El sol de la tarde brillaba con intensidad cuando Oriana y Gabriel salieron de la casa de Oscar. Después del almuerzo, la sensación de cercanía entre ellos se había intensificado, y cuando Gabriel le propuso pasar el día juntos, ella no encontró una sola razón para negarse.Caminaron por la ciudad sin un rumbo fijo, disfrutando del aire fresco y del simple placer de estar juntos. Gabriel, siempre tan estoico, parecía más relajado de lo habitual. No evitaba tomar su mano, e incluso en algunos momentos, dejaba escapar sonrisas genuinas. Hablaron de cosas triviales, de sus comidas favoritas, de los libros que Oriana había leído en su infancia y de los viajes de Gabriel.En un momento, se detuvieron frente a una pequeña librería antigua. Oriana sonrió al ver los estantes llenos de volúmenes empolvados.—Siempre me han gustado las librerías de viejo —confesó ella, recorriendo las portadas con la yema de los dedos—. Es como si cada libro tuviera una historia más allá de la que está escrita
Después de la intensa visión que la había sacudido, Oriana permaneció con el collar entre sus manos, sintiendo una energía sutil vibrar contra su piel. Gabriel la observó con cautela, consciente de que aquella joya tenía un significado mucho más profundo de lo que imaginaba.No entendía cómo no la había reconocido antes. Era imposible que no la hubiese notado, que no hubiese sentido su importancia. Se percató de que, probablemente, algo—o alguien—había nublado su percepción, impidiéndole ver lo que siempre había estado allí.Consciente del agotamiento en los ojos de Oriana, Gabriel decidió no insistir más por esa noche. Respetaría su deseo de terminar la jornada, aunque la incertidumbre le carcomía por dentro. Se despidieron con una ternura silenciosa, y Oriana entró en su hogar con el corazón aún agitado.Sostuvo el collar con fuerza, sintiendo su peso. Siempre le había parecido familiar, pero ahora sabía por qué. No era solo un objeto precioso y antiguo; era un lazo tangible con su
Ethan despertó con el cuerpo empapado en sudor, la respiración entrecortada y un peso indescriptible oprimiéndole el pecho. Las imágenes de su sueño aún danzaban en su mente, confusas e incoherentes, pero con una intensidad que lo dejaba alterado.Había una voz… un susurro envolvente, seductor, que lo llamaba desde la oscuridad. No podía recordar lo que decía, pero su eco aún vibraba en sus oídos, provocándole un escalofrío.Los últimos días habían sido extraños. No podía explicarlo, pero algo lo inquietaba, como si una sombra invisible se cerniera sobre él. Y lo peor era aquella extraña atracción que lo impulsaba a buscar algo… o a alguien.Sacudió la cabeza, intentando disipar los pensamientos turbios, y se dirigió a la ducha. Tal vez solo necesitaba relajarse.—En otro lugar, lejos de la luz del día, ella sonrió con satisfacción. Su plan estaba funcionando.Ethan era un peón perfecto. Su mente, aún virgen a la verdad, era maleable. Bastaba con plantar la semilla de la duda, empuja
El aire era denso, cargado de electricidad. Oriana sintió el viento helado azotar su piel mientras la niebla se arremolinaba a su alrededor. No sabía dónde estaba, pero el miedo en su pecho le decía que no era un sueño común.Frente a ella, una escena se desplegó como una visión arrancada de otro tiempo.Gabriel, vestido con ropas antiguas, estaba de pie en una habitación humilde. Sus ojos ardían con determinación mientras empuñaba una espada, su postura rígida pero temblorosa.—No dejaré que sigas con esto —su voz se alzaba desafiante—. ¡Basta ya!Pero la sombra frente a él no se inmutó.La brisa helada trajo consigo una risa suave, femenina, pero cargada de burla.—¿Basta? —respondió la voz, envolviendo el aire con su veneno—. ¿Y qué harás tú para detenerme?Oriana sintió que la sangre se le helaba cuando la figura emergió de entre la bruma. No podía verle el rostro con claridad, pero la oscura silueta que se deslizaba con gracia en la penumbra era inconfundible. Ella.Gabriel avanz
Oriana apretó el borde de su chaqueta de vestir, su mente aún atrapada en los ecos de la noche anterior. La voz de ella seguía resonando en su cabeza, como un veneno que no podía sacudirse."Antes de que sea demasiado tarde."Nunca había sentido tanto miedo. No solo por las palabras, sino por la presencia misma de ella. No recordaba su rostro, ni su nombre, pero en lo más profundo de su alma sabía que siempre había estado allí, acechando, esperando.Gabriel tenía razón. La maldición estaba despertando. Y con ella, el peligro.Cerró los ojos por un momento, respirando hondo, intentando calmarse. Pero entonces, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse…Y un nuevo recuerdo emergió.El sol de la tarde doraba los campos, y el viento traía consigo el aroma de las flores silvestres. Oriana estaba de rodillas en la tierra, sus manos manchadas de barro mientras revisaba algunas raíces junto a su madre.No se había despegado del collar desde que Gabriel se lo había dado. Lo escondía bajo su
La invitación llegó en una elegante tarjeta de bordes dorados, con letras grabadas en relieve que anunciaban un baile de caridad exclusivo. Gabriel la dejó sobre su escritorio con expresión inescrutable.—Es una formalidad —dijo sin mucho interés—. Pero podría ser una oportunidad para observar de cerca algunos de nuestros aliados… y enemigos.Oriana arqueó una ceja.—¿Me estás invitando a un baile de máscaras como estrategia de negocios?Gabriel sonrió apenas.—No solo eso.Hubo algo en su tono que la hizo estremecer.El déjà vu fue inmediato.El eco de una risa. La sensación de una mano deslizándose sobre la suya en una pista de baile. El peso de una mirada sobre su piel, oscura y cargada de celos.Sus dedos rozaron instintivamente su muñeca, un vestigio de un recuerdo enterrado.—Creo… que ya he estado en un baile contigo antes —murmuró sin pensarlo.Gabriel alzó la vista de inmediato.—¿Lo recuerdas?Oriana cerró los ojos, intentando aferrarse a la imagen.Pero solo fragmentos difu
El eco de la música se distorsionaba en su mente mientras el mundo giraba en torno a ella. Oriana intentó aferrarse a la realidad, pero la visión la arrastró con una fuerza implacable.—El aire en la sala de baile estaba cargado de perfumes costosos y conversaciones susurradas. La noche transcurría entre risas y copas de vino, pero Oriana sabía que algo estaba a punto de suceder.Lo sintió antes de verla.Una ráfaga de aire frío.Un escalofrío recorriéndole la espalda.Y entonces, ella...Vestida con su vestido negro adornado con detalles plateados, caminaba con una gracia felina, cada paso calculado. La máscara cubría su rostro, pero sus ojos brillaban con una emoción oscura.Nadie pareció notar cómo se deslizaba entre los invitados, pero Oriana supo que su presencia no era casual.Un murmullo de seda.Un roce imperceptible en su hombro.Y de repente, el filo de una uña afilada en su brazo desnudo.—No perteneces aquí —susurró ella, con una dulzura venenosa.Oriana apenas tuvo tiemp
Cuando Oriana y Gabriel salieron de la sala de descanso, aún podían sentir en su piel el calor de lo que había ocurrido. Sus miradas se cruzaban con un dejo de vergüenza, pero también con la certeza de que lo que había pasado entre ellos era inevitableEl resto de la velada transcurrió en una burbuja extrañaEl roce de sus manos cuando caminaban juntos por el salón.La música suave envolviéndolos en un baile que parecía un eco del pasado.Por un momento, no había maldiciones ni sombras acechando.Solo ellos.Solo el amor que siempre los había unido.Y ella ya no estaba a la vista.Oriana lo supo en cuanto recorrió la habitación con la mirada.No hacía falta verla para saber dónde estaba.Seguramente todavía se divertía con su juguete nuevo.El pensamiento la inquietó.Ethan.Algo en él estaba cambiando.Su forma de actuar, la intensidad con la que la miraba…No era el mismo hombre que había conocido en la universidad.Y eso la aterraba.Porque si ella lo estaba usando, no tardaría en