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La fiesta comenzó con un bullicio alegre, una vibrante atmósfera que llenaba la mansión.Las luces brillaban en el techo y la música envolvía a los invitados como una manta cálida.Todos reían y disfrutaban, pero, en medio de la multitud, Terrance y Paz se encontraron, como si el resto del mundo hubiera desaparecido.Terrance tomó su mano con firmeza, guiándola hacia el centro de la pista de baile.El espacio parecía desaparecer a su alrededor, solo existían ellos dos, en ese pequeño universo privado.Bailaron lentamente, sus cuerpos moviéndose al compás de una melodía que solo ellos podían oír.Era como si no pudieran separarse, como si sus corazones latieran al mismo ritmo, en una perfecta sincronización.—Te amo, Paz —susurró Terrance, sus palabras se perdieron en el suave murmullo de la música, pero Paz las escuchó perfectamente, como si fueran las más importantes de todas—. Gracias por estar a mi lado, gracias por perdonarme.Paz lo miró, una mezcla de amor y melancolía en sus ojo
Paz caminaba por el jardín con pasos lentos, su mente todavía envuelta en la felicidad que sentía por la reconciliación con Terrance.El aire fresco de la noche acariciaba su rostro, y las estrellas brillaban intensamente en el cielo, como si quisieran iluminar su corazón.Sin embargo, una sensación extraña se apoderó de ella, una mezcla de ansiedad y anticipación que no podía descifrar.La luna, alta y llena, parecía observarla desde lo alto mientras avanzaba, imbuida en sus propios pensamientos.Al llegar al salón del jardín, se detuvo un momento. Las puertas de cristal estaban entreabiertas, dejando escapar una suave luz que iluminaba las rosas blancas y los árboles altos que rodeaban el lugar.El aroma fresco de las flores se mezclaba con el aire nocturno, pero algo en el ambiente parecía diferente, como si todo estuviera cargado de una tensión invisible.Paz sintió cómo su pulso se aceleraba y una ligera inquietud se apoderó de ella, pero no podía comprender por qué.Entró al saló
—¡No eres apto para el proyecto Zero! Lo sabes bien, Orson. Mira hasta dónde has llegado... solo sabes causar destrucción. Por eso nunca ibas a formar parte del proyecto —dijo Paz con firmeza, su voz templada como el acero.Los ojos de Orson destellaron de furia.—¡Cállate! —rugió, apretando el arma contra su sien.Terrance dio un paso adelante, el miedo atenazándole el pecho.—¡Déjala en paz!Pero Orson no le prestó atención. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel.—Escuchen bien, si quieren que la preciosa Paz Leeman siga respirando, entréguenme el proyecto Zero. Quiero toda la información: el software, los estudios, los avances… ¡Lo quiero todo!Terry sintió el peso de la decisión ahogándolo. Si entregaba el proyecto, todo por lo que habían trabajado estaría en manos de un hombre sin escrúpulos. Pero si se negaba… Paz podía morir en cualquier segundo.—¡Sí! ¡Te daré todo! —exclamó, desesperado—. Pero suéltala primero.Orson rio con desprecio.—¿Crees que soy un idiota? ¡Lo quie
—No quiero que nadie se entere aún, Terry... Tengo miedo. Miedo de perderlo todo. —su voz temblaba, casi inaudible, mientras sus dedos se aferraban con fuerza a la tela de su camisa, buscando algo que le diera seguridad.Terry, al verla tan vulnerable, se acercó lentamente, su rostro reflejaba la preocupación de quien nunca había visto a Paz tan angustiada.Sin mediar palabra, tomó su mano, dejando que el contacto entre ellos fuera el único consuelo que pudieran encontrar en ese momento.—Nuestro hijo... —comenzó, buscando las palabras que pudieran calmarla, que pudieran darle fuerza—. Nuestro hijo va a nacer sano, Paz. Fuerte. Porque su madre es la mujer más valiente que he conocido. —su voz, suave y firme, la envolvía como un abrazo invisible. Con un suspiro, se inclinó hacia ella, besando sus labios con ternura.Paz, aunque afectada por el temor, respondió al beso, sintiendo la calidez que le proporcionaba la cercanía de Terry.—Mantengámoslo en secreto, mientras el bebé crece un po
Cuando salió del baño, Bianca se sentó en la cama, su corazón aún acelerado por la tensión del día. Las dudas y los miedos seguían nublando su mente, pero por un momento, trató de respirar profundamente y dejar todo eso atrás.En ese instante, Randall entró a la habitación. Un destello de calidez cruzó su rostro al verla sentada, como si la luz de la habitación la envolviera. Corrió hacia ella, sin pensarlo, y la abrazó con fuerza, como si la seguridad de sus brazos fuera la única cosa que importaba en el mundo.—Hola, mi amor —dijo, su voz llena de ternura, mientras le extendía una rosa roja, esa flor que había elegido especialmente para ella, como si simbolizara su amor en cada pétalo. Bianca la miró, con los ojos brillando, sorprendida por el gesto. La tomó en sus manos, y sin pensarlo, le dio un beso en los labios, un beso que significaba más que palabras.Después, con una sonrisa cálida, colocó la rosa en el florero que había en la mesa de noche, un pequeño detalle que siempre le
Linda corrió a buscar a David.El hombre estaba inmóvil, sus ojos apagados, su rostro demacrado por el sufrimiento.Ella lo encontró atado, sin fuerzas, pero al ver su estado, el instinto de madre la hizo actuar.Corrió hacia él, sus manos temblorosas, desatando las cuerdas que lo mantenían prisionero.David levantó la mirada hacia ella, y sus manos, visiblemente rojas y doloridas, temblaron al tocar su rostro.Era evidente que había estado mucho tiempo en esa condición, y las huellas del maltrato se reflejaban en su cuerpo, cada uno de los golpes que había recibido marcando su piel.—¡David! —sollozó Linda, arrodillándose junto a él, una lágrima cayendo de sus ojos. — Es Deborah, ¡ella me ha abandonado porque no la amas! —dijo, entre sollozos, mientras tomaba su mano con desesperación—. Te lo suplico, ama a mi hija como la amaste antes. Yo te liberaré, te lo prometo.David la miró, su mirada se llenó de odio y decepción. En ese instante, lo entendió todo. Sabía quiénes eran esas mujer
En el hospital.Paz entró lentamente a la habitación, su corazón latía con fuerza en su pecho.El aire olía a desinfectante, pero ella apenas lo notó. Sus ojos se posaron en el hombre que yacía en la cama, tan débil, tan frágil.Ya no era el mismo hombre que había sido su padre, aquel que la miraba con desprecio, que le gritaba, que la despreciaba con una crueldad que todavía podía sentir en lo más profundo de su ser. Su rostro estaba demacrado, sus ojos apagados por el paso del tiempo y la enfermedad.Pero había algo en él que la sorprendió: un atisbo de vulnerabilidad que no había visto antes.David Leeman abrió los ojos lentamente.Al principio, parecía perdido, como si no reconociera el lugar o a la persona frente a él.Pero luego, sus ojos se fijaron en Paz, y una chispa de sorpresa, de anhelo, brilló en su mirada.—¡Hija, estás aquí! Me salvaste… —su voz, rasposa y quebrada por la debilidad, sonaba cargada de desesperación.Paz sintió un nudo en el estómago, pero no cedió. Mantuv
Randall salió apresuradamente de la empresa, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja sombrío.Había recibido un mensaje urgente de su esposa, Bianca, que le pedía que regresara a casa de inmediato, asegurándole que tenía una sorpresa para él.El corazón de Randall dio un pequeño salto al leer esas palabras.Después de todo, no había mucho que pudiera esperar de su vida en ese momento, pero las sorpresas siempre despertaban algo de curiosidad en él.Sin embargo, aún tenía una reunión en un restaurante, algo que no podía evitar si quería mantener el rumbo en sus negocios.La reunión fue corta, de esas que no dejan nada más que un par de palabras vacías y promesas que nunca se cumplen.Pero Randall ya no estaba en el estado mental adecuado para prestarle atención a eso.El mensaje de Bianca había quedado grabado en su mente, resonando en cada paso que daba al salir del restaurante.Aun cuando la reunión terminó, algo en su interior le pedía que no se demorara más, que f