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Cuando Deborah llegó a la bodega a las afueras de la ciudad, su risa maliciosa rompió el silencio de la noche.La luna apenas iluminaba el camino, pero sus ojos brillaban con una satisfacción siniestra.Había esperado este momento durante tanto tiempo, y ahora, finalmente, estaba a punto de tener lo que deseaba.—¿La trajeron? —preguntó, su voz cargada de una ira contenida.Los hombres que la acompañaban asintieron sin decir palabra. Le hicieron un gesto para que los siguiera hacia el interior de la bodega.La habitación estaba vacía, excepto por un colchón viejo tirado en el suelo, y en él, la figura indefensa de Paz.Al verla, los ojos de Deborah se oscurecieron, y una sonrisa cruel apareció en sus labios.Se acercó lentamente, disfrutando cada paso mientras su mirada se clavaba en la joven.Todo lo que había deseado, todo lo que había perdido, ahora parecía al alcance de su mano.—¿Qué tienes tú, Paz? —su voz tembló de odio—. ¿Qué tienes tú que no tenga yo? ¿Qué es lo que tienes que
Bianca rompió en llanto, las lágrimas corriendo por su rostro como una cascada incontrolable.Intentó llamar a Randall una vez más, pero su teléfono seguía sonando en vacío, su llamada sin respuesta.Desesperada, lanzó el teléfono con rabia, escuchando el ruido sordo del dispositivo al caer al suelo, pero el dolor que sentía en su pecho era mucho más intenso que el de su fracaso al no obtener ninguna respuesta.De repente, algo más la hizo detenerse en seco. Sintió una humedad en sus piernas.Miró aterrada hacia abajo y vio la sangre, corriendo en un torrente que rápidamente empapaba el suelo bajo ella.Un grito ahogado salió de sus labios, un grito desgarrador que solo podía ser interpretado por una madre que estaba perdiendo a su hijo.—¡No, mi hijo! —exclamó, el terror paralizándola.Su visión comenzó a nublarse, el dolor físico y emocional combinándose en un torbellino que la hizo perder el control.En un instante, su cuerpo cedió y se desmayó.Su empleada, que había estado cerca,
Randall se levantó de la cama, con una sensación de inquietud que le oprimía el pecho.—Randall, espera… —dijo Terrance, la voz llena de preocupación.Randall se detuvo por un instante, pero su mente solo podía pensar en una cosa.—¡No, dime! ¿Qué pasa con Bianca? —exclamó, con los ojos llenos de pavor.—Al parecer, está enferma. —respondió Terrance, su tono grave y serio.El corazón de Randall latió más rápido, como si se estuviera rompiendo en pedazos. La ansiedad lo envolvía, y el miedo de perderla lo acechaba.—¡Tengo que ver a mi esposa! Por favor, llevadme a ella. —dijo, su voz temblando por la urgencia.Ambos salieron apresuradamente de la habitación, pero en el pasillo una enfermera apareció, con una expresión seria.—Bianca está en este mismo hospital. —informó la enfermera.Randall no perdió tiempo, corrió hacia la habitación de Bianca con el alma hecha pedazos, el pánico se apoderaba de él mientras pensaba en su bienestar y el de su hijo.Cuando llegó, el doctor apareció en
Por la noche.La mansión Eastwood estaba llena de risas y emoción.Aquella noche, la familia se reunía para celebrar dos grandes revelaciones: Paz y Bianca, ambas en etapas avanzadas de sus embarazos, estaban listas para revelar el sexo de sus bebés.Bianca, con un mes menos de embarazo que Paz, ya conocía el sexo del bebé, pero prefería dejar que el momento fuera aún más especial.Las niñas, Mila y Mia, tenían en sus manos dos huevos decorados con confeti, cada uno preparado para hacer estallar la sorpresa.Amelia, con una sonrisa cálida, fue la primera en hablar.—Bien, Mia, ¿estás lista para hacer la gran revelación? ¡Rompe el huevo que nos dirá si tu tía tendrá niño o niña!Mia asintió, sus ojos brillando de emoción mientras todos se reunían en el jardín. Con un grito de júbilo, lanzó el huevo al suelo, y de inmediato, una lluvia de confeti azul salió disparada al aire. La familia estalló en aplausos, celebrando la noticia. Las niñas estaban radiantes de felicidad.—¡Sigo yo! —grit
Varios meses después.Paz se encontraba frente al espejo, observando su reflejo.El vestido de novia era sencillo, de tela ligera, ideal para la ceremonia en la playa, pero su corazón latía con fuerza.No podía evitar sonreír al verse; se sentía radiante, como si estuviera comenzando una nueva vida.Sin embargo, algo en su interior no dejaba de pulsar con una mezcla de emociones.Recordó su primera boda, aquella en la que se sentía atrapada en un torbellino de inseguridades y miedos.Todo lo que tenía entonces era un amor inmaduro, tan lleno de sacrificios que se sentían más como cadenas que como una verdadera expresión de cariño.Ahora, mirándose al espejo, sentía que por fin estaba eligiendo lo que quería para sí misma, sin ataduras, sin dudas.La puerta se abrió y Amelia entró en la habitación, su mirada fija en Paz. La mujer dejó escapar un suspiro de admiración.—¡Eres tan hermosa, hija! —exclamó, acercándose rápidamente para abrazarla con fuerza.Paz la abrazó de vuelta, sintiend
Por la noche. La luna iluminaba el océano, y el viento suave movía la suave tela de las cortinas del yate.Paz y Terrance subieron juntos al lujoso yate, el ambiente perfecto para lo que sucedería después.En la habitación, las luces cálidas reflejaban la suave seda del dosel que rodeaba la cama, la cual estaba adornada con pétalos de rosa.El aire fresco del mar entraba por las ventanas abiertas, pero sus cuerpos, desnudos y entrelazados, ardían con una necesidad incontrolable.Terrance la miró profundamente, sus ojos reflejaban un deseo desenfrenado.La acercó a él, besando su piel con la ternura de quien sabe lo que ha esperado tanto tiempo.Cada roce de sus labios sobre su cuello, cada caricia en su piel era, como una promesa que se cumplía, un testamento del amor que nunca había dejado de arder en su interior.Paz se dejó llevar, su cuerpo respondía al de él, y su corazón latía con fuerza, como si estuviera a punto de explotar.Los besos se volvieron más intensos, más urgentes, c
Veinte años despuésPOV Terrance“Dicen que un hombre que en el pasado lastimó el corazón de una buena mujer, pagará su karma con sus hijas, porque ellas, al igual que esa mujer, sufrirán en cuestiones de amores. Siempre creí que eso era una superstición absurda, algo que los viejos cuentan para asustar a los jóvenes, pero ahora... ahora, no estoy tan seguro.”El llanto de Mila resonaba por toda la casa. Esa tristeza desgarradora que nadie debería sentir.Terrance estaba de pie frente a la cama de su hija, su rostro arrugado por la preocupación, las manos temblorosas al intentar ofrecer consuelo.—¡Déjame a solas, papá! —su voz estaba rota por el dolor.Terrance tomó su mano con suavidad, intentando darle una mínima sensación de seguridad en medio de su tormenta emocional.Pero la miró a los ojos y sintió su propio corazón romperse con la angustia reflejada en su rostro.—Escúchame, Mila... él no te merece. Si fue capaz de traicionarte de esa manera, olvídalo. Ya vendrá un buen hombre
Mia llegó a casa como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.Cada paso que daba dentro de la casa era una tortura, como si el lugar que alguna vez había llamado hogar ya no tuviera cabida en su corazón.Apenas cruzó la puerta, la voz de Leslie, su cuñada, la alcanzó como un grito de advertencia.—¡Quiero que me hagas las uñas, Mia! Hoy tengo una fiesta —le ordenó con desdén, como si no hubiera notado el estado de su cuñada.Mia la miró con rabia, esa rabia que llevaba en su pecho creciendo dentro de ella, alimentada por los silencios de Eugenio y las humillaciones que ya no estaba dispuesta a soportar.—Paga para que te las hagan, ¡Yo no soy tu criada! —respondió con una calma fría, sin poder ocultar el veneno en sus palabras.Leslie se quedó muda por un momento, sorprendida por la respuesta.Sus ojos se agrandaron, y una sonrisa irónica apareció en sus labios.—¡¿Disculpa?! Eres mi criada, ¡no olvides tu lugar!Las palabras de Leslie golpearon a Mia como una bofetada invisi