Capítulo 2

4 días después de la conquista.

Hadassa.

Confusión…

Pude escuchar el sonido de un trago pasar por su garganta por la cercanía que tenía ese hombre para conmigo, y aunque me encontraba totalmente llena de miedo, levanté mi barbilla, retándolo con mi mirada.

—La muerte… no es castigo para nadie… —su voz era extremadamente gruesa, he hice todo mi esfuerzo por no estremecerme, porque mentiría si dijera que su presencia no consternaba a cualquiera—. Serás mi esclava hasta el día de tu muerte…

El hombre se apartó un pasó hacia atrás, y luego llevó su espada a mi barbilla para levantarla mientras sonreía. Pude sentí un poco de ardor en la parte que se clavaba en mi piel, pero no me moví, ni tampoco estremecí mi rostro.

Nunca sería su esclava, y desde ahora, haría todo lo posible por ganarme una muerte rápida.

—¡Rashad, el misericordioso…! —volvió a decir el hombre más fuerte, e inmediatamente supe que se estaba burlando de mi padre, sin embargo, el público hizo un silencio y todos quedaron algo confundidos por su decisión—. Rashad… el misericordioso…

Volvió a decir en un susurro mientras apretó el puño en esa espada afilada.

Entonces, supe que era mi momento, tomé el impulso y me eché hacia delante para caer en ese filo de inmediato, pero este hombre predijo mi paso, y apartó inmediatamente su espada, y yo solo caí encima de él estrellándome contra su pecho.

Sus facciones se endurecieron todas, él me observó por largo rato estrellando su aliento agitado en mi rostro, mientras yo me concentré en el azul intenso de sus ojos.

Y como si me faltara algo peor por hacer, y ante la debilidad que me invadió, no lo pensé dos veces.

Escupí su cara.

La multitud pareció volverse loca, los soldados a su mando, incluso gente del público, quiso venir furioso hacia mí, pero una palma extendida de él hizo que todas las acciones se frenaran.

Inmediatamente, sentí un tirón de mi cabello, y supe que ese malvado estaba tomando mi cabeza con fuerza. De hecho, lo hizo hasta que un quejido bajo salió de mi boca.

No pude contenerlo por más que traté.

Su sonrisa siniestra se ensanchó, y luego con fuerza, tiró mi cuerpo obligándome a que me arrodillara a sus pies.

Era imposible pensar que no podía doblegarme. Tenía tres días sin comer, y mi cuerpo ahora solo reaccionaba por inercia, eso sumado a que este hombre triplicaba mi peso.

Mis rodillas tocaron el suelo arenoso, y su enorme mano solo inclinó mi cabeza, para que de forma forzada lo mirara.

—Ahora yo… seré tu dios… y así como todos, te inclinarás a mí…

Una sensación de miseria invadió mi pecho. Jamás iba a arrodillarme ante él por voluntad propia, nunca iba a adorar a un simple mortal, y jamás sucumbiría a tenerlo como a un dios.

Apreté mi mandíbula cuando todos a mi alrededor comenzaron ese maldito cántico de nuevo, y allí es donde mi di cuenta de que , ese demonio era un dios para ellos, y todos parecían tener ojos solo para él.

—Aun en mi espíritu… sigo de pie frente a usted… jamás será un dios para mí… porque usted es un simple mortal como todos nosotros…

Sabía que no todos me habían escuchado, y ese hombre pareció no consternarse por mis palabras, de un tiro dejó mi cabello, e inmediatamente una mujer, que se veía como un hombre guerrero, vino a tomar mis brazos y luego me abofeteó tantas veces que perdí la cuenta.

—¡Maldita! ¡No te dirigirás a nuestro soberano de esta forma…!

—Llévala a las celdas especiales… —Ordenó el hombre sin hacer caso a nada más, y en un segundo, se giró de forma despreocupada para caminar a una especie de silla de trono que estaba un poco lejos de mi lugar.

La mujer pareció confundida ante su instrucción, pero no se atrevió a demostrar su descontento.

¡Rah! ¡Rah! ¡Rah!

Ya estaba odiando escuchar tal cosa, pero sonreí dentro de mí al saber que, seguramente me tendría sin comida, y una persona no podría aguantar tanto.

Traté de llevarle el paso a esa mujer que parecía más bien un hombre por su corpulencia, solo sus facciones demostraban que era femenina y el cabello trenzado de color amarillo, que llegaba hasta su cintura.

La caminata me pareció eterna, y a estas alturas, ya no estaba detallando nada a mi alrededor, la respiración estaba siendo difícil y ante la baja de adrenalina, mis ojos se estaban cerrando.

—¡Abre los ojos…! ¿Crees que este será tu fin? —la risa burlesca de la mujer, hizo que mi mirada se detuviera en su boca—. No lo será… ¡Abre la boca!

Casi me atraganto con el agua exagerada que me hizo beber. Ni siquiera estaba midiendo el tiempo, y no supe en qué momento tuve un poco más noción, para detallar una especie de celdas a mi alrededor.

Y yo me encontraba en una de ellas.

Cuando quité mi rostro para toser, vi una bandeja de panes y comida delante de mí.

—¡Abre la m*****a boca! —la mujer exigió de nuevo.

No podía hacer esto, no debía comer nada, no me ayudaría en mi propósito…

Sin embargo, esta mujer apretó mi boca duramente, metiéndome un trozo de pan y obligándome a que tragara.

—No me iré de aquí hasta que te comas todo… así que no intentes hacerte la inteligente. ¿Quieres morirte no es así? Pues no va a morir… tu vida solo está en manos de nuestro señor… pero no te preocupes, se aburrirá de ti, y en cuanto eso pase, serás historia.

En el momento en que el jugo de ese pan desmenuzado en mi boca despertó mis sentidos, mi estómago dolió como nunca antes, y todo mi cuerpo deseó una sola cosa.

Comer hasta que me doliera la mandíbula.

La mujer arrimó la bandeja a mis pies y luego se puso de pie cruzándose de brazos mirándome atentamente a cada uno de mis movimientos.

No tuve otra opción, comencé a comer con desespero y a beber agua como si no hubiese un mañana.

***

—Despierta… —la voz llegó un poco lejos, pero definitivamente el calor de una mano encima de mi rodilla, hizo que pegara un salto del puro impacto.

Mis ojos se abrieron rápidamente para detallar que el lugar estaba un poco más iluminado, y que, a mi alrededor, había algunas mujeres conversando entre ellas dentro de las celdas.

—Has dormido durante mucho tiempo… y tu bandeja de comida está intacta… tendrás problemas por eso —Giré hacia la mujer que estaba a mi lado diciéndome las cosas en un susurro, y luego me aparté lo más rápido que pude de ella—. No… yo no voy a hacerte daño. ¿De qué pueblo eres?

Me quedé callada por un minuto detallando su rostro. Su piel era oscura, pero era una mujer realmente hermosa. Su vestimenta no era muy elaborada, solo contaba con un sencillo vestido, con una especie de cuerda atada a su cintura.

Ella no parecía una amenaza.

—Radin… —dije con el mismo tono que ella usó, pero la expresión que vi en su rostro, me dejó con dudas.

Es como si no le hubiese gustado mi respuesta.

La mujer retrocedió un poco asintiendo, y luego se giró hacia las demás mujeres que estaban de a dos por celda.

—Las acciones tienen consecuencias… esto pasaría tarde que temprano.

Mi ceño se frunció mucho ante sus palabras, porque no pude entender nada de los que decía, sin embargo, me interesó saber por qué solo mujeres estaban aquí en este sitio.

—¿Vienen aquí los esclavos?

La mujer se giró de nuevo hacia mí y luego colocó una expresión confusa.

—No… este lugar es solo para las mujeres extranjeras… quiero decir, mujeres de otros reinos que el soberano ha adquirido.

Mi estómago se revolvió. ¿Qué significaba eso?

—¿También es un dios para ti? —pregunté asqueada, pero ella solo asintió.

—Tiene que serlo, no hay otra opción para mí, ni para ellas, ni mucho menos para ti.

Quería refutarle, pero era un caso perdido.

—¿De dónde eres? —pregunté relajando mis hombros.

—Soy de Kus… me llamo Séfora.

Había escuchado de Kus. Sus tradiciones y rituales eran muy diferentes a nuestro estilo de vida, y también adoraban a muchos dioses. Así que no era difícil de entender que ella estuviera cómoda en esta circunstancia.

Un dios menos, un dios más.

—¿Tu país también fue saqueado?

Séfora observó a las demás mujeres, que, por alguna extraña, razón nos miraron, y vi que ella decidió acercarse más a mi lugar.

—Sabíamos que eso pasaría. Nuestro rey… ya sabes, ni siquiera respondía por su pueblo, y en el momento en que se corrió el rumor de que se estaba aliando con sus amigos para intentar avanzar contra Rashad, supimos que sería nuestro fin…

Rashad…

—¿Quiénes son sus amigos? ¿Estás segura de que…?

—¡Levántense…! —esa voz que ya recordaba, ensordeció todo el lugar.

Todas las mujeres, excluyéndome, se levantaron con prisa, mientras aquella rubia musculosa, iba caminando como si estuviera haciendo una inspección.

Tomé mis rodillas, y bajé más mi vestido para tapar mis pies haciendo caso omiso a su instrucción.

Séfora me abrió los ojos como preguntándome ¿Qué estaba haciendo? Pero yo no iba a seguir las mismas órdenes del demonio.

Detallé la sonrisa de aquella mujer rubia, y en cuanto llegó al frente de mi celda, ella entró y se agachó con diversión en su rostro, y luego negó.

—Todas ustedes… —dijo como si hablara con las demás, pero no dejó de mirarme en ningún momento. Incluso siquiera parpadeó—. Todas… deben irse preparando. Ya saben que deben ganarse las mejores comidas, baños… incluso tratamientos de belleza que nuestro soberano les brindará… se los digo de nuevo, porque tenemos una nueva en el lugar.

No pudo evitar mirarla con repulsión, pero cuando giré hacia las demás mujeres, no pude creer que ellas estaban maravilladas por la noticia.

Era el colmo.

—Hoy irán al río…

Un suspiro de alivio resonó en el lugar por parte de las mujeres y luego esa guerrera, pateó mi bandeja.

—Espero que comas, porque… hay un lugar peor que este al que no querrás ir…

La mujer se giró, cerró la celda y desapareció del lugar, y en cuanto su voz no estuvo presente, pude ver que las mujeres sonrieron unas con otras y se sentaron a hablar nuevamente en susurro.

—Tenemos más de quince días sin bañarnos… —escuché que Séfora dijo mirando mi bandeja y algunos alimentos tirados fuera de ella.

—Que bondad la de este rey… un baño cada quince días…

Séfora se sentó a mi lado haciendo caso omiso a mi ironía, y tomó un pan al que le sacudió un poco de tierra.

—El rey de mi propio país ni siquiera se preocupaba por darnos comida… violaba a cualquier mujer que le gustaba, y destruía familias enteras solo porque, quería algún pedazo de tierra… nada me sorprende, y, tener una oportunidad con Rashad… es darle una oportunidad a mi familia también.

—¿Qué? —mi boca no podía cerrarse ante la impresión.

¿Qué clase de pensamiento había sido inculcado en estas mujeres?, entonces inmediatamente una pregunta se gestó en mi cabeza.

—¿Cuánto tiempo tienes aquí?

Séfora dejó de masticar, y luego hizo como si estuviera pensándolo.

—Creo que… dos años o tres… no lo recuerdo ahora.

Mi boca se secó al instante.

¿Cómo era posible?

—No te preocupes… en cualquier momento seré elegida… pondré más interés esta vez.

Aunque tuve miedo de su respuesta, pregunté.

—¿Elegida para qué?

—Para estar una noche en sus aposentos reales… después de esto, todas saben que compensa a su familia, y las honra dejándolas vivir en este país, como todos los pertenecientes de Babel… como si pasara a ser un ciudadano más.

Mis labios vibraron porque cuanto más tiempo pasaba, más preguntas se arremolinaban en mi cabeza.

Después de unos minutos en silencio, dos mujeres que tenía un vestido limpio y precioso, entraron de un momento a las celdas para dar un anuncio.

—Vamos al río… ya saben cómo deben comportarse…

Cuando abrieron las celdas, todas salieron de forma obediente, y yo me puse de pie pegándome a la pared.

—Tú también…

Negué rápidamente, pero una mano tomó mi brazo haciendo que girara.

—Es solo un baño, estaremos solas… ven, lo necesitas —Séfora me susurró cerca de mi oído, y en unos minutos, me encontré caminando en una fila.

Pude notar que las celdas estaban alejadas de la muchedumbre, porque en pocos minutos estábamos en un caudal limpio que emocionó a las demás.

Quizás Séfora tenía razón, era solo un baño, y en cuanto arrimé mi pie a la orilla del agua con los brazos cruzados para comprobar la temperatura, mi pie quedó totalmente estático al sentir una presencia extraña.

Mis ojos se fueron por si solos a mi espalda, y solo pude dar un trago largo, cuando vi a ese hombre de pie a lo lejos, junto con esa mujer rubia, que parecía estar dándole una larga información…

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