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—No quiero que nadie se entere aún, Terry... Tengo miedo. Miedo de perderlo todo. —su voz temblaba, casi inaudible, mientras sus dedos se aferraban con fuerza a la tela de su camisa, buscando algo que le diera seguridad.Terry, al verla tan vulnerable, se acercó lentamente, su rostro reflejaba la preocupación de quien nunca había visto a Paz tan angustiada.Sin mediar palabra, tomó su mano, dejando que el contacto entre ellos fuera el único consuelo que pudieran encontrar en ese momento.—Nuestro hijo... —comenzó, buscando las palabras que pudieran calmarla, que pudieran darle fuerza—. Nuestro hijo va a nacer sano, Paz. Fuerte. Porque su madre es la mujer más valiente que he conocido. —su voz, suave y firme, la envolvía como un abrazo invisible. Con un suspiro, se inclinó hacia ella, besando sus labios con ternura.Paz, aunque afectada por el temor, respondió al beso, sintiendo la calidez que le proporcionaba la cercanía de Terry.—Mantengámoslo en secreto, mientras el bebé crece un po
Cuando salió del baño, Bianca se sentó en la cama, su corazón aún acelerado por la tensión del día. Las dudas y los miedos seguían nublando su mente, pero por un momento, trató de respirar profundamente y dejar todo eso atrás.En ese instante, Randall entró a la habitación. Un destello de calidez cruzó su rostro al verla sentada, como si la luz de la habitación la envolviera. Corrió hacia ella, sin pensarlo, y la abrazó con fuerza, como si la seguridad de sus brazos fuera la única cosa que importaba en el mundo.—Hola, mi amor —dijo, su voz llena de ternura, mientras le extendía una rosa roja, esa flor que había elegido especialmente para ella, como si simbolizara su amor en cada pétalo. Bianca la miró, con los ojos brillando, sorprendida por el gesto. La tomó en sus manos, y sin pensarlo, le dio un beso en los labios, un beso que significaba más que palabras.Después, con una sonrisa cálida, colocó la rosa en el florero que había en la mesa de noche, un pequeño detalle que siempre le
Linda corrió a buscar a David.El hombre estaba inmóvil, sus ojos apagados, su rostro demacrado por el sufrimiento.Ella lo encontró atado, sin fuerzas, pero al ver su estado, el instinto de madre la hizo actuar.Corrió hacia él, sus manos temblorosas, desatando las cuerdas que lo mantenían prisionero.David levantó la mirada hacia ella, y sus manos, visiblemente rojas y doloridas, temblaron al tocar su rostro.Era evidente que había estado mucho tiempo en esa condición, y las huellas del maltrato se reflejaban en su cuerpo, cada uno de los golpes que había recibido marcando su piel.—¡David! —sollozó Linda, arrodillándose junto a él, una lágrima cayendo de sus ojos. — Es Deborah, ¡ella me ha abandonado porque no la amas! —dijo, entre sollozos, mientras tomaba su mano con desesperación—. Te lo suplico, ama a mi hija como la amaste antes. Yo te liberaré, te lo prometo.David la miró, su mirada se llenó de odio y decepción. En ese instante, lo entendió todo. Sabía quiénes eran esas mujer
En el hospital.Paz entró lentamente a la habitación, su corazón latía con fuerza en su pecho.El aire olía a desinfectante, pero ella apenas lo notó. Sus ojos se posaron en el hombre que yacía en la cama, tan débil, tan frágil.Ya no era el mismo hombre que había sido su padre, aquel que la miraba con desprecio, que le gritaba, que la despreciaba con una crueldad que todavía podía sentir en lo más profundo de su ser. Su rostro estaba demacrado, sus ojos apagados por el paso del tiempo y la enfermedad.Pero había algo en él que la sorprendió: un atisbo de vulnerabilidad que no había visto antes.David Leeman abrió los ojos lentamente.Al principio, parecía perdido, como si no reconociera el lugar o a la persona frente a él.Pero luego, sus ojos se fijaron en Paz, y una chispa de sorpresa, de anhelo, brilló en su mirada.—¡Hija, estás aquí! Me salvaste… —su voz, rasposa y quebrada por la debilidad, sonaba cargada de desesperación.Paz sintió un nudo en el estómago, pero no cedió. Mantuv
Randall salió apresuradamente de la empresa, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja sombrío.Había recibido un mensaje urgente de su esposa, Bianca, que le pedía que regresara a casa de inmediato, asegurándole que tenía una sorpresa para él.El corazón de Randall dio un pequeño salto al leer esas palabras.Después de todo, no había mucho que pudiera esperar de su vida en ese momento, pero las sorpresas siempre despertaban algo de curiosidad en él.Sin embargo, aún tenía una reunión en un restaurante, algo que no podía evitar si quería mantener el rumbo en sus negocios.La reunión fue corta, de esas que no dejan nada más que un par de palabras vacías y promesas que nunca se cumplen.Pero Randall ya no estaba en el estado mental adecuado para prestarle atención a eso.El mensaje de Bianca había quedado grabado en su mente, resonando en cada paso que daba al salir del restaurante.Aun cuando la reunión terminó, algo en su interior le pedía que no se demorara más, que f
Cuando Deborah llegó a la bodega a las afueras de la ciudad, su risa maliciosa rompió el silencio de la noche.La luna apenas iluminaba el camino, pero sus ojos brillaban con una satisfacción siniestra.Había esperado este momento durante tanto tiempo, y ahora, finalmente, estaba a punto de tener lo que deseaba.—¿La trajeron? —preguntó, su voz cargada de una ira contenida.Los hombres que la acompañaban asintieron sin decir palabra. Le hicieron un gesto para que los siguiera hacia el interior de la bodega.La habitación estaba vacía, excepto por un colchón viejo tirado en el suelo, y en él, la figura indefensa de Paz.Al verla, los ojos de Deborah se oscurecieron, y una sonrisa cruel apareció en sus labios.Se acercó lentamente, disfrutando cada paso mientras su mirada se clavaba en la joven.Todo lo que había deseado, todo lo que había perdido, ahora parecía al alcance de su mano.—¿Qué tienes tú, Paz? —su voz tembló de odio—. ¿Qué tienes tú que no tenga yo? ¿Qué es lo que tienes que
Bianca rompió en llanto, las lágrimas corriendo por su rostro como una cascada incontrolable.Intentó llamar a Randall una vez más, pero su teléfono seguía sonando en vacío, su llamada sin respuesta.Desesperada, lanzó el teléfono con rabia, escuchando el ruido sordo del dispositivo al caer al suelo, pero el dolor que sentía en su pecho era mucho más intenso que el de su fracaso al no obtener ninguna respuesta.De repente, algo más la hizo detenerse en seco. Sintió una humedad en sus piernas.Miró aterrada hacia abajo y vio la sangre, corriendo en un torrente que rápidamente empapaba el suelo bajo ella.Un grito ahogado salió de sus labios, un grito desgarrador que solo podía ser interpretado por una madre que estaba perdiendo a su hijo.—¡No, mi hijo! —exclamó, el terror paralizándola.Su visión comenzó a nublarse, el dolor físico y emocional combinándose en un torbellino que la hizo perder el control.En un instante, su cuerpo cedió y se desmayó.Su empleada, que había estado cerca,
Randall se levantó de la cama, con una sensación de inquietud que le oprimía el pecho.—Randall, espera… —dijo Terrance, la voz llena de preocupación.Randall se detuvo por un instante, pero su mente solo podía pensar en una cosa.—¡No, dime! ¿Qué pasa con Bianca? —exclamó, con los ojos llenos de pavor.—Al parecer, está enferma. —respondió Terrance, su tono grave y serio.El corazón de Randall latió más rápido, como si se estuviera rompiendo en pedazos. La ansiedad lo envolvía, y el miedo de perderla lo acechaba.—¡Tengo que ver a mi esposa! Por favor, llevadme a ella. —dijo, su voz temblando por la urgencia.Ambos salieron apresuradamente de la habitación, pero en el pasillo una enfermera apareció, con una expresión seria.—Bianca está en este mismo hospital. —informó la enfermera.Randall no perdió tiempo, corrió hacia la habitación de Bianca con el alma hecha pedazos, el pánico se apoderaba de él mientras pensaba en su bienestar y el de su hijo.Cuando llegó, el doctor apareció en