Caminé con pasos apresurados sosteniendo con fuerza entre mi pecho la carta del hombre que amaba, me interné en el interior del invernadero y me dispuse abrirla, el corazón me latía con fuerza al ver aquella maravillosa escritura y con un nudo en mi garganta comencé a leer:
España, 19 de octubre de 1790
Querida Estefanía, antes que nada, quiero que sepas que he llegado sano y salvo a mi destino y al instalarme lo primero que hice fue escribirte; sin embargo, me entristece que está misiva, no te llegue con la rapidez que demandan mis anhelos, así mi ansiedad por saber de ti y tú de mí sería más llevadera, aun así, me conformo con la certeza de qué te llegará, de eso tengo fe absoluta. Sé que ya debes de es
Es el bisnieto del conde Efraím Dómine Primero y se llama Arturo, eso lo escuché sin proponérmelo de la boca de Lilian mientras se lo comentaba a Elizabeth —les aclaré—. Bueno y aquí todos sabemos que poseen una de las tierras más amplias de esta región y como dije anteriormente, esas personas no es que sean raras, son de la aristocracia y nosotras simples plebeyos.—Plebeyos no, para esa gente de sangre, y qué azul, somos menos que una cucaracha —expresó María.—Lo de esa familia no es tan solo abolengo —espetó Rosa dejando salir sus aires de adivina.—¿Eso fue lo que le expresó el padre?—En realidad sí, bueno, también agregó que había mucho movimiento, y han llevado bastantes esclavos y trabajadores para aquella finca con un salario super
El enterarme de que Lilian había viajado por petición de mi madre me había dejado de muy mal humor; entré al despacho y me preparé un trago para menguar un poco la impotencia; si mi madre le hiciera algún daño a Estefanía jamás se lo perdonaría. Sin perder tiempo busqué los libros de contabilidad para comenzar a revisar y poner todo en regla, sacar el informe de las finanzas para ir dejando todo listo y largarme de una vez por todas. Mientras buscaba los libros me arremangué la camisa, lo hice tan agresivamente que uno de los botones del puño de una de las mangas se desprendió y cayó rodando por el piso, hasta llegar cerca de las inmensas estanterías de los libros que cubrían casi todas las paredes de la gran biblioteca; pero lo que captó mi atención fue que el botón, al dejar de rodar no cayó de lado, sino que quedó
—Adrián, ¡qué te sucedió! ¿Qué pasaba que no abrías? Ya me estaba preocupando —me cayó encima con preguntas.—Disculpa, sin darme cuanta leyendo, me quedé dormido, aún estoy cansado del viaje —le mentí.—Bueno, entonces es mejor que tomes mi consejo y descanses, así en la noche te sentirás más recuperado. Vengo a decirte la respuesta del recado que me encomendaste; no hizo falta llegarme hasta la residencia de don Ricardo, nos encontramos en el camino y ahí le di tu encargo. Me ha expresado que te espera esta noche y se le vio emocionado al enterarse de que has vuelto —me informó. Sin embargo, mi mente no procesó por completo lo que él me declaraba, en aquel momento no podía dejar de pensar en lo que había descubierto.—Pablo
Luego de que Violeta saliera, continué investigando sobre los acontecimientos pasados que marcaron a los Álamos; fui directo a buscar el libro de la familia y comencé a revisar el árbol genealógico; me sorprendió que Isabel Álamo no figurara, en vez de ella aparecía el nombre de Abel como hijo de Diego y Laura y al lado de este una cruz que indicaba su fallecimiento y la fecha que testificaba cuando murió siendo un recién nacido; por lo tanto, no dejó descendientes. El otro detalle que llamó poderosamente mi atención es que en ninguna de las uniones de los hombres Álamos con sus esposas hubo nacimientos de niñas, todos los alumbramientos habían sido varones; bueno, solo Isabel existía, ¿o acaso sí hubo más descendientes mujeres y lo ocultaron como hicieron con Isabel? La cabeza se me llenó de preguntas; la lógica comenzaba una bata
—Mire, no sé quién es usted realmente, ni que se propone, sin embargo, de una vez le advierto que no le tengo miedo —la enfrenté, ella me miró fijamente. —No es mi intención perturbarte —me aclaró. —A mí me parece que esa es su intención —espeté, ella volvió a sonreír y continuó con la conversación anterior como si nada hubiera pasado. —No me digas que no lo sabías… es bastante preciso el círculo y dentro de esto parece una fase de la luna, luna menguante para ser más exacto —sus palabras evocaron recuerdos de Adrián, él me había dicho lo mismo que declaraba aquella extraña mujer, pero ¿Cómo diablos me lo había visto? —¿Sabías que esta fase de la luna representa un período final? Y al mismo tiempo, un período de preparación para un nuevo ciclo de experiencias, de cambios y acontecimientos, es la última fase del ciclo lunar. Mejor momento para sembrar, trasplantar, procrear… Estefanía, nacimos con un propósito, el destino está escrito… los proyectos que ya están andando deben ser
—¡Cállate! —me gritó Eva sin dejarme hablar —¡No tienes palabra, eres un cobarde! —su rabia iba en ascenso.—No fui yo quien suscito este compromiso, debes entenderlo; tampoco soy un cobarde, y precisamente por qué no lo soy, es que te confieso mi verdad.—¡Será tu verdad, porque mi verdad es diferente Adrián Álamo! —. Ya las cosas se estaban saliendo de control. Eva comenzó a llorar tan alto que me había dejado asombrado; era la reina del drama. Ricardo y Lucía al escuchar los lamentos de su hija llegaron apresuradamente.—¡Qué sucede! ¿Por qué mi hija llora de esta manera? —Exclamó exaltado Ricardo al ver a Eva llorar desconsoladamente, seguidamente Lucía se ubicó al lado de su hija.—Padre, Adrián, acaba de decirme que no tiene la intención de casarse conmigo —Ricardo y su esposa me miraron sorprendidos, aunque más sorpresa denotó Lucía.—¡Dios mío Adrián! ¿Es cierto lo que declara mi hija? —Me enfrentó Lucía con una expresión hosca de estupefacción en su rostro empolvado. —No s
Horas más tarde.Por fin había llegado a la casa; al entrar, el primer rostro que vi fue el de Violeta; en sus facciones dejaba claras expresiones de que estaba preocupada, y al notar mi semblante, logró acentuar aún más su preocupación.—¿Te ha ido bien, hijo mío? —Preguntó rápidamente.—Realmente no… Eva se puso muy mal, hasta el punto de perder el conocimiento, traté de sostenerla, pero Ricardo no permitió que la auxiliara y lo entiendo. Violeta, yo no quería hacerle daño; daño le haría si me casara sin amarla.—Adrián —musitó Violeta y se me acercó, posando la mano por mi cabello.—No tienes por qué justificarte, tampoco sentirte mal; en el corazón no se manda y está muy claro que el tuyo ya ha escogido, así que trata de calmar
Salí de mis recuerdos cuando llegué donde estaba mi amigo. —¡Sabía que te encontraría aquí! —dije luego de llegar a la fuente que estaba frente a la bodega, Pablo me sonrío. —Pensé que dormías —mencionó, mientras afinaba su guitarra. —Acabo de llegar. —Y por tu cara advierto que no te fue muy bien. —En verdad no. —¿Pero te deshiciste o no del compromiso? —me interrogó con curiosidad. —Sí, Pablo los deshice y a su vez dejé muy en claro la demanda de mis afectos. —¡Entonces hombre, quita esa cara, que eso es lo que importa! —exclamó con alegría y charrasqueo la cuerda de la guitarra, logrando que yo esbozara una sonrisa. —Vamos a la bodega, necesitamos ponernos al corriente y que me hables de tu damisela, porque ya me contaron por ahí que tu corazón anda acelerado por una hermosa mestiza de aquellas tierras, y mientras me cuentas, entonamos una canción bajo el calor de unas buenas copas de vino —me ofreció, yo no me pude negar. —¿Anhia, cómo está? No la he podido ver —le pregu