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Eugenio no supo cuántos metros corrió tras el auto, no sabía cuántos segundos, minutos, u horas habían pasado, hasta que sus piernas cedieron y cayó al suelo, de rodillas. Solo en ese momento, cuando su cuerpo se desplomó en el asfalto frío y su corazón palpitaba con furia, pudo darse cuenta de lo que sucedía. ¡Estaba llorando!Nunca lo había hecho. Nunca había permitido que las lágrimas se desbordaran, incluso ni siquiera el dìa en que su medio hermano fue acusado y llevado a prisión hace un mes. Solo en el funeral de su padre, un dolor contenido y lejano lo había obligado a llorar. Pero ahora, aquí, en la soledad del abandono, estaba derrumbado. Lloraba por ella, por lo que había perdido, por todo lo que había sido engañado a creer.«Mia… ¿Nunca me amaste? ¿Amabas a Gabriel Eastwood?» El pensamiento lo atormentaba, lo aplastaba como un peso inmenso sobre su pecho. «Es más joven que los dos, y lo preferiste a él. ¿Es porque no conseguí ser tan rico como los Eastwood? ¿Por qué no me de
Mila se apartó bruscamente de Aldo, con la respiración agitada y las manos temblorosas por la rabia. Sus ojos, que hasta hace unos minutos reflejaban tristeza, ahora estaban llenos de furia.—¡Es tu culpa! —espetó, con la voz temblorosa, por la mezcla de alcohol y enojo.Aldo la miró desconcertado.—¿Mi culpa? ¿De qué estás hablando?—Ella es tu amiga, ¿no? ¡Esa m*****a tarántula es tu amiga! Tú los presentaste, los acercaste, los metiste en el mismo círculo. ¡Si no fuera por ti, esto no habría pasado!Aldo retrocedió, sintiendo cómo el aire entre ellos se cargaba de resentimiento.—¡¿Qué?! —exclamó con incredulidad—. Ellos ya se conocían de antes, solo de vista. ¡Yo no tuve nada que ver!Pero las palabras de Aldo no significaban nada para Mila en ese momento.Su dolor era demasiado intenso, y necesitaba culpar a alguien, a cualquiera, para no sentir que se estaba ahogando en su propia desesperación.Sin pensarlo dos veces, agarró la botella de Martini de la mesa, la destapó con torpez
Mila pareció reaccionar de golpe, como si una ola de conciencia la azotara en medio de su embriaguez.Sus manos temblorosas se apoyaron en el pecho de Aldo y lo empujaron lentamente, tratando de poner distancia entre ellos.—No… no… espera… —balbuceó, su respiración entrecortada, su mente nublada por el alcohol y la confusión—. Yo… yo quiero a…Pero Aldo no le dio oportunidad de terminar la frase.Volvió a besarla con la misma intensidad, con una desesperación que parecía brotar de lo más profundo de su alma.Un beso lleno de rabia, de súplica, de una necesidad que le quemaba por dentro.—¡No quieres a ese hombre! —exclamó contra sus labios, su voz quebrada por la emoción—. No puedes querer a alguien que destroza tu corazón sin piedad. ¡Mírame, Mila! Estoy aquí, soy real… y soy tuyo. ¿Qué más me falta para que me ames solo a mí?Mila cerró los ojos con fuerza, intentando ignorar la batalla dentro de sí misma.Su corazón latía frenético, un torbellino de emociones encontradas que la dej
Mientras la noche avanzaba y la ciudad dormía, el mundo virtual ardía con la inesperada noticia.Las redes sociales estaban en ebullición, llenas de comentarios, especulaciones y teorías sobre el matrimonio repentino de Mila y Aldo.“¿Es una broma? No es primero de abril.”“¿Desde cuándo estaban enamorados en secreto?”“¿Mila está actuando por despecho?”Algunos se burlaban, otros felicitaban con entusiasmo, y había quienes se desgarraban por dentro al leer la noticia.Para algunos, era un cuento de hadas, el destino uniendo a dos almas predestinadas; para otros, era un escándalo, una locura sin sentido.Entre los espectadores estaba Arly, quien al ver el video sonrió con cierto alivio.«Si Mila se casa con Aldo, tal vez todos dejen de señalarme como la villana. Quizá ahora me dejen en paz...» pensó con una satisfacción oculta. Además, Aldo era guapo, rico y exitoso.A simple vista, el hombre ideal para Mila. Tal vez, después de todo, esto era lo mejor para todos.Pero no todos compart
Mila se levantó de la cama con rapidez, su cuerpo aún adolorido por la resaca, la cabeza latiendo a golpes.Miró a su alrededor, sintiendo la pesadez del ambiente. No podía recordar con claridad lo que había pasado, solo fragmentos borrosos de una noche de ebriedad que no deseaba recordar.Comenzó a vestirse a toda prisa, el sonido de su ropa arrugándose, llenando el aire.Se sentía vulnerable, incómoda, y, sobre todo, perdida.—¡No me mires, cierra los ojos! —ordenó, con una voz que intentaba sonar firme, pero que temblaba por la ansiedad.Aldo obedeció de inmediato, dándole la espalda.Mila podía sentir sus ojos sobre su piel, aunque él ya no la mirara. Algo dentro de ella se estremeció, algo que no alcanzaba a comprender.Cuando terminó de vestirse, lo miró de reojo. Él estaba acostado en la cama, con la sábana, cubriéndole la cintura.Aún no comprendía lo que había pasado entre ellos, pero una parte de su cuerpo le decía que no era lo que pensaba.Sentía como si nada de eso hubiera
Eugenio golpeó la mesa con fuerza, su respiración se desbocó, su corazón latía tan rápido que sentía como si fuera a estallar en su pecho.—¡Imposible! ¡Ella no puede ser la heredera de los Eastwood! —exclamó, con los ojos fijos en el teléfono, el eco de la noticia retumbando en su mente. Pero, por alguna razón, algo en lo más profundo de él le decía que eso era cierto.Tras la puerta, Arleth escuchaba cada palabra, sintiendo cómo la rabia y la frustración comenzaban a consumirla.Con una mano apretaba su vientre, como si pudiera sujetar su vida, como si pudiera evitar que la ira la devorara por completo.«No, no puede ser. Mia... ¿Una rica heredera? Eso no tiene sentido, ¿Por qué quedarse con un hombre debajo de su nivel? Y aunque fuera cierto, ya no tiene cabida en la vida de Eugenio. Ya no...», pensó, con los dientes apretados, sintiendo el peso del odio formándose dentro de ella.Volvió a tocar su vientre, como si el pequeño ser que crecía allí fuera la única razón por la que segui
Mila subió las escaleras con el corazón golpeando con fuerza en su pecho.Había escuchado las palabras de su padre, pero no podía procesarlas aún.«¿Casarme con Aldo?», se repetía en su mente, mientras sus pasos apresurados no lograban calmar el torbellino dentro de ella.¿Era esto lo que realmente quería?—Padre yo… ¡No me casaré con Aldo!Mila subió rápido las escaleras dejándolos desconcertados.Cuando llegó a su habitación, cerró la puerta con un fuerte golpe, como si quisiera dejar fuera todo el peso de la realidad que la estaba aplastando.Pero antes de que pudiera hundirse en sus pensamientos, una figura familiar apareció frente a ella.—¡Mia! —gritó, sin poder evitar el alivio que sentía al ver a su hermana.Mia corrió a abrazarla, apretándola con fuerza. El contacto con ella era lo único que le daba algo de paz en medio de tanta tormenta.—¿Cuándo volviste? —preguntó Mila, notando la preocupación en los ojos de Mia.Mia la miró con un rastro de angustia en el rostro.Había alg
Arly sanaba las heridas de su prometido Francisco con manos temblorosas, cada movimiento reflejaba la ansiedad.—Francisco, pero… ¿Por qué Aldo te golpeó? —preguntó Arly, con la voz quebrada por la confusión y el miedo.Los recuerdos de la pelea todavía eran frescos, su mente aún no podía procesar lo que había sucedido. Aldo había reaccionado con una furia descontrolada.—¡Ya te dije! —exclamó Francisco, frotándose la mejilla dolorida—. Fue culpa de Mila. Ella está tan celosa, que no puede soportar vernos juntos. Fue ella quien lo incitó a Aldo, lo hizo pegarme.Arly frunció el ceño, sin comprender del todo.—Pensé que ella ahora tenía a Aldo y que, finalmente, iba a dejarnos en paz. Dicen que van a casarse y todo… —su voz se quebró al pronunciar esas últimas palabras, las palabras que siguieron de Francisco le dieron una punzada de inseguridad, le atravesó el corazón.—¡Ellos no van a casarse! —replicó Francisco, visiblemente irritado.Pero Arly, al escuchar esas palabras, no pudo evi