Oriana despertó con la mente nublada, atrapada entre el sueño y la realidad. Su cuerpo aún sentía el calor del beso de Gabriel, el roce de sus labios grabado en su piel como un eco persistente. Sin embargo, sus palabras retumbaban en su cabeza con la misma intensidad: Hay algo más poderoso que nosotros que no nos permite estar juntos. Ten paciencia.Se sentó en la cama, abrazando sus piernas. Todo lo que había sentido en tan poco tiempo la abrumaba. No podía negar que Gabriel despertaba en ella emociones profundas, un lazo que iba más allá de la lógica y el tiempo. Pero también estaban los sueños. No soñaba con él exactamente… sino con una versión diferente de él. Un hombre de otra época, con la misma intensidad en la mirada, la misma voz que la hacía temblar, pero envuelto en un contexto distinto. ¿Cómo podía sentir tanto por alguien a quien apenas conocía?Sacudió la cabeza y se obligó a ponerse en marcha. No podía permitirse perderse en pensamientos que no llevaban a ninguna parte.
Oriana se pasó la mañana tratando de concentrarse en el trabajo, pero la conversación de la noche anterior con Gabriel seguía dándole vueltas en la cabeza. Su confesión sobre los sueños había cambiado algo entre ellos, lo sintió en la forma en que él la miraba antes de besarla, en la intensidad con la que la sostuvo. Ahora, la sombra de esa noche parecía seguirla, envolviéndola en un torbellino de emociones y dudas.Ethan le escribió a media mañana para confirmar su salida. Ella aceptó, pero le pidió que no pasara a la oficina por ella. No quería darle más razones a sus compañeros para hablar, especialmente después de todo lo que había pasado con Stephanie y el creciente ambiente hostil a su alrededor.Al llegar la hora del almuerzo, Ethan ya la esperaba en el café que habían acordado. Al verla, le sonrió con esa confianza natural que siempre había tenido. Oriana se sentó frente a él y dejó escapar un suspiro.—¿Tan mal está tu día? —preguntó Ethan, mirándola con atención.Ella sonrió
Oriana pasó el resto del día con un nudo en el estómago. La invitación de Gabriel a almorzar con su abuelo la había tomado por sorpresa. No estaba segura de si aquello era una especie de paso adelante entre ellos o una advertencia disfrazada de cortesía. De cualquier forma, aceptó, sabiendo que la tensión entre ambos aún flotaba en el aire tras su conversación nocturna.Cuando Gabriel llegó a recogerla, la encontró de pie junto a la puerta de su edificio, vestida con un suéter negro y unos jeans oscuros. Había optado por la comodidad, pero su nerviosismo era evidente.—No tienes que hacerlo si no quieres —dijo Gabriel, apoyándose en la puerta del auto con una expresión inescrutable.—Quiero —respondió ella, con más firmeza de la que sentía.El viaje transcurrió en un silencio cargado. Gabriel parecía ensimismado, y Oriana no se atrevió a romper la quietud. Finalmente, llegaron a una casa antigua de fachada elegante, con un pequeño jardín bien cuidado. La puerta se abrió antes de que G
El sol de la tarde brillaba con intensidad cuando Oriana y Gabriel salieron de la casa de Oscar. Después del almuerzo, la sensación de cercanía entre ellos se había intensificado, y cuando Gabriel le propuso pasar el día juntos, ella no encontró una sola razón para negarse.Caminaron por la ciudad sin un rumbo fijo, disfrutando del aire fresco y del simple placer de estar juntos. Gabriel, siempre tan estoico, parecía más relajado de lo habitual. No evitaba tomar su mano, e incluso en algunos momentos, dejaba escapar sonrisas genuinas. Hablaron de cosas triviales, de sus comidas favoritas, de los libros que Oriana había leído en su infancia y de los viajes de Gabriel.En un momento, se detuvieron frente a una pequeña librería antigua. Oriana sonrió al ver los estantes llenos de volúmenes empolvados.—Siempre me han gustado las librerías de viejo —confesó ella, recorriendo las portadas con la yema de los dedos—. Es como si cada libro tuviera una historia más allá de la que está escrita
Después de la intensa visión que la había sacudido, Oriana permaneció con el collar entre sus manos, sintiendo una energía sutil vibrar contra su piel. Gabriel la observó con cautela, consciente de que aquella joya tenía un significado mucho más profundo de lo que imaginaba.No entendía cómo no la había reconocido antes. Era imposible que no la hubiese notado, que no hubiese sentido su importancia. Se percató de que, probablemente, algo—o alguien—había nublado su percepción, impidiéndole ver lo que siempre había estado allí.Consciente del agotamiento en los ojos de Oriana, Gabriel decidió no insistir más por esa noche. Respetaría su deseo de terminar la jornada, aunque la incertidumbre le carcomía por dentro. Se despidieron con una ternura silenciosa, y Oriana entró en su hogar con el corazón aún agitado.Sostuvo el collar con fuerza, sintiendo su peso. Siempre le había parecido familiar, pero ahora sabía por qué. No era solo un objeto precioso y antiguo; era un lazo tangible con su
Ethan despertó con el cuerpo empapado en sudor, la respiración entrecortada y un peso indescriptible oprimiéndole el pecho. Las imágenes de su sueño aún danzaban en su mente, confusas e incoherentes, pero con una intensidad que lo dejaba alterado.Había una voz… un susurro envolvente, seductor, que lo llamaba desde la oscuridad. No podía recordar lo que decía, pero su eco aún vibraba en sus oídos, provocándole un escalofrío.Los últimos días habían sido extraños. No podía explicarlo, pero algo lo inquietaba, como si una sombra invisible se cerniera sobre él. Y lo peor era aquella extraña atracción que lo impulsaba a buscar algo… o a alguien.Sacudió la cabeza, intentando disipar los pensamientos turbios, y se dirigió a la ducha. Tal vez solo necesitaba relajarse.—En otro lugar, lejos de la luz del día, ella sonrió con satisfacción. Su plan estaba funcionando.Ethan era un peón perfecto. Su mente, aún virgen a la verdad, era maleable. Bastaba con plantar la semilla de la duda, empuja
El aire era denso, cargado de electricidad. Oriana sintió el viento helado azotar su piel mientras la niebla se arremolinaba a su alrededor. No sabía dónde estaba, pero el miedo en su pecho le decía que no era un sueño común.Frente a ella, una escena se desplegó como una visión arrancada de otro tiempo.Gabriel, vestido con ropas antiguas, estaba de pie en una habitación humilde. Sus ojos ardían con determinación mientras empuñaba una espada, su postura rígida pero temblorosa.—No dejaré que sigas con esto —su voz se alzaba desafiante—. ¡Basta ya!Pero la sombra frente a él no se inmutó.La brisa helada trajo consigo una risa suave, femenina, pero cargada de burla.—¿Basta? —respondió la voz, envolviendo el aire con su veneno—. ¿Y qué harás tú para detenerme?Oriana sintió que la sangre se le helaba cuando la figura emergió de entre la bruma. No podía verle el rostro con claridad, pero la oscura silueta que se deslizaba con gracia en la penumbra era inconfundible. Ella.Gabriel avanz
Oriana apretó el borde de su chaqueta de vestir, su mente aún atrapada en los ecos de la noche anterior. La voz de ella seguía resonando en su cabeza, como un veneno que no podía sacudirse."Antes de que sea demasiado tarde."Nunca había sentido tanto miedo. No solo por las palabras, sino por la presencia misma de ella. No recordaba su rostro, ni su nombre, pero en lo más profundo de su alma sabía que siempre había estado allí, acechando, esperando.Gabriel tenía razón. La maldición estaba despertando. Y con ella, el peligro.Cerró los ojos por un momento, respirando hondo, intentando calmarse. Pero entonces, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse…Y un nuevo recuerdo emergió.El sol de la tarde doraba los campos, y el viento traía consigo el aroma de las flores silvestres. Oriana estaba de rodillas en la tierra, sus manos manchadas de barro mientras revisaba algunas raíces junto a su madre.No se había despegado del collar desde que Gabriel se lo había dado. Lo escondía bajo su