8. Prisión

Abrió los ojos en esas cuatro paredes, observando el techo agrietado que tenía sobre ella, teniendo la sensación de que éste se caía. Parpadeó un par de veces antes de suspirar con fuerza y sentir un par de punzadas en sus muñecas, ardían, esas cadenas habían dejado una líneas abiertas en su piel, casi en el lugar de la marcas de su intento de suicidio.

— Siempre podrá ser peor...— se dijo como un lema que practicaba con la pelinegra, siendo una manera de ver con indiferencia las dificultades del momento.

Bajó de esa cama con las piernas algo temblorosas, pues al haberse limpiado notó las heridas que se había provocado en el momento de la huida. Ingresó al cuarto de baño, tratando de no fijarse en los detalles, pues iba a irse muy pronto, o de eso se convenció.

El agua siempre había representado calma para ella, pero esta vez no, se sintió como una tormenta, trayendo recuerdos dolorosos. Acarició su piel como no se había atrevido antes, tantas cicatrices la destrozaban, aunque no más
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