Cerró los ojos dejando salir el humo antes preso en sus pulmones. Fumar se estaba volviendo un vicio casi insuperable y aún más con la situación que estaban viviendo.Le frustraba haber visto esa imagen de su reina, esa versión tan destrozada y sin poder ir a ella, porque eso significaría retroceder en su proceso de evolución, debía dejarlo pasar ¿ Pero cómo? ¿ Cómo se podía dejar pasar tantas cosas?...«— Las pesadillas son el reflejo de nuestros miedos, de esas situaciones que nos superan y somos incapaces de resolver...» las manos que sostenían las suyas en esa noche de lluvia eran las más suaves que había sostenido, eran fragiles, al igual que esos ojos marrones. « Puedes sostener mi mano si llegas a tener otro mal sueño...» ella era dulce, por eso no hacía más que enamorarse de su inocencia. Esa noche se había escabullido de los instructores del camping hasta llegar a él, pues sabía que Ronal tenía un problema cada que dormía fuera de casa y dormir en una tienda solo, en el bosqu
«— No, no, por favor Kim, puedo hacerlo...» ¿ Servía de algo suplicar?. Había suplicado desde el inicio y en ningún momento Kim llegó a sentir empatía.«— Tú no lo entiendes pero es lo mejor...»«— ¿ Lo mejor para quien...?» se abalanzó sobre ella, agarrando su camina con tanta fuerza que pareció querer ahogarla. « No es lo mejor para nadie, porque yo solo quiero corregir errores...«— Ya viene, Regina...»«— Por favor...»«— No lo compliques, es lo mejor...»«— ¡ Deja de decir eso!»«— Estás enferma si crees que podrás ser ma...»— ¡Noooo!... Déjame serlo, yo puedo...— susurraba entre sueños mientras sus mejillas se mojaban de lágrima. — Nadie lo sabrá...— al decir eso abrió los ojos en ese espacio solitario que había visto en el último mes, el lugar al que parecía acostumbrarse por momentos, incluso ese techo agrietado ya no le daba la sensación de que se iba a caer, salvo los días en los que se levantaba agitada debido a las pesadillas, que eran muy frecuentes y siempre girando alr
Will jugaba con unos muñecos viejos de colección matando el tiempo mientras esperaba al pelinegro. Esos muñecos eran una manía para el difunto Fernando, ese viejo tenía la manía de siempre tenerlos en orden y mantenerlos lejos de las manos ajenas. Cada figura era una representación de un personaje importante en la historia, desde exploradores, soldados, dirigentes y reyes, todos hechos a petición propia.En su mano sostenía la figura de Colón, recordó sus años de escuela y lo poco que le importó saber de ese hombre, ni siquiera se acordaba de su gran aportación, si es que la tenía. Bajo la figura estaba escrita su aportación pero solo la removía de un lugar a otro marcando el ritmo del reloj.— ¿ Qué haces aquí...?— cuestionó el pelinegro entrando al despacho. Su intensa mirada se quedó en las figuritas de su padre, las cuales ahora estaban desordenadas, haciéndolo mostrar su enojo con una mueca muy descriptiva.— Aparte de aburrirme con las figuras de tu padre...— Deberías dejarlas
Por alguna razón esa mañana se levantó con un ardor en el pecho y un sabor amargo en la boca. Sin querer al abrir los ojos pensó en René, la imagen de su hermana se dibujó en su mente ahogando su corazón en restos de vidrios rotos. Con la imagen de René también apareció Nicky, implantando en ella el deseo de saber aunque fuera arriesgado si de verdad ellas estaban bien.Las lágrimas bajaron por sus mejillas como cascadas tibias mientras se mordía los labios para no tener que emitir sonido alguno, pues si algo estaba claro era que en la puerta seguían esos malditos guardias.El sentimiento de anhelo era el que más aborrecía, odiaba recordar lo que ya había perdido, odiaba desear volver a tenerlo, pues dolía la agonizante verdad, y era que nada nunca regresaba.Recordó con dureza la última vez que esos ojos hermosos la sonrieron, el último abrazo, las esperanzas de poder salvarlas. Esa mañana golpeó con fuerza su pecho, aún más con la imagen de Héctor asegurando que el trato ya estaba h
Con toda la pena del mundo Florence se acercó a Ronal, el pelinegro ya se había despedido de la señora de antes y ahora aguardaba en su despacho la elección de Regina. Había elegido cada vestido sabiendo que había algo especial en cada uno, ya fuera el color, el modelo, etc. En su mente todavía existía la creencia de que conocía su estilo, sin entender que en casi dos años habían pasado tantas cosas que no solo cambiaba el físico, también el estilo y el pensamiento.Con tres toques y un «pase» la morena se adentró en ese oscuro espacio de la casa. Había una clara diferencia entre cuando lo utilizaba Fernando y ahora que era de Ronal, el padre pretendía vivir como si fuera normal, como si fuera una persona más de ese mundo, pero Ronal no ocultaba en nada en qué se había convertido, observabas el lugar y todo indicaba que era un adicto al trabajo, el arma a su derecha solo demostraba la dependencia y la confianza que la tenía, el paquete de tabaco siempre a la izquierda, acompañado por
Ambos se miraron en ese silencio incómodo, él no sabía que decir, ella ya había expuesto sus razones, había hecho más que eso, le había abierto los ojos sobre una realidad que el odio y la decepción le habían hecho olvidar, y es que en todo ese tiempo ella estuvo sufriendo, se lo había demostrado la primera vez que se volvieron a ver, el miedo en sus ojos lo decía todo, además, se lo había confirmado el doctor.« Tiene cicatrices en la espalda, unas que una vez fueron heridas muy profundas, también indicios de violaciones...»Eso le había destrozado, le había hecho pedazos y como resultado había levantado un lado que él desconocía, porque iba a hacer de todo por salvarla, iba arriesgarse por salvar a su reina.La segunda vez que la vio fue a una distancia prudente, por primera vez había vivido de cerca lo que ella estuvo viviendo en su cautiverio. Los golpes de ese animal, su maldito verdugo. Era gracioso decir eso último, ahora él ocupaba su lugar, él era quien la estaba matando en v
Acariciaba cada extremo de su piel como si fuera de porcelana, quería creer que sí lo era, pero ya no era frágil, ya no era perfecta, ya no era pura. Bajo esa lluvia artificial observó sus muñecas, ni con el tiempo se habían las cicatrices de sus intentos, todos fallidos, tal vez porque ella misma en verdad nunca quiso hacerlo. Se pudo haber disparado, había muchas armas en esa casa, pero era cobarde, no tenía en ese momento esa sangre fría para arrebatar una vida humana, ahora era diferente.Cerró los ojos elevando el rostro para que el agua le diera en la cara mientras recordaba una de sus huidas. Había sido difícil escapar en plena tormenta y más con el suelo tan resbaladizo. Corrió por ese camino embarrado con su corazón a mil y las lágrimas en el rostro. Kim no estaba, había salido un tiempo a comprar y ellos habían llegado, eran tres hombres, dos de ellos no la vieron escapar pero el tercero sí y la siguió por un camino nada seguro para su en aquel entonces estado. Corrió cuánto
Ese día tardó más de lo normal bajo la falsa lluvia, limpiando su piel y ahogando sus recuerdos en saladas lágrimas invisibles.Se había despertado así, con ese sabor amargo y con un veneno corriendo por sus venas, la oscuridad de los recuerdos de lo que vivió esa primera vez, su maldita presentación.Sentía sus miradas a pesar de estar sola, y es que el recuerdo de como todos miraron hacia ella, notando el cambio en ese rostro angelical, la falta de brillo en sus ojos, y su cabello, todos se fijaron también el su cabello, el cambio más notorio.Acarició su larga melena con una pizca de nostalgia, otra diferencia que se iba a marcar esa noche, aunque la más destacada sería su acompañante.La imagen de Héctor caminando hasta pararse al final de la escalera. Esos ojos oscuros penetrando su alma con intención de corromperla, creando miedo donde ella quería mostrar seguridad.«Buenas noches, mi señor » saludó la pequeña con una voz suave y con la mirada en el piso.« Regina...» odiaba oír