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Un mes despuésArly y Ryan estaban en el hospital, aguardando con nerviosismo en la sala de exámenes.La ginecóloga les había pedido que se recostaran en la camilla para realizar el ultrasonido.Arly sentía el corazón acelerado, la ansiedad subía por su pecho y un nudo le apretaba la garganta.Ryan, percibiendo su tensión, tomó su mano con ternura y la apretó entre las suyas.—Tranquila, amor. Todo estará bien —susurró, depositando un beso en su frente.Arly asintió con un leve temblor en los labios, pero el miedo no se disipaba.No podía soportar la idea de que algo saliera mal.La doctora deslizó el transductor sobre su vientre, y por unos segundos que parecieron eternos, el silencio llenó la habitación. Hasta que finalmente, el sonido más hermoso y milagroso llenó sus oídos: el latido de su bebé.Bum, bum, bum.Era rápido, fuerte, inconfundible.Arly sintió que su pecho se quebraba en una ola de emociones, y una lágrima rodó por su mejilla.—Es mi bebé… —susurró con voz entrecortada
—¡No, no puedo abortar! No puedo dañar a mi hijo.Vivian sintió un nudo en la garganta, apenas terminó de pronunciar esas palabras. Su pecho subía y bajaba con fuerza, intentando procesar lo que estaba pasando.La doctora la observó con una sonrisa tranquila, como si ya hubiera visto esa reacción muchas veces antes.—Entonces, debes cuidarte para que tu bebé crezca sano y fuerte —dijo, extendiéndole unas vitaminas—. Habla con el padre, verás que todo saldrá mejor de lo que piensas.Vivian asintió lentamente, con las manos temblorosas tomó las medicinas y salió del consultorio en silencio. Su mente era un caos.Una brisa fría le rozó la piel al salir del hospital, pero no la sintió. Solo podía pensar en una cosa.Las palabras de la doctora golpeaban su mente una y otra vez."Habla con el padre."«¿Cómo puedo decirle la verdad a Gabriel sin que me odie?»El miedo la invadió de inmediato.«Él estaba ebrio… yo no. Yo debí detenerlo, pero no lo hice. Fui débil.»Sus pasos se volvieron errát
—Debo decirle la verdad al señor Gabriel. Si me odia, está bien, pero merece saber que tendremos un hijo.Las palabras resonaban en la mente de Vivian mientras caminaba hacia la empresa, el corazón apesadumbrado, cargado de la angustia que la atormentaba.En el fondo, sabía que no podía seguir ocultando su embarazo, pero la verdad le pesaba como una losa.No estaba preparada para las consecuencias, pero había llegado el momento de enfrentarlas.Al llegar a la oficina, se detuvo frente a la puerta.Su mano tembló al tocar la perilla, el nudo en su garganta casi la ahogaba.Abrió lentamente, y lo que vio hizo que su mundo se desmoronara en pedazos.Gabriel, el hombre al que amaba, besaba a otra mujer con pasión, como si no existiera un mañana.Sus ojos se abrieron desmesuradamente, el dolor la atravesó de una forma tan intensa que su cuerpo se sintió incapaz de soportarlo.Estaba allí, paralizada, viendo cómo un pedazo de su alma se rompía.El mundo parecía desvanecerse a su alrededor.S
Vivian soltó un grito desgarrador, pero los hombres se abalanzaron sobre ella como bestias hambrientas, sofocando su voz con sus manos ásperas y sucias.—¡Cállate, mujer, o te matamos! —gruñó uno de ellos, acercando la fría hoja de un cuchillo a su cuello.Un escalofrío le recorrió la espalda. El miedo la paralizó, le quemó las entrañas como un fuego incontrolable.Los hombres la examinaron con ojos lascivos.—Es bonita… —murmuró uno con una sonrisa repugnante—. Hay que aprovechar.Vivian sintió que la bilis le subía a la garganta. Terror. Desesperación. Repulsión. Todo se mezcló en su mente en un torbellino caótico cuando sintió manos inmundas rasgar su ropa. Intentó gritar otra vez, pero una mano ruda le cubrió la boca, ahogando su alarido en un silencio aterrador.Su cuerpo entero temblaba. Quería morir antes de que esos monstruos la tocaran.De repente, un estruendo sacudió el lugar.—¡Policía! ¡Manos arriba!La puerta cayó hecha añicos y los uniformados irrumpieron en la habitació
—Padre, ¿qué está pasando? —preguntó Gabriel con el ceño fruncido, su voz cargada de impaciencia.Terrance lo miró fijamente, con una intensidad sombría en sus ojos oscuros. Su postura, normalmente erguida y segura, tenía un matiz de urgencia, como si estuviera a punto de revelar algo que cambiaría todo.—Siéntate, hijo. Debemos hablar.El tono de su padre lo desconcertó. Gabriel obedeció sin protestar, aunque sentía que su corazón latía con fuerza contra su pecho.—Habla. Dejé sola a Lilian y…—Tienes un enemigo, Gabriel. Alguien que ha estado moviendo sus piezas en las sombras, alguien que quiere destruirnos.El joven frunció el ceño aún más.—¿Qué? ¿Quién? —su voz se alzó con incredulidad.Terrance apretó la mandíbula.—Es alguien de mi pasado… Un hombre que ha regresado con un solo propósito: vengarse. Y ha comenzado por ti.Gabriel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—No entiendo, ¿qué tiene que ver eso conmigo?—Él envió a alguien para acercarse a ti —continuó su padre co
—¡Es mentira! —gritó Terrance con voz firme, su mirada fulminante—. Estás sembrando caos, puedo ver a través de ti. Sé que mientes.Lilian sonrió con burla, inclinando apenas el rostro con una expresión de perverso placer.—No miento… —susurró, disfrutando la duda sembrada en los ojos de Gabriel.Terrance, sin perder el control, hizo un gesto con la mano y dos guardias se acercaron de inmediato.Lilian intentó resistirse, pero la tomaron con fuerza y la ataron a una silla de metal.—¡Pagarás por esto, Eastwood! —espetó, escupiendo al suelo.Gabriel, con el pecho ardiendo de rabia, dio media vuelta y salió del sótano.Sus pasos resonaban con furia en el piso de mármol. Terrance lo siguió.—¡Gabriel! ¿A dónde vas? —lo alcanzó en la escalera, sujetándolo del brazo.Gabriel se giró bruscamente. Su mirada estaba llena de odio, sus puños apretados.—Voy a hablar con Vivian —gruñó entre dientes—. Ella va a confesarlo todo. ¡Si es una traidora, quiero escuchar de su propia boca por qué lo hizo
Mansión Eastwood.Lilian gritó con desesperación, su cuerpo contorsionándose por el dolor, pero las paredes del sótano eran como un muro infranqueable para los sonidos.Ningún suspiro, ni llanto, ni grito lograrían escapar de ese lugar.Estaba herida, y lo peor de todo: nadie parecía importarle. El aire, denso y pesado, parecía tragarse sus gemidos, ahogando cualquier rastro de humanidad que pudiera quedar.—¡Habla! —ordenó uno de los guardias con una voz autoritaria, fría como el acero.El hombre señaló un teléfono que resonaba entre el silencio del sótano, el teléfono de Lilian recibía una llamada.La tensión se apoderó del ambiente cuando Terrance tomó el teléfono.Todos los presentes guardaron silencio, conteniendo la respiración, incluso cubrieron la boca de Lilian para que no pudiera decir una sola palabra que pudiera escapar y alterar el curso de lo que estaba a punto de suceder.—Hola.La voz de Martín salió clara y fuerte a través del teléfono, una voz que Terrance reconoció a
Vivian sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con rapidez, y sus manos temblaban al aferrarse instintivamente a su vientre.—¡No puedes hacer esto! —suplicó con la voz quebrada—. Por favor… yo no hice nada malo.Pero la furia en los ojos de Gabriel era implacable, dos pozos oscuros que la atravesaban con un juicio cruel.—¡No mientas! —bramó, avanzando hacia ella como un depredador, acechando a su presa—. Lilian ya lo admitió. ¡Admítelo tú también! Sabes que es verdad. Te acercaste a mí solo para ayudar a un loco con su venganza, pero cuando supiste que era muy rico, decidiste meterte en mi cama para luego chantajearme.Vivian negó con la cabeza, su rostro pálido, sus labios temblorosos.—No sé de qué diablos hablas… —susurró, intentando mantener la compostura—. Estás loco.—Primero quiero saber si ese hijo es mío —dijo él, su tono impregnado de veneno—. Pero si lo es… te encerraré hasta que des a luz. Y después, te lo arr