Capítulo 23

Estaba harto. No llevaba allí ni siquiera una semana y se sentía más y más débil, cansado, hambriento. Cada día se levantaba e iba hacia un nuevo sector a cavar la piedra, sin resultado alguno, acompañado siempre por el mocoso que no lo dejaba en paz, rodeado de personas que estaban más muertas que vivas, personas a las que él no pertenecía, no encajaba. Era el príncipe de Coss y, para poder comer, debía arrojarse con la multitud hacia donde caía la comida y pelearse por un trozo de pan, que solía ser su único alimento del día. Quienes no lo soportaban y no lograban hallar conux, morían por desnutrición y sus cadáveres eran retirados cuando ya empezaban a pudrirse. Debía lavarse con la misma agua que bebía y dormir sobre la piedra; despertaba cada amanecer con el cuerpo adolorido.

Y aquella mujer aún lo ignoraba. La buscaba cada tanto, disimuladamente, e intentaba acercarse, pero Dehna rehuía sus miradas con agilidad y se escabullía sin una palabra, sin un gesto. Cada noche,

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