—Sí, me lo contó bastante impresionado; también me habló sobre la cola de perro que le estaba saliendo al cuerpo sin cabeza cuando lo desenterraron para quemarlo y, cómo el viento se tornó violento. Me lo contó todo, Estefanía, y te voy a repetir lo mismo que le dije a él: entre esos trabajadores hay personas que creen mucho en brujerías y se habla mucho de leyendas, de brujos y brujas, pero hasta el sol de hoy yo no creo en eso; pero existen tantas versiones que pueden nublar la visión del hombre más cabal. Si repites mil veces una mentira, tu mente terminará por considerarla.
—¡Cómo puedes no considerarlo si yo misma vi todo con mis propios ojos! Ahí estaba Rodolfo el padre y Adrián también… —él se quedó pensativo.
—No me gusta hablar de estas cosa
—Entonces entre los esclavos debe existir una bruja o un brujo potente. Esas no son manifestaciones de Dios. —Realmente no lo sé, pero estas manifestaciones no vienen de ahora; Guillermo, lo que te voy a contar es delicado y no puedes decírselo a Rodolfo. —¿Qué sucede, Estefanía, acaso sabes algo que él no sepa? —Sí, hace poco encontré un diario y no sabes cómo me ha perturbado. —¿Un diario? —Repitió escéptico—. ¿De quién? ¿Es de doña Ana? —No era de ella, pertenecía a su esposo Antonio. Y no me pidas que te cuente cómo lo encontré, solamente sucedió y ya. —Está bien, no lo haré, pero ¿qué dice que te perturbó tan
Arturo. Miércoles por la noche. Mi reloj de bolsillo marcó las nueve menos diez minutos. La oscuridad ha llegado desde hace mucho tiempo tiñendo la claridad con su velo sacro. Salí de mi camarote y fui directamente a contemplar la oscuridad, con mis pensamientos ocupados en que pronto llegaría a la hacienda «El Renacer» y abandonaría el pasado. Respiré el aire nocturno; con cada exhalación, sentí la esperanza de que, incluso en mis peores días, alguien llegaría a rescatarme, salvaría mi espíritu aletargado para traerlo de vuelta a mi cuerpo y al reencuentro. En ese momento no pude dejar de pensar en la dama de rostro pálido, la que siempre siguió viéndose joven sin importar el pasar del tiempo; ella se burlaba de los años y hoy por hoy continuaba sonriendo a la eternidad de su juventud. Mi hermosa madre, la muñeca de porcelana que no envejecerá; pero sé que, a diferencia de mi progenitor, no era tan fría y soñaba con la esperanza de que yo encontraré noches sin fin y crearía un sen
No habían transcurrido ni quince minutos cuando Violeta volvió para avisarme que un hombre desconocido que se hacía llamar Aldo Montenegro solicitaba hablar conmigo. Aquel aviso me hizo caer en la cuenta nuevamente de que nada de lo que viví durante los últimos días era parte de un sueño, si no que habían sido escenas reales muy vividas. Quedé por un instante en silencio, recordando las palabras de aquel ser que dijo ser mi padre: “Un tercero vendrá, en forma de hombre maduro.” —Dime ¿Lo hago pasar? —Sí, por favor —le respondí y traté de sonreírle para no preocuparla. Minutos después, la voz de Violeta se hizo sentir nuevamente. —Es por aquí, señor. —Es usted muy amable señora —escuché la voz del hombre; aún no le veía el rostro. —Adrián, el señor Montenegro —anunció Violeta, ya dentro. —Bienvenido señor Montenegro, usted me dirá en que puedo servirle —le dije ya dentro del despacho, Violeta se le acercó. —¿Se les ofrece algo de tomar? —le preguntó al extraño. —Por los momentos
Usted es el resultado de ese afecto y el hecho de concebir un hijo a salvo de ellos y borró su olor a los ojos de ellos. Lo lamentable es que, después de dar a luz, quedó impedida para volver a reproducirse y eso disminuyó su interés entre los clanes. Además, tu abuelo materno, Eleazar, quedó devastado por la muerte de sus hijas y su mundo se desmoronó. Deseaba un buen futuro para ella y la casó con un hombre de abolengo llamado Rodolfo Álamo. —¿Cómo fue ese amor que él sentía por mi madre? ¿Por qué no luchó por ella en lugar de permitir que se casara? Ahora comprendo esa amargura tan intensa en su alma, la tristeza en sus ojos y su rabia por la felicidad de otros… ¡Nací por un decreto! —No juzgues a Nahe sin comprender los motivos, tuvo que hacerlo por tu bien, aún eras muy peque&n
—«¡Debes marcharte esta misma noche!» —dijo Bacco, apenas se hizo visible. Nahe, a su vez, continuó silente y con los ojos cerrados. En eso, los tres hombres se pusieron en círculo, sus ojos internos se iluminaron y sus luces se unieron en un mismo punto. Con asombro observé cómo las luces unidas como un rayo formaron una sola que ascendió hasta el techo, lo traspasó y prosiguió hacia el infinito, como si enviaran un mensaje al cielo. —Existen acciones —manifestó uno de ellos. —Puedo observar la trayectoria, pero la hechicera que lo protege es muy potente, la instruyó con atención. Ella nos observa, me está enviando un mensaje que solicita que no nos entrometamos y que recordemos el pacto —se hizo sentir el otro. —Sé que es su hijo —manifestó Nahe —el olor de la marcada es intenso y ya ha llegado hasta él —un fuerte terremoto interior ocurrió en mí; sabía que se referían a Estefanía—. En un instante, las luces dejaron de brillar, todo volvió a la normalidad; los tres imponen
Mil punzadas, como si se tratasen de alfileres que se me clavaran en la cabeza y en todo el cuerpo, me atacaron de repente.Yahadet me aconsejó que debía respirar profundamente para que la desagradable sensación pasara. —¿Te encuentras bien Adrián? —me preguntó Nahe al verme en tan mal estado. —Siento que el aire me asfixia, me lastima —contesté con dificultad; Nahe se situó a mi lado. —Eso está en tu cabeza, lo que te perjudica no es el aire, sino la esencia de tu oponente, o, mejor dicho, la hechicera negra que lo protege. Su esencia es la magia en el estado más puro, por lo que no permitas que su fuego te consuma y mucho menos que cambie e intervenga en tu mente, bloquearlo… —seguidamente, me tomó del rostro con fuerza. Traté de quitar sus
Estefanía. Los gritos siguieron llenando el silencio de la casa. Rodolfo subió apresuradamente hacia la habitación de su esposa y luego, desde la ventana, les hizo señas a Guillermo y al sacerdote para que lo siguieran. Por la mirada incómoda, pude deducir que algo nefasto pasó y tenía que ver con Lilian, de eso no tenía la menor duda. Perturbada, quise abandonar aquella casa y así lo hice cuando oí los sollozos de Elizabeth. A gritos decía que Lilian había muerto, confirmando mis sospechas. Salí corriendo de la casa sin rumbo fijo; quería abandonar toda aquella podredumbre a muerte que inundaba cada rincón de la hacienda. No podía creer que aquella criatura estuviera muerta y, al mismo tiempo, tenía sentido; yo la vi arder entre las llamas, luego salió volando en forma de un pájaro negro por la ventana de mi habitación. ¿Acaso todo había sido un sueño muy real? —¡Qué locura diabólica es esta! —exclamé mientras regresaba la angustia de mi pesar para reencontrarme con una visió
—¡Niña, Estefanía! ¿Qué está haciendo aquí, tirada? —exclamó Rosa, sorprendida, tomándome por los brazos y sacudiéndome con fuerza—. —La locura viene hacia mí, Rosa, ya no puedo escapar —balbuceé. Ella colocó su mano en mi frente para ver si tenía fiebre. —Hija mía, una noche eterna, parece haberse posado sobre esta hacienda y, que Dios me perdone por lo que voy a decir, pero la muerte de Lilian me trajo tranquilidad. —¿Entonces es cierto? ¡Realmente falleció! —aunque sabía que esa diabla estaba muerta, mi mente no lo creía, percibía que algo más potente y negro ocurría. —Sí, el patrón mandó por el médico. La señora Elizabeth no para de llorar. Sal&iacut