- ¿Madre crees que nuestro destino este escrito en algún lugar?
– ¿Otra vez con tus preguntas sin sentido Lía?
– ¡No es eso mamá, solo que me intriga saber! ¿Sabes? Hay días que tengo sueños extraños, de personas que no conozco, que me dicen que vea más allá de lo que no soy, mi destino lo tengo que encontrar en la entrada de la montaña, en lo más frio, ¡Es allí donde encontrare respuestas! En mis sueños escucho muchas melodías también, siento que las misma me envuelven, como si fueran parte de mí.
– ¡Son solo sueños Lía, simples sueños niña, ya deja de soñar y pon los pies sobre la tierra!
– ¡Mamá tu no entiendes, no eres como papá, él si me entendía y decía que era una chica especial, él decía que yo sería grande e incomparable!
– ¡Lía tu padre no está, ya no eres una niña, despierta!
Discutían las dos mujeres, madre e hija, quienes nunca se ponían de acuerdo en nada. Mónica una mujer hermosa, con una estatura alta, blanca, ojos verdes y cabello castaño claro; siempre le buscaba lógica a todo, no se daba la oportunidad de soñar o imaginar, tal vez porque sus esperanzas se perdieron cuando Henry Lorday desapareció, nunca encontraron su cuerpo, así que las autoridades lo dieron por muerto, fue una extraña y misteriosa desaparición; Lía apenas tenía nueve años cuando sucedió.
Mónica se dio cuenta que estaba siendo muy dura con Lía, pero solo quería que su hija fuera una mujer buena, con una vida normal, que se graduara y estudiara una carrera universitaria, con ofertas laborales, por lo menos algo parecido a lo que ella estudio: ingeniería electrónica.
–Mony puedes decirle a mi hija que baje –Mony era la asistente virtual de la familia Lorday. Su imagen se proyectaba con un holograma; ella controlaba todo en la casa, desde encender la TV o las luces, hasta de llamar a los supermercados para que trajeran lo que necesitaban en los hogares. Manejaba las finanzas, estas asistentes se ajustaban a la economía de la familia, sabían lo que podían comprar o no comprar, tenía conocimiento de los ingresos económicos. En Esferis tenían años que no contrataban empleados domésticos, las mayorías de las casas eran inteligentes. Las casas eran de dos pisos y su estructura redonda.
– ¿Qué quieres madre? –dijo de manera cortante.
–Vamos Lía cambia de actitud, no podemos estar todo el tiempo discutiendo –suspiró- solo nos tenemos la una a la otra.
–Mamá, ¿Dónde está tu familia, y la familia de papá? Nunca me has contado sobre ellos. –Mónica siempre evadía esos temas, no quería que su hija se enterara que ella había crecido en un orfanato. No tuvo padres, fue abandonada siendo una recién nacida. Cuando cumplió los 18 años, ya no podía estar en la casa hogar, así que debía salir de allí, claro que la directora del lugar la ayudó a conseguir un empleo en una ensambladora de naves, gracias a esto nació su amor por la ingeniería, trabajó por tres años y ahorró para estudiar. Investigó todo lo que pudo de la carrera, tanto que entró a la universidad becada; fue allí donde conoció a Henry, estaba estudiando investigación científica, él ya tenía un año estudiando. En ese entonces Henry tenía 24 años, era un joven de buena familia, noble, atractivo, cabello negro liso, moreno, alto y ojos marrones.
Mónica apenas lo vio sintió una gran conexión, se unió a su grupo el cual no era muy grande, el solo andaba con su amigo Alonso Guevara quien estudiaba lo mismo que él.
Mónica no tuvo de otra que contarle a su hija sobre su procedencia. A Lía le conmovió mucho la historia de su madre, sin embargo, no quedó satisfecha, también quería saber sobre la familia de su padre. Mónica no le dijo nada. En algún momento pensó que Henry estaba loco, porque un día le comentó que Lía era la Rapsodia y por eso se alejaron de su familia.
–La historia de la familia de tu padre te la cuento en otra ocasión –cambió la conversación rápidamente-. Ahora quiero que me acompañes a ver una película. La he estado esperando desde el año pasado. –Mónica era una aficionada del cine de realidad virtual. Todos estos establecimientos, eran de realidad aumentada, esto quiere decir, que las personas entraban en una cabina en la cual solo cabían dos, el espacio era de 2x2. La gente se podía sentir parte de la película, ya que eran especie de simulaciones. El cine más pequeño contaba con aproximadamente 100 cámaras de estas.
Cuando iban de camino al cine, no se decidían si ir a la zona aérea o la terrestre, a Lía le llamó mucho la atención, un hombre que gritaba diciendo que él sabía dónde estaban las armaduras sagradas. La joven se le iba a acercar, Mónica la jaló del brazo diciendo: – ¿Adónde vas? No ves que el hombre está borracho, puede hacerte daño. Aparte eso de las armaduras es un simple mito. –Madre es que tengo un trabajo sobre eso, es más, ¡Yo no sé qué hago aquí contigo! Estoy hasta el tope de las tareas. –desesperada dijo la joven, pero Mónica la calmó diciendo que no se preocupara, el salir y distraerse un poco sería bueno, le serviría para tener ideas frescas.
Unos soldados del reino de Masonia no le quitaban los ojos de encima al alcoholizado, estaban en Merical de ilegales, por órdenes del rey Orlando Thalassino; buscaban cualquier tipo de información sobre las armaduras.
- ¡Son unos ineptos! ¿Cómo que aún no dan con ninguna de las armaduras? – ¡Señor es difícil! –dijo uno de los soldados agachando la cabeza. – ¡No sabemos si la leyenda sea verdad! –habló el otro. – ¡Cállate! nadie pidió tu opinión! –. El rey Orlando Thalassino de Masonia, el gobernante más ambicioso de Esferis; desesperado por el poder y temeroso de la muerte, tenía a la mitad de sus guardias buscando las armaduras sagradas en reinos ajenos. El usaba tele-transportadores para no ser detectado. Su físico era agradable, era muy guapo; tenía el cabello negro, una barba bien cuidada, ojos verdes, alto, el tipo de hombre que toda mujer sueña, pero una lástima, porque de qué servie la belleza física, si se tiene el alma podrida y una maldición encima. Orlando era la maldición que había lanzado Elohin sobre Esferis. De repente entraron otros dos soldados agitado al comedor real, era allí donde se encontraba Orlando almorzando con su es
Vehículos voladores pasaban alado de Lía, las vías aéreas estaban bien marcadas con un separador flotante que dividia la via de ida y de venida. Por un momento Lía se distrajo y casi la choca una nave, la joven se le atrabezó al conductor. – ¡Ten cuidado tonta! –molesto gritó el hombre. – ¡Mil disculpas tenga señor! –contestó a lo lejos. Desobedeció a Mónica al aumentar la velocidad, estaba muy ansiosa por conseguir la dirección, iba peleando con el tiempo. – ¡Oh no, creo que me he perdido, este es Aéreo 10, tengo que retroceder dos cuadras! –efectivamente, se había perdido, pero la chica era muy lista, así que de inmediato se ubicó y dio con la dirección. – ¡Se supone que es aquí! –. Estacionó la motexpor en una base flotante, todas las casas, edificios y todo tipo de negocios tenían esto, para que las personas pudieran caminar por los alrededores de los lugares que visitaban. Se apresuró a tocar la puerta, la persona que le
En un palacio el palasio del reino de Masonia, se encontraba un hombre furioso. –Estos idiotas no quieren aceptar mi propuesta, Masonia es el reino más rico, ¿Por qué no dejar que yo me encargue de todo? Ya casi les convencía hasta que la reina Estela de Merical, abrió su boca para decir puras estupideces. –le contaba rabioso Orlando a Gladis, después de llegar de la reunión que se hacía cada mes, donde los reyes de Esferis proponían planes que fueran buenas para todos. Ejemplo, las exportaciones e importaciones, o planes que mejoraran la situación de la misma. Esa unión que había de todos los reinos, volvía a ese mundo mejor, no existía una competencia de poder, no había guerras o disputas de dominio. Todo se vería opacado con la soberbia y la ambición de Orlando, que aprovechaba todas estas reuniones para imponer sus ideas de hacer un solo reino, donde el seria el rey absoluto y los otros reyes como especies de virreyes. Esto también lo hacía con una doble
Pasaron los días, Orlando estaba a punto de lograr uno de sus cometidos ahora con el apoyo de Maximiliano y de Fernando todo sería más fácil, pero sus soldados buscaró por todos los rincones de los reinos sin dar con ninguna de las armaduras. Lía ayudaba en la cocina a su mamá, trataba de ganarse su perdón. Su madré la castigó el día que llegó tarde de casa de Alonso, le prohibió usar por todo un mes la motoexpor y salir de casa solo a la escuela –. Tocaron el timbre. Mony la asistente abrió –Buscan a Lía –dio la razón, la chica fue hasta la puerta. – ¡Hola buenos días! ¿Es usted la señorita Lía Lorday? –preguntó un joven que traía una nota de Alonso. –Sí, soy Lía Lorday, ¿Para qué sería? –preguntó desconfiada. –Le traigo una nota del doctor Alonso. –dijo el joven casi que en susurro. –¡Ah sí, muchas gracias! – ¿Quién era? –preguntó Monica, Lía solo le dijo que era un vendedor ofreciendo unos productos. La chica
Un jovencito estaba preocupado por el futuro de Merical, trataba de buscar soluciones con su madre la reina Estela, ya que el reino de Invernal dos y Pulcaria se habían unido en la idea descabellada de Orlando. – ¿Madre, usted cree que nos ataquen para invadir nuestro reino? – ¡No se Esteban, ahí un 90% de probabilidad! Trataré de hablar con los otros reyes, para que no caigan en el juego de Orlando. Estela programó una visita al reino de Amilca y Androlia, necesitaba aliados para combatir por si Orlando atacaba Merical. Primero fue al reino de Amilca a hablar con el rey Orestes Garzot; un hombre de honor, apegado a la ley; amable con todos. Estaba a punto de cumplir 50 años; su cabello estaba canoso, tenía una barba larga que casi se tornaba gris, alto, contextura gruesa, a pesar de la edad era muy activo y sano. Vivía con su esposa la reina Sofía de 40 años, una mujer educada, y como no, antes de ser la esposa de Orestes y reina de A
Orlando llegó al calabozo, se dirigió al hombre con gestos sobre actuados y fingiendo simpatía: – ¡Muy buenas! ¿Así que usted se sabe la historia de las armaduras? Pero no sé su nombre, que mal educado soy. –aquel hombre se le notaba que le había ido mal en la vida, era un alcohólico que un día desapareció de su hogar por motivo del vicio. –Mi nombre es Santiago Lorday –. Santiago era familiar de Lía, era primo lejano, tenía la misma edad de Henry, pero por causa del alcohol, se veía viejo. –Me han dicho que usted tiene mucha información sobre las armaduras sagradas, ¿es eso cierto? –Santiago que aún tenía el alcohol en su sangre le contestó con la lengua enredada: –Sí mucho, mi familia sabe dónde se encuentra la de acero, en un mapa lo muestra. De nuestra familia también saldrá el Rapsodia. Las demás armaduras están fuera de nuestro mundo. –El hombre hablaba como si le dieran cuerda. – ¿Cómo así que de su familia saldrá el Ra
- ¡No mamá, que hiciste! –Lía llamó por holograma de inmediato a Gina: – ¡Mi madre no está en casa, estoy segura que se la llevó Orlando! –Cariño tranquila ven a mi casa, usa la telita, es más rápida… –Fue interrumpida por Lía diciendo: –Espera... ¿El qué? –La tele-transportadora que te di, le puse telita porque es chiquita. –contestó Gina rascándose la cabeza y con una sonrisa de pena. –Tú y esos nombres que le pones a tus inventos. –Bueno, si, como te decía, cuando llegues a mi casa nos vamos a la de Alonso. Colgaron las llamadas, Lía se quedó en el piso llorando antes de ir a casa de su amiga, se repetía que no iba
- ¡Oh esto que siento no puede ser normal, la armadura tiene que estar por aquí! –de la nada escuchó una voz que le susurraba: –Lía por aquí. –luego se dio cuenta que no solo era una voz, sí no que era una sombra que le señalaba hacia dónde ir. Lía empezó a seguir aquello que le habló, caminaba con un poco de dificultad por alrededor de la montaña, sus pies se enterraban en la nieve, por un momento la sombra desapareció frente a una entrada. – ¡Esa debe ser la entrada de la montaña, la de mi sueño! Y esa sombra…hizo una pausa, se puso un poco pensativa y dijo: –También la he soñado. -La joven se acercó y se dio cuenta que era muy angosto, así que se puso a medio lado y entró. –No logro ver nada, está muy oscuro todo. –expresó la chica. De repente se escuchó un grito que venía de adentro de la montaña: – ¿Qui