REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 82. Las palabras más dolorosasMi estómago se aprieta. Sé que Christian tiene gente vigilando a Alma pero el simple hecho de que llamen me eriza la piel.—¿Qué está pasando? —pregunta Christian con tono duro y al otro lado del teléfono sale una voz grave y concisa.“La niña”, responde Ranger, y mi corazón se detiene por un segundo. “Se salió de la escuela fuera de hora y está subida a un autobús”.Me levanto de golpe y no puedo evitar que el miedo se apodere de mí.—¿Qué…?—¿Dónde está ahora? —pregunta Christian que al parecer es el único capaz de mantener la calma.—Sentada dos asientos por delante de mí —responde el hombre con tranquilidad—. Estamos en el centro de la ciudad y… espera… espera, se está levantando, creo que está a punto de bajarse.Mi pecho se contrae y espero lo que parece una infinidad.—¿Dónde? —pregunto, sintiendo cómo la ansiedad me sube por la garganta.Hay un silencio tenso por unos segundos hasta que Ranger responde:“Listo, ya bajamos
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 83. Lo que hay que hacerCHRISTIANEl pasillo está en silencio, salvo por el murmullo lejano de las secretarias en sus escritorios y el ruido ocasional de las puertas abriéndose y cerrándose, pero yo solo tengo un objetivo en mente.Tiro de la chaqueta de Ranger y lo arrastro a la sala contigua a la oficina de Verónica. Él protesta en voz baja, pero no se resiste demasiado.—¿Qué demonios estás haciendo? —susurra, acomodándose el cuello de la chaqueta con molestia.Yo no le contesto, simplemente me acerco a la pared, alcanzo un vaso de vidrio de un estante y lo coloco contra la superficie.—¿En serio? —Ranger me mira con burla—. ¿Un truco de película de espías barato?Le lanzo una mirada de advertencia.—Cállate, Rambo. Necesito escuchar.Él rueda los ojos, porque más de una vez lo he llamado así por ser exmilitar y creído, aunque tenga con qué. El caso es que suspira y saca un pequeño dispositivo de su bolsillo. Es del tamaño de la palma de una mano pequeña,
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 84. MadresCHRISTIANAbro la carpeta y lanzo los documentos sobre la mesa. Alma los mira con el ceño fruncido, pero no los toca.—Verónica es más madre que cualquier otra mujer en esta tierra —sentencio—, porque sacrificó su propia felicidad para que tú sobrevivieras. Solo era un poco mayor que tú cuando su padrastro abusó de ella y la embarazó, pero por desgracia no tuvo una madre como Mildred para protegerla, una madre que habría echo cualquier cosa por ella, que la defendiera y la protegiera.Veo la expresión de ambas pero no me detengo porque a fin de cuentas para ver esas caras fue que vine. Mildred aprieta los labios y a Alma parece que los ojos se le saltarán de un segundo a otro, porque ahora por fin sabe de dónde viene.—Esto posiblemente me cueste mi relación con Verónica, pero es cierto que ya estás grandecita y antes de juzgar tienes que saber de dónde vienes —le advierto—. Verónica te adoraba, habría hecho cualquier cosa por ti, pero su familia la
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 85. Un impostor.Estoy sentada en el sofá con la mirada perdida. Ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado desde que amaneció, solo sé que Christian me estaba abrazando y luego llamó a la caballería. El niño bonito no tiene problemas a la hora de pedir ayuda, así que cada vez que tiene dar dos pasos lejos de mí, porque obviamente también tiene una compañía gigantesca que atender, se asegura de que alguna de las chicas se quede conmigo.El café que Regina me puso en las manos ya está frío, pero sigo sosteniéndolo por inercia, al menos hasta que ella me lo quita de nuevo y me pone cara de que me va a pegar con algún objeto contundente.—¡Tienes que levantarte! —dice Regina y su voz es firme, pero no dura—. Esto no va a resolver nada.—Estoy bien —respondo, aunque ambas sabemos que no es cierto.Regina deja la taza sobre la mesa y se gira hacia mí.—No, no estás bien. Sé que estás deprimida, siempre te pones así cuando se trata de Alma, pero no puedes quedarte aquí
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 86. Un objeto contundenteEl dolor explota en mi cabeza como un trueno. Me tambaleo y caigo de rodillas, llevando las manos a la nuca en un intento inútil de detener el latido punzante que me nubla la vista. Mis oídos zumban y, por un segundo, todo es un borrón rojo y negro.Respiro hondo, obligándome a mantener la calma. Me giro con dificultad, esperando encontrarme con Raymond, pero la realidad me golpea con más fuerza que el impacto que acabo de recibir. No es él.—No has cambiado en nada, maldit@ mocosa. Siempre arruinando las vidas de los demás —espeta y escucharlo dirigirse a mí después de tanto tiempo me revuelve el estómago.—Tom… —gruño entre dientes mientras siento que el mundo se congela por un instante.Mi corazón da un vuelco y luego empieza a latir con tanta fuerza que creo que va a salirse de mi pecho. Me mira con esa sonrisa cruel que me ha perseguido en mis pesadillas desde hace doce años.—No esperaba que me reconocieras tan rápido —dice con
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 87. Espacio a la imaginaciónEl eco de la bala aún resuena en la habitación. El grito de Tom, tan desgarrador, me llega como una melodía macabra, y siento que la rabia que llevo dentro se disuelve un poco, como si hubiera lanzado la última pieza del rompecabezas en el que había estado trabajando por tanto tiempo.¡Pum!Juraría que puedo escuchar el sonido de la bala perforando. Tom se lleva las manos a la entrepierna y su grito lo ahoga todo a su alrededor. Me observa con ojos desorbitados mientras su cuerpo se retuerce de dolor. Hay algo en su expresión que me hace sentir... bien, como una necesidad latente de verlo sufrir, una venganza que me pide más.Mi respiración se estabiliza. En mis manos, la pistola parece pesada, pero no por el peso real, sino por todo lo que acaba de pasar. Aún siento la adrenalina recorriéndome y Raymond está en una esquina, mirando como un espectador en un teatro, espantado.Me imagino lo que está pasando por su cabeza tres dispar
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 88. Considéralo un favor.Nos detenemos en una farmacia antes de llegar al departamento y Christian me pide que lo espere durante cinco minutos. No sé qué estará haciendo pero apenas llegamos a casa me mete al baño y me desnuda despacio. Lo abrazo mientras el agua cae sobre nosotros, el tiempo parece infinito y aun así lo siento tenso contra mi piel, pero no tenso en el sentido que me gusta.Me seca despacio y cuando acerca las puntas de sus dedos con crema a mi cuello entiendo por qué pasó por la farmacia.—Estoy bien —le digo con calma y me mira a los ojos—. Pon la crema, pero te aseguro que esas marcas no van a molestarme.Christian me observa como si pudiera leerme. Está acostumbrado a ver mis cambios, pero esta vez algo es diferente. Mis hombros ya no están tensos, mis puños ya no están apretados, y por primera vez en mucho tiempo, me siento... tranquila.—¿Todo terminó para ti? —me pregunta, con ese tono preocupado que me resulta tan familiar y que quier
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 89. Una sorpresa especial.No tengo que decir nada más, puedo ver el asco y la rabia en los ojos de Elsa, el miedo en los de Tom, y no tengo muchas dudas sobre cómo terminarán las cosas entre ellos.Christian me envuelve en un abrazo apretado y yo me derrito contra su cuerpo porque está bien sentirme bien cuando estoy cuando el hombre que amo, aunque el maldito mundo se desmorone alrededor.—¿Ya tomaste una decisión sobre lo que quieres hacer con él? —me pregunta y yo lo miro tranquila.La verdad es que lo último que quiero es ligar mi nombre a todo el proceso legal que sería meter a Tom a la cárcel, y no creo que sea necesario. No podría estar más… impotente a partir de ahora.—Christian —pregunto con un suspiro—. ¿Podrías hacer desaparecer la denuncia que pusimos en la comisaría?Él me observa por un momento, midiendo mis palabras, pero asiente rápidamente.—Lo que tú quieras —responde—. ¿Pero estás segura de que no quieres meter a ese tipo a la cárcel?Resp