REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 79. Un rincón especialChristian tenía razón, hay decisiones que solo se toman con la cabeza fría, y digo “la cabeza” porque el corazón lo voy a tener caliente por mucho tiempo. Saco el teléfono y marco un número sin dudar.—Ruby —es mi único saludo y después de tantos años por supuesto que sabe reconocer el tono.“¿Qué pasa, Venenito?”—Necesito que me prestes tu bat3 —sentencio y lo único que se escucha al otro lado de la línea en un silencio inquietante.“¿Solo nosotras o también va Regina?”—Ella también —suspiro—. Las necesito a las dos.Y esa voz que casi siempre suena divertida, de pronto se convierte en una cosa oscura, peligrosa y difícil de describir, como si hablara desde el fondo de una caverna maldit@.“¿A quién vas a romperle la cara?”—Vanessa fue a buscar a mi hija —digo sin más explicaciones y sé que no las necesita.“Dame diez minutos. Llamo a Regina y te vemos donde me digas”, me asegura.—Te mandaré la dirección cuando la tenga —digo mientr
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 80. El peso de las decisionesEl puerto está envuelto en una penumbra inquietante, con las luces parpadeantes de los faros reflejándose en el agua negra como el petróleo. No hay ruidos humanos, solo el susurro del viento que se enreda entre las estructuras metálicas y el crujido ocasional de las embarcaciones amarradas.Vanessa tiembla en el suelo, su respiración se oye entrecortada y su piel está pálida pero no es por el miedo, al menos no todavía.Me mira con rabia y sé que tiene mucho que decir, así que es mejor que lo diga pronto, porque yo también tengo unas cuantas cosas atoradas en la garganta.—¡Estás desquiciada! —escupe mientras frota sus rodillas lastimadas y yo dejo escapar una risa baja y llena de sarcasmo.—Y aún así soy la única que parece cuerda de todos los que compartimos sangre —espeto—. Yo estoy reaccionando, pero los causantes siguen siendo ustedes.—¡Mi hermano se va a morir por tu culpa! —grita y me agacho a su lado.—Tu hermano se va a
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 81. Un nuevo destinoEscucho a Vanessa gritar, sollozar, maldecirme, desesperarse… pero ya no hay marcha atrás. Sigue moviéndose mientras Ruby deja que el gancho descienda lentamente sobre ella y finalmente, cuando está a menos de veinte centímetros de sus piernas, por fin lo suelta.El impacto es brutal. El crujido de los huesos rompiéndose resuena en la noche como cientos de disparos. Vanessa suelta un alarido desgarrador que se convierte en un grito sordo cuando su cuerpo colapsa. La sangre brota de sus piernas en un torrente oscuro, empapando el suelo de cemento y tiñéndolo de rojo en un círculo estrecho allí donde la piel ha reventado por la presión.Sus manos se aferran a su propio torso como si pudiera sostenerse a sí misma, su boca se abre pero eventualmente ese grito se queda sin sonido.—Listo, creo que esto ya está —digo después de un par de minutos cuando veo que está a punto de entrar en shock.Ruby eleva el gancho de nuevo y miro las piernas de V
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 82. Las palabras más dolorosasMi estómago se aprieta. Sé que Christian tiene gente vigilando a Alma pero el simple hecho de que llamen me eriza la piel.—¿Qué está pasando? —pregunta Christian con tono duro y al otro lado del teléfono sale una voz grave y concisa.“La niña”, responde Ranger, y mi corazón se detiene por un segundo. “Se salió de la escuela fuera de hora y está subida a un autobús”.Me levanto de golpe y no puedo evitar que el miedo se apodere de mí.—¿Qué…?—¿Dónde está ahora? —pregunta Christian que al parecer es el único capaz de mantener la calma.—Sentada dos asientos por delante de mí —responde el hombre con tranquilidad—. Estamos en el centro de la ciudad y… espera… espera, se está levantando, creo que está a punto de bajarse.Mi pecho se contrae y espero lo que parece una infinidad.—¿Dónde? —pregunto, sintiendo cómo la ansiedad me sube por la garganta.Hay un silencio tenso por unos segundos hasta que Ranger responde:“Listo, ya bajamos
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 83. Lo que hay que hacerCHRISTIANEl pasillo está en silencio, salvo por el murmullo lejano de las secretarias en sus escritorios y el ruido ocasional de las puertas abriéndose y cerrándose, pero yo solo tengo un objetivo en mente.Tiro de la chaqueta de Ranger y lo arrastro a la sala contigua a la oficina de Verónica. Él protesta en voz baja, pero no se resiste demasiado.—¿Qué demonios estás haciendo? —susurra, acomodándose el cuello de la chaqueta con molestia.Yo no le contesto, simplemente me acerco a la pared, alcanzo un vaso de vidrio de un estante y lo coloco contra la superficie.—¿En serio? —Ranger me mira con burla—. ¿Un truco de película de espías barato?Le lanzo una mirada de advertencia.—Cállate, Rambo. Necesito escuchar.Él rueda los ojos, porque más de una vez lo he llamado así por ser exmilitar y creído, aunque tenga con qué. El caso es que suspira y saca un pequeño dispositivo de su bolsillo. Es del tamaño de la palma de una mano pequeña,
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 84. MadresCHRISTIANAbro la carpeta y lanzo los documentos sobre la mesa. Alma los mira con el ceño fruncido, pero no los toca.—Verónica es más madre que cualquier otra mujer en esta tierra —sentencio—, porque sacrificó su propia felicidad para que tú sobrevivieras. Solo era un poco mayor que tú cuando su padrastro abusó de ella y la embarazó, pero por desgracia no tuvo una madre como Mildred para protegerla, una madre que habría echo cualquier cosa por ella, que la defendiera y la protegiera.Veo la expresión de ambas pero no me detengo porque a fin de cuentas para ver esas caras fue que vine. Mildred aprieta los labios y a Alma parece que los ojos se le saltarán de un segundo a otro, porque ahora por fin sabe de dónde viene.—Esto posiblemente me cueste mi relación con Verónica, pero es cierto que ya estás grandecita y antes de juzgar tienes que saber de dónde vienes —le advierto—. Verónica te adoraba, habría hecho cualquier cosa por ti, pero su familia la
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 85. Un impostor.Estoy sentada en el sofá con la mirada perdida. Ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado desde que amaneció, solo sé que Christian me estaba abrazando y luego llamó a la caballería. El niño bonito no tiene problemas a la hora de pedir ayuda, así que cada vez que tiene dar dos pasos lejos de mí, porque obviamente también tiene una compañía gigantesca que atender, se asegura de que alguna de las chicas se quede conmigo.El café que Regina me puso en las manos ya está frío, pero sigo sosteniéndolo por inercia, al menos hasta que ella me lo quita de nuevo y me pone cara de que me va a pegar con algún objeto contundente.—¡Tienes que levantarte! —dice Regina y su voz es firme, pero no dura—. Esto no va a resolver nada.—Estoy bien —respondo, aunque ambas sabemos que no es cierto.Regina deja la taza sobre la mesa y se gira hacia mí.—No, no estás bien. Sé que estás deprimida, siempre te pones así cuando se trata de Alma, pero no puedes quedarte aquí
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 86. Un objeto contundenteEl dolor explota en mi cabeza como un trueno. Me tambaleo y caigo de rodillas, llevando las manos a la nuca en un intento inútil de detener el latido punzante que me nubla la vista. Mis oídos zumban y, por un segundo, todo es un borrón rojo y negro.Respiro hondo, obligándome a mantener la calma. Me giro con dificultad, esperando encontrarme con Raymond, pero la realidad me golpea con más fuerza que el impacto que acabo de recibir. No es él.—No has cambiado en nada, maldit@ mocosa. Siempre arruinando las vidas de los demás —espeta y escucharlo dirigirse a mí después de tanto tiempo me revuelve el estómago.—Tom… —gruño entre dientes mientras siento que el mundo se congela por un instante.Mi corazón da un vuelco y luego empieza a latir con tanta fuerza que creo que va a salirse de mi pecho. Me mira con esa sonrisa cruel que me ha perseguido en mis pesadillas desde hace doce años.—No esperaba que me reconocieras tan rápido —dice con