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Por la noche.La mansión Eastwood estaba llena de risas y emoción.Aquella noche, la familia se reunía para celebrar dos grandes revelaciones: Paz y Bianca, ambas en etapas avanzadas de sus embarazos, estaban listas para revelar el sexo de sus bebés.Bianca, con un mes menos de embarazo que Paz, ya conocía el sexo del bebé, pero prefería dejar que el momento fuera aún más especial.Las niñas, Mila y Mia, tenían en sus manos dos huevos decorados con confeti, cada uno preparado para hacer estallar la sorpresa.Amelia, con una sonrisa cálida, fue la primera en hablar.—Bien, Mia, ¿estás lista para hacer la gran revelación? ¡Rompe el huevo que nos dirá si tu tía tendrá niño o niña!Mia asintió, sus ojos brillando de emoción mientras todos se reunían en el jardín. Con un grito de júbilo, lanzó el huevo al suelo, y de inmediato, una lluvia de confeti azul salió disparada al aire. La familia estalló en aplausos, celebrando la noticia. Las niñas estaban radiantes de felicidad.—¡Sigo yo! —grit
Varios meses después.Paz se encontraba frente al espejo, observando su reflejo.El vestido de novia era sencillo, de tela ligera, ideal para la ceremonia en la playa, pero su corazón latía con fuerza.No podía evitar sonreír al verse; se sentía radiante, como si estuviera comenzando una nueva vida.Sin embargo, algo en su interior no dejaba de pulsar con una mezcla de emociones.Recordó su primera boda, aquella en la que se sentía atrapada en un torbellino de inseguridades y miedos.Todo lo que tenía entonces era un amor inmaduro, tan lleno de sacrificios que se sentían más como cadenas que como una verdadera expresión de cariño.Ahora, mirándose al espejo, sentía que por fin estaba eligiendo lo que quería para sí misma, sin ataduras, sin dudas.La puerta se abrió y Amelia entró en la habitación, su mirada fija en Paz. La mujer dejó escapar un suspiro de admiración.—¡Eres tan hermosa, hija! —exclamó, acercándose rápidamente para abrazarla con fuerza.Paz la abrazó de vuelta, sintiend
Por la noche. La luna iluminaba el océano, y el viento suave movía la suave tela de las cortinas del yate.Paz y Terrance subieron juntos al lujoso yate, el ambiente perfecto para lo que sucedería después.En la habitación, las luces cálidas reflejaban la suave seda del dosel que rodeaba la cama, la cual estaba adornada con pétalos de rosa.El aire fresco del mar entraba por las ventanas abiertas, pero sus cuerpos, desnudos y entrelazados, ardían con una necesidad incontrolable.Terrance la miró profundamente, sus ojos reflejaban un deseo desenfrenado.La acercó a él, besando su piel con la ternura de quien sabe lo que ha esperado tanto tiempo.Cada roce de sus labios sobre su cuello, cada caricia en su piel era, como una promesa que se cumplía, un testamento del amor que nunca había dejado de arder en su interior.Paz se dejó llevar, su cuerpo respondía al de él, y su corazón latía con fuerza, como si estuviera a punto de explotar.Los besos se volvieron más intensos, más urgentes, c
Veinte años despuésPOV Terrance“Dicen que un hombre que en el pasado lastimó el corazón de una buena mujer, pagará su karma con sus hijas, porque ellas, al igual que esa mujer, sufrirán en cuestiones de amores. Siempre creí que eso era una superstición absurda, algo que los viejos cuentan para asustar a los jóvenes, pero ahora... ahora, no estoy tan seguro.”El llanto de Mila resonaba por toda la casa. Esa tristeza desgarradora que nadie debería sentir.Terrance estaba de pie frente a la cama de su hija, su rostro arrugado por la preocupación, las manos temblorosas al intentar ofrecer consuelo.—¡Déjame a solas, papá! —su voz estaba rota por el dolor.Terrance tomó su mano con suavidad, intentando darle una mínima sensación de seguridad en medio de su tormenta emocional.Pero la miró a los ojos y sintió su propio corazón romperse con la angustia reflejada en su rostro.—Escúchame, Mila... él no te merece. Si fue capaz de traicionarte de esa manera, olvídalo. Ya vendrá un buen hombre
Mia llegó a casa como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.Cada paso que daba dentro de la casa era una tortura, como si el lugar que alguna vez había llamado hogar ya no tuviera cabida en su corazón.Apenas cruzó la puerta, la voz de Leslie, su cuñada, la alcanzó como un grito de advertencia.—¡Quiero que me hagas las uñas, Mia! Hoy tengo una fiesta —le ordenó con desdén, como si no hubiera notado el estado de su cuñada.Mia la miró con rabia, esa rabia que llevaba en su pecho creciendo dentro de ella, alimentada por los silencios de Eugenio y las humillaciones que ya no estaba dispuesta a soportar.—Paga para que te las hagan, ¡Yo no soy tu criada! —respondió con una calma fría, sin poder ocultar el veneno en sus palabras.Leslie se quedó muda por un momento, sorprendida por la respuesta.Sus ojos se agrandaron, y una sonrisa irónica apareció en sus labios.—¡¿Disculpa?! Eres mi criada, ¡no olvides tu lugar!Las palabras de Leslie golpearon a Mia como una bofetada invisi
La risa amarga de su suegra María llenó la habitación, un sonido seco, casi cruel, que se quedó suspendido en el aire como un veneno.Eugenio, fuera de sí, lanzó los papeles al suelo con furia a un lado.Sus manos temblaban de rabia, pero su voz era firme, como si tratara de controlar todo lo que ya se le escapaba de las manos.—¡Tonterías! No nos divorciaremos por algo tan absurdo, Mia. Vamos a arreglar esto, tú y yo... como siempre.María, alzando los papeles de divorcio con desdén, los agitó en el aire con una sonrisa de satisfacción cruel.Sus ojos brillaban de una mezcla de desprecio y victoria.—¡No hay nada que arreglar! —exclamó, su tono cargado de veneno—. Esta zorra ya firmó, ¿y sabes qué? Ahora déjala ir, ¡es un estorbo, hijo! ¡Además, no lo olvides, ella te fue infiel!Mia frunció el ceño, confundida, como si esas palabras no tuvieran sentido.Su corazón latía con fuerza, pero era un latido lleno de incertidumbre.—¿Infiel? —exclamó incrédula, mirando a Eugenio con ojos des
Eugenio no supo cuántos metros corrió tras el auto, no sabía cuántos segundos, minutos, u horas habían pasado, hasta que sus piernas cedieron y cayó al suelo, de rodillas. Solo en ese momento, cuando su cuerpo se desplomó en el asfalto frío y su corazón palpitaba con furia, pudo darse cuenta de lo que sucedía. ¡Estaba llorando!Nunca lo había hecho. Nunca había permitido que las lágrimas se desbordaran, incluso ni siquiera el dìa en que su medio hermano fue acusado y llevado a prisión hace un mes. Solo en el funeral de su padre, un dolor contenido y lejano lo había obligado a llorar. Pero ahora, aquí, en la soledad del abandono, estaba derrumbado. Lloraba por ella, por lo que había perdido, por todo lo que había sido engañado a creer.«Mia… ¿Nunca me amaste? ¿Amabas a Gabriel Eastwood?» El pensamiento lo atormentaba, lo aplastaba como un peso inmenso sobre su pecho. «Es más joven que los dos, y lo preferiste a él. ¿Es porque no conseguí ser tan rico como los Eastwood? ¿Por qué no me de
Mila se apartó bruscamente de Aldo, con la respiración agitada y las manos temblorosas por la rabia. Sus ojos, que hasta hace unos minutos reflejaban tristeza, ahora estaban llenos de furia.—¡Es tu culpa! —espetó, con la voz temblorosa, por la mezcla de alcohol y enojo.Aldo la miró desconcertado.—¿Mi culpa? ¿De qué estás hablando?—Ella es tu amiga, ¿no? ¡Esa m*****a tarántula es tu amiga! Tú los presentaste, los acercaste, los metiste en el mismo círculo. ¡Si no fuera por ti, esto no habría pasado!Aldo retrocedió, sintiendo cómo el aire entre ellos se cargaba de resentimiento.—¡¿Qué?! —exclamó con incredulidad—. Ellos ya se conocían de antes, solo de vista. ¡Yo no tuve nada que ver!Pero las palabras de Aldo no significaban nada para Mila en ese momento.Su dolor era demasiado intenso, y necesitaba culpar a alguien, a cualquiera, para no sentir que se estaba ahogando en su propia desesperación.Sin pensarlo dos veces, agarró la botella de Martini de la mesa, la destapó con torpez