Unas horas más tarde me encontraba en mi tienda junto a Thara y Sara. Ambas parecían llevarse bien, pero mientras ellas conversaban yo parecía reacia. Pasó el tiempo y ellas se quedaron dormidas. La envidié por ello. Yo no podía dormir. Mis pensamientos regresaban a la confesión de Lucian. ¿Cómo era posible que él admitiera sentir algo por mí? ¿No se suponía que caería por Aldrec? ¿Y qué hay de Sara?Todo era una confusión. Así que decidí salir de la tienda. Una vez fuera caminé hacia el lago sosteniendo una linterna. Después de todo yo no tenía la vista de los lobos. Eso era algo muy diferente. Una vez llegué a la orilla tomé asiento. La luna brillaba, no era luna llena, era cuarto menguante, pero aun así era hermosa.Pensé en muchas cosas durante el tiempo que estuve ahí cuando escuché una voz a la lejanía. Sentí mis vellos erizarse, pero de alguna forma aquello era magnético. De pronto estaba parada y comencé a caminar hasta adentrarme al bosque, no sé cuánto pasó per vi a una chic
Estaba en mi habitación, contemplando el techo mientras repasaba una y otra vez lo ocurrido en aquel viaje. Las imágenes seguían danzando en mi mente: momentos vívidos, emociones intensas, fragmentos de memorias que no parecían mías pero que sentía profundamente. Aquella criatura, el miedo latente, y luego... Lucian. Me había costado confesar lo que sentía por él, y aunque ahora, semanas después, todo se sentía aún más confuso, no podía dejar de pensar en que algo había cambiado. Quizás no sólo en él, sino también en mí.Habían pasado ya dos meses desde ese viaje, y aunque el silencio que le siguió había sido un alivio momentáneo, ahora resultaba inquietante. Lucian no había hecho acto de presencia en todo este tiempo, y a veces me preguntaba si de verdad había sido todo un sueño extraño. Pero las heridas en el brazo y los recuerdos me aseguraban que, por desgracia, aquello fue real. Las vacaciones estaban por acabarse y en pocos días volvería a la universidad. En mi mente, sin embarg
De vuelta en la universidad, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar. La venda en mi brazo, recordatorio constante de lo ocurrido en la librería, atraía demasiadas miradas curiosas, aunque hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlas. Afortunadamente, mis amigos no tardaron en encontrarse conmigo. Thara fue la primera en notar mi brazo y, tras un vistazo rápido de arriba a abajo, soltó un suspiro exagerado.―¿Otro accidente, Esther? Ya llevas una colección este año, ¿no? ―comentó con una sonrisa burlona, aunque sus ojos delataban algo de preocupación.―Vamos, apenas fue un tropiezo,― intenté decir, restando importancia al asunto.―Sí, claro, ― añadió Mathew en tono sarcástico. ―Seguro que también fue un ‘tropiezo’ la vez que te caíste por las escaleras y te torciste el tobillo, o cuando casi te aplasta esa estantería en la biblioteca.-- Su expresión, aunque en broma, escondía una pizca de verdad que no pude negar.―Lo mío es el talento natural para meterme en problemas,― respondí, i
La habitación de visitas era más pequeña que la que solía tener, pero no me quejaba. Estaba justo al lado de la de Aldrec, lo que aseguraba que al menos no dormiría en un lugar completamente desconocido después del desastre. Aun así, por más que intentara encontrar algo de paz, mi mente no dejaba de dar vueltas. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido. Me recosté en la cama y miré el techo. Hasta donde recordaba, la historia original era sobre un romance entre dos hombres, un enemigo a amantes lleno de tensión, acción y secretos familiares. Pero en este mundo… Nada era como lo había leído. Para empezar, ninguno de los hombres que formaban parte de la historia original era homosexual. Cero tensión entre Lucian y Aldrec, nada de miradas intensas ni enemistad que pudiera transformarse en amor. Segundo, uno de los protagonistas estaba enamorado de mí y no tenía reparos en decirlo abiertamente. Lucian no solo me lo había dicho a la cara, sino que lo demostraba con cada acción, con
Mi pie tropezó con el suelo cuando Lucian me sacó de la biblioteca sin previo aviso. Su agarre era fuerte, como si no tuviera intención de soltarme en ningún momento. —¡Lucian, suéltame! —protesté, tratando de detenerme. Ignoró mis quejas y siguió caminando con pasos firmes. Mi frustración creció al ver que no me prestaba atención, así que reuní toda mi fuerza y logré zafarme de su agarre con un tirón brusco. Retrocedí un paso y lo miré con enojo. —¿Te volviste loco? —espeté, con el ceño fruncido. Lucian apretó la mandíbula, pero no respondió. Solté un suspiro exasperado y me giré, dispuesta a regresar a la biblioteca. —¿A dónde crees que vas? —preguntó él, su voz sonando más grave de lo normal. Rodé los ojos y le dirigí una mirada molesta. —Obviamente a trabajar. Lucian entrecerró los ojos. —¿Acaso te agrada pasar tiempo con Cardan? Mis labios se entreabrieron por la sorpresa. —¿Qué? —parpadeé, sin poder creer lo que acababa de escuchar—. Es mi compañero de trabajo. No e
El aire en la cocina se sentía más frío de lo normal. Apreté los labios, sintiendo cómo mi piel se erizaba de repente. Qué raro. Mi cuerpo no solía reaccionar así ante nada, ni siquiera cuando sabía que estaba en peligro. Me giré hacia la ventana, sintiendo una incomodidad creciente en el pecho. ¿Estoy imaginando cosas? Afuera, la noche era tranquila. No había movimiento, ni sombras, ni señales de que algo estuviera mal. Sacudí la cabeza. Es el estrés. Tiene que ser el estrés. Respiré hondo y tomé los platos con las boquitas y dulces que había preparado para mis amigos. Estuve a punto de dar un paso de regreso al salón cuando, de repente, el vidrio de la ventana estalló en mil pedazos.¡CRASH!—¡¿Qué…?! —Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente y me lancé al suelo, justo a tiempo para evitar que algo gigantesco cayera sobre mí. La mesa de la cocina se partió en dos con el impacto y los platos volaron por los aires, esparciendo trozos de comida y vidrios rotos por el suelo. Con el
A la mañana siguiente, el ambiente en el departamento de Lucian se sentía más pesado de lo normal. Aunque me había despertado temprano, permanecí en la cama, sin ganas de moverme. Mi mente aún estaba revuelta por lo que había pasado la noche anterior.El beso que le di a Lucian.La forma en que me rechazó con suavidad, pero con firmeza. El modo en que me dejó sola con mis pensamientos, sin forzar nada, sin pedir explicaciones.¿Qué se supone que debía hacer con esto?Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.—Adelante —dije con voz apagada.Cuando la puerta se abrió, mi corazón dio un brinco al ver a Aldrec entrar con paso seguro. Había algo en su expresión que me puso tensa. Mi primo cerró la puerta detrás de él y me miró con atención.—¿Todo bien?No.Apreté los labios y desvié la mirada.—En realidad, no.Aldrec suspiró y cruzó los brazos.—¿Qué te preocupa?Tomé aire y lo solté lentamente, intentando ordenar mis pensamientos.—La manada… tú… y Lucian.Tan pronto mencioné
Entré en mi habitación sintiéndome extraña. Había algo en la despedida con Lucian que no podía definir con claridad, pero me dejó una sensación incómoda en el pecho. Algo había cambiado. No sabía si era en él, en mí… o en los dos. Suspiré y sacudí la cabeza, tratando de despejarme. Me dediqué a organizar mi ropa dentro del armario. Aunque la cabaña era hermosa y reconfortante, el hecho de que tuviera que esconderme aquí por seguridad seguía molestándome. Después de un rato, decidí que lo mejor sería dormir. Me metí en la cama y cerré los ojos. Pasaron cinco segundos. O al menos eso sentí antes de abrirlos de nuevo. Pero ya no estaba en mi habitación. Estaba en la parte trasera de la cabaña, descalza, con un simple camisón blanco que flotaba con la brisa nocturna. A mi alrededor, el cielo estaba cubierto de cientos de hilos dorados que se entrecruzaban en una maraña infinita. Brillaban con una luz tenue, moviéndose lentamente como si fueran guiados por un viento invisible. Pe