Oriana aún sentía el pulso de energía vibrando en su cuerpo cuando la oficina volvió a la normalidad. Gabriel la sostenía con firmeza, observándola con una mezcla de preocupación e intensidad. —Esto no es solo un amuleto… —repitió ella en voz baja, aferrándose al collar que colgaba de su cuello. Gabriel la ayudó a incorporarse y, con un suspiro, la guió hacia el sofá de la oficina. La mirada oscura de él recorrió el pequeño objeto con detenimiento. —No me gusta esto —dijo él con seriedad. —Si "ella" lo quiere tanto, significa que es más peligroso de lo que imaginamos. Oriana asintió, su mente girando con pensamientos confusos. Debía entender qué era exactamente el collar y por qué reaccionaba de esa forma. Horas más tarde, después de que Gabriel se asegurará de que Oriana estaba bien, ella decidió buscar respuestas. Se dirigió a la oficina de Anita, quien la recibió con una sonrisa amable, aunque su expresión cambió al notar la inquietud de su amiga. —¿Qué pasa? —preguntó Anita,
Oriana no podía apartar la mirada del collar. Desde que descubrió su verdadero propósito, una inquietud persistente se alojó en su pecho. ¿Cuánto de su vida pasada había sido moldeado por ese objeto? Si el collar realmente absorbía la energía mágica a su alrededor, eso significaba que su propio poder había sido suprimido todo ese tiempo. ¿Cuánto más podría haber hecho? ¿Cómo habría cambiado su destino si hubiera sabido la verdad?Decidida a obtener respuestas, se sentó en su cama y cerró los ojos. Tomó una respiración profunda y dejó que su mente viajara más allá del presente, buscando en su interior los recuerdos que permanecían ocultos en las sombras del tiempo.El aroma a heno la envolvió, y la sensación de la paja bajo sus manos le resultó extrañamente familiar. El aire en el granero era fresco, impregnado con el dulzor de la madera vieja y los susurros del viento colándose entre las rendijas. Se vio a sí misma, más joven, vestida con un sencillo vestido de lino, con su cabello cay
Oriana observó el relicario oscuro en la mano de Gabriel, su mente trabajando frenéticamente para comprender lo que estaba ocurriendo. La manera en que su cuerpo se tensaba, cómo su expresión oscilaba entre la confusión y el dolor, le decían que algo iba mal. Su instinto le gritaba que ese objeto no pertenecía allí, que era una advertencia. Un obsequio envenenado. —Gabriel, suéltalo —su voz era firme, pero cargada de preocupación. Él parecía no escucharla. Sus dedos se aferraban con fuerza al relicario, su respiración era irregular, y su mirada estaba perdida en un punto inexistente. Su piel estaba más pálida de lo normal y un leve temblor recorría su cuerpo. Oriana se acercó con cautela y, con un movimiento rápido, arrebató el relicario de su mano. Tan pronto como el objeto dejó su piel, Gabriel pareció respirar con más facilidad, pero sus piernas flaquearon y tuvo que apoyarse en el escritorio. —¿Qué... qué fue eso? —preguntó él, su voz ronca. —Una trampa —murmuró Oriana, gir
El silencio en la habitación era casi opresivo. Gabriel, aún débil por los recuerdos y el efecto del relicario, se llevó una mano a la frente, su respiración errática. Oriana, a su lado, lo observaba con el ceño fruncido, sintiendo la angustia en su expresión.—No puedes seguir así —murmuró ella, tomando su mano. Sus dedos estaban fríos, como si la maldición estuviera drenándolo.Gabriel cerró los ojos un instante antes de volver a abrirlos con un brillo oscuro en la mirada.—Hay algo que nunca te dije, Oriana —su voz era baja, cargada de una gravedad que la hizo contener la respiración—. "Ella" no solo me maldijo… Me ató con un pacto de sangre.Oriana sintió un escalofrío recorrer su espalda. La expresión de Gabriel lo decía todo: esto era peor de lo que había imaginado.—¿Un pacto de sangre? —susurró, sintiendo el peso de esas palabras.Gabriel apartó la mirada, su mandíbula apretada con frustración. Sabía que no podía ocultarlo más. No después de lo que había ocurrido. Inspiró prof
Oscar los observó en silencio. A pesar de los años investigando la maldición de Gabriel, nunca había tenido la oportunidad de decirle todo lo que sabía. Su lealtad lo había mantenido en las sombras, recopilando información, buscando respuestas donde solo había ecos del pasado. Pero ahora, mirando a Gabriel y Oriana, sintió que era momento de revelar lo que había descubierto.—Llevo décadas investigando esta maldición —dijo, con un tono grave—. La historia de ustedes dos, de "ella"... pero la información es escasa. Casi como si alguien hubiese borrado toda evidencia de su existencia.Oriana frunció el ceño.—Eso no es posible. Las maldiciones siempre dejan rastros, huellas en el tiempo.—Lo sé —afirmó Oscar—. Y fue precisamente eso lo que me llevó a estudiar la magia de sangre. Es un tipo de hechicería antigua, casi extinta, porque requiere sacrificios y vínculos que solo pueden romperse con rituales igual de poderosos. "Ella" no tiene suficiente poder por sí misma, lo cual explica por
El aire en la habitación se volvió denso cuando Oscar terminó de recitar las palabras del antiguo libro. Oriana sintió cómo la energía vibraba a su alrededor, como si el espacio mismo estuviera distorsionándose. Una brisa helada le recorrió la piel, dejándole un escalofrío profundo que no era causado por el frío, sino por la certeza de lo que estaba a punto de ocurrir.Gabriel, de pie junto a ella, la sostuvo con fuerza. Sus ojos oscuros estaban encendidos de preocupación y algo más: desesperación.—No tienes que hacerlo —susurró con la mandíbula tensa—. No sabemos lo que te espera.Oriana inspiró hondo, aferrándose a la calidez de su tacto.—Pero tengo que hacerlo.Gabriel negó con la cabeza, con los labios apretados, pero antes de que pudiera insistir, una fuerza invisible la arrancó de sus brazos.El mundo se desmoronó a su alrededor.El vórtice de sombras la succionó, girando con una intensidad que le robó el aliento. Todo se oscureció por un momento… y luego, el golpe de la reali
El silencio en la habitación era sofocante. La luz de la lámpara parpadeaba débilmente, proyectando sombras temblorosas sobre las paredes. Oriana aún sentía el ardor en su pecho, justo donde la cicatriz luminosa seguía brillando débilmente.Su respiración era entrecortada. La visión de su propia muerte seguía latiendo en su mente como una herida abierta.—¿Oriana? —La voz de Gabriel la trajo de vuelta a la realidad.Ella alzó la vista y encontró su mirada. Sus ojos oscuros estaban llenos de angustia, de preguntas sin respuesta, de miedo. Gabriel estaba sentado en el borde de la cama, inclinándose hacia ella como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.Oscar, de pie junto a ellos, la observaba en silencio, con las manos cruzadas sobre su bastón.Oriana tragó saliva, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta. Pero no podía guardárselo. Tenía que contarles.—Lo vi todo —susurró al fin.Gabriel se tensó.—¿Todo?Ella asintió lentamente.—La noche en el gra
El paisaje se deslizaba suavemente a través de la ventanilla del auto mientras Gabriel conducía por la carretera costera. El sol de la tarde comenzaba a descender, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas. El sonido del motor y el vaivén del viento acompañaban el silencio entre ellos, un silencio que no era incómodo, sino cargado de pensamientos no dichos.Oriana apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento, observando la línea del horizonte donde el mar se encontraba con el cielo. Sentía su cuerpo aún cansado por la prueba, pero dentro de ella algo había cambiado. La cicatriz en su pecho ardía de vez en cuando, como un recordatorio de lo que había vivido y de lo que aún tenía que enfrentar.Gabriel notó su expresión y apartó un momento la vista de la carretera para mirarla.—¿En qué piensas?Oriana suspiró suavemente.—En nosotros. En… lo que fuimos.Él apretó un poco más el volante.—Recuerdo fragmentos —admitió—. Imágenes borrosas. Pero cuando me contaste lo que viste… algo