado. Quizás no sólo en él, sino también en mí.Habían pasado ya dos meses desde ese viaje, y aunque el silencio que le siguió había sido un alivio momentáneo, ahora resultaba inquietante. Lucian no había hecho acto de presencia en todo este tiempo, y a veces me preguntaba si de verdad había sido todo un sueño extraño. Pero las heridas en el brazo y los recuerdos me aseguraban que, por desgracia, aquello fue real. Las vacaciones estaban por acabarse y en pocos días volvería a la universidad. En mi mente, sin embarg
De vuelta en la universidad, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar. La venda en mi brazo, recordatorio constante de lo ocurrido en la librería, atraía demasiadas miradas curiosas, aunque hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlas. Afortunadamente, mis amigos no tardaron en encontrarse conmigo. Thara fue la primera en notar mi brazo y, tras un vistazo rápido de arriba a abajo, soltó un suspiro exagerado.―¿Otro accidente, Esther? Ya llevas una colección este año, ¿no? ―comentó con una sonrisa burlona, aunque sus ojos delataban algo de preocupación.―Vamos, apenas fue un tropiezo,― intenté decir, restando importancia al asunto.―Sí, claro, ― añadió Mathew en tono sarcástico. ―Seguro que también fue un ‘tropiezo’ la vez que te caíste por las escaleras y te torciste el tobillo, o cuando casi te aplasta esa estantería en la biblioteca.-- Su expresión, aunque en broma, escondía una pizca de verdad que no pude negar.―Lo mío es el talento natural para meterme en problemas,― respondí, i
La habitación de visitas era más pequeña que la que solía tener, pero no me quejaba. Estaba justo al lado de la de Aldrec, lo que aseguraba que al menos no dormiría en un lugar completamente desconocido después del desastre. Aun así, por más que intentara encontrar algo de paz, mi mente no dejaba de dar vueltas. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido. Me recosté en la cama y miré el techo. Hasta donde recordaba, la historia original era sobre un romance entre dos hombres, un enemigo a amantes lleno de tensión, acción y secretos familiares. Pero en este mundo… Nada era como lo había leído. Para empezar, ninguno de los hombres que formaban parte de la historia original era homosexual. Cero tensión entre Lucian y Aldrec, nada de miradas intensas ni enemistad que pudiera transformarse en amor. Segundo, uno de los protagonistas estaba enamorado de mí y no tenía reparos en decirlo abiertamente. Lucian no solo me lo había dicho a la cara, sino que lo demostraba con cada acción, con
Mi pie tropezó con el suelo cuando Lucian me sacó de la biblioteca sin previo aviso. Su agarre era fuerte, como si no tuviera intención de soltarme en ningún momento. —¡Lucian, suéltame! —protesté, tratando de detenerme. Ignoró mis quejas y siguió caminando con pasos firmes. Mi frustración creció al ver que no me prestaba atención, así que reuní toda mi fuerza y logré zafarme de su agarre con un tirón brusco. Retrocedí un paso y lo miré con enojo. —¿Te volviste loco? —espeté, con el ceño fruncido. Lucian apretó la mandíbula, pero no respondió. Solté un suspiro exasperado y me giré, dispuesta a regresar a la biblioteca. —¿A dónde crees que vas? —preguntó él, su voz sonando más grave de lo normal. Rodé los ojos y le dirigí una mirada molesta. —Obviamente a trabajar. Lucian entrecerró los ojos. —¿Acaso te agrada pasar tiempo con Cardan? Mis labios se entreabrieron por la sorpresa. —¿Qué? —parpadeé, sin poder creer lo que acababa de escuchar—. Es mi compañero de trabajo. No e
El aire en la cocina se sentía más frío de lo normal. Apreté los labios, sintiendo cómo mi piel se erizaba de repente. Qué raro. Mi cuerpo no solía reaccionar así ante nada, ni siquiera cuando sabía que estaba en peligro. Me giré hacia la ventana, sintiendo una incomodidad creciente en el pecho. ¿Estoy imaginando cosas? Afuera, la noche era tranquila. No había movimiento, ni sombras, ni señales de que algo estuviera mal. Sacudí la cabeza. Es el estrés. Tiene que ser el estrés. Respiré hondo y tomé los platos con las boquitas y dulces que había preparado para mis amigos. Estuve a punto de dar un paso de regreso al salón cuando, de repente, el vidrio de la ventana estalló en mil pedazos.¡CRASH!—¡¿Qué…?! —Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente y me lancé al suelo, justo a tiempo para evitar que algo gigantesco cayera sobre mí. La mesa de la cocina se partió en dos con el impacto y los platos volaron por los aires, esparciendo trozos de comida y vidrios rotos por el suelo. Con el