CAPÍTULO 61. Un propósito superiorHay que decirlo: Viggo impone. Es un hombre que tiene enorme desde el ego hasta el… diamante. Él lo sabe, yo lo sé, y todos los que se cruzan con él lo saben al instante, porque cuando se gira hacia la dependienta esta solo da un paso atrás y pasa saliva bajando los ojos al suelo.—Busca el vestido. Ahora. Porque te recuerdo que tu salario no es ni la vigésima parte del valor de esa venta. ¿Además quieres que te despidan? —ordena Viggo y un segundo después la dependienta corre en dirección al piso superior.Y eso, por supuesto, solo le provoca un ataque de furia a la mujer que queda frente a nosotros. Quizás porque cree que yo no tengo con qué pagar, pero el traje de diseñador que lleva Viggo y que posiblemente cueste más de quince mil dólares, le confirma que él sí que puede.—¡Vaya que eres rápida, zorra! ¿Ni siquiera se han enfriado los papeles del divorcio y ya te estás consiguiendo a otro iluso al que puedas desplumar? —Su voz suena tan amarga q
CAPÍTULO 62. La estrategia de un hombre arroganteVolver al departamento después de lo que acaba de pasar en la tienda es como entrar en una burbuja donde todo se siente distinto. Más seguro, más oscuro, más inevitable. A pesar de lo que Viggo tiene su carácter y sé lo peligroso que es, no hay un solo momento en el que me sienta insegura a su lado.Se sienta en el sofá con la confianza de un hombre que no duda de su control sobre el mundo. Me observa de reojo mientras desabotona los primeros botones de su camisa y afloja el nudo de su corbata, como si no tuviera prisa, pero no pregunta nada aunque sé que tiene demasiadas interrogantes en la punta de la lengua.Sin embargo cuando despega los labios es para entregarme un sobre negro con letras doradas.—Tu invitación para la gala —dice con esa voz ronca que es tan especial para intimidar y… seducir.Deslizo la invitación fuera del sobre con calma. El papel es grueso, de calidad, con detalles en relieve que gritan “exclusividad”.—Gracia
CAPÍTULO 63. Día de máscarasVerónica me mira como si estuviera loca. No puedo culparla, porque estoy segura de que no se esperaba escuchar lo que acabo de decir. Pero lo que tengo en mente es demasiado grande para que me tiemble la mano ahora.—Sé lo que estoy haciendo. Solo dile al gerente que acepte el proyecto y ponle la fecha de firma para dentro de tres días. Dile que el dueño de Crown Capital no firma con nadie a quien no le haya estrechado al mano, así que lo verá en la gala.Verónica me observa fijamente, como si fuera a cambiar de idea en cualquier momento, pero no lo hago. Ella resopla pero saca su teléfono y le escribe a su gerente, y un segundo después todo lo que se escucha dentro de la oficia son felicitaciones y falsos halagos.—Créame señor Finnigan, este es un negocio seguro —le dice el hombre y yo corro a esconderme en otra de las oficinas del pasillo cuando escucho a Devon despedirse.Cuando sale al pasillo, su cara tiene una sonrisita de satisfacción que me irrita
CAPÍTULO 64. El dueño de Colosso Capital Group.El aire en la gala está cargado de una mezcla de elegancia y tensión. Llego con Viggo, mi brazo entrelazado al suyo, y no puedo evitar notar cómo todos nos miran. Como si no fuéramos un par de asistentes más, sino un espectáculo en sí mismo. Y créanme, estar con Viggo tiene ese efecto. Los flashes de las cámaras, los murmullos de la gente, todo se vuelve una burbuja de admiración, y yo, por supuesto, disfruto cada segundo.¿Es extraño que en medio de todo esto sea la mano de Viggo sobre mi espalda baja lo que me calme?Ni siquiera puedo explicarlo, tiene una habilidad para llevarme de aquí para allá, de moverse a mi alrededor como si yo fuera el centro de toda su atención pero sin llegar a ser descortés con los demás.Viggo me lleva por uno de los salones, saludando a algunas personalidades de su círculo. No me sorprende que todos lo conozcan. Es imposible no hacerlo cuando tienes el poder que él tiene. Nos sirven champaña y, por un mome
CAPÍTULO 65. Una reunión de negociosLa garganta se me cierra, pero solo es la impotencia. Reconozco el sentimiento mientras Devon aprovecha para continuar el pequeño espectáculo que inició su madre. Su voz no es solo sarcástica, sino condescendiente, lo suficiente como para que me den ganas de abofetearlo en público.—No le conviene que lo vean en semejante compañía, señor Massari —dice, como si yo no estuviera delante de él—. Es evidente que solo está con usted por su dinero… o para darme celos.Siento el brazo de Viggo tensarse más a mi alrededor, pero cada uno de mis músculos está extrañamente relajado.—Mejor debería acompañarme —insiste Devon con un aire de superioridad—. Tenemos una cita en el salón de reuniones que reservé. Quiero presentarle el futuro de la inversión en la Bolsa de Valores, y todo futuro implica deshacerse de los lastres ¿verdad?“Lastre”.Qué palabra tan amable para la mujer que le dedicó años de su vida. Y cuando Viggo se le queda mirando, no puedo descifra
CAPÍTULO 66. Mentiras en el aire—¡Doy fe! —La mano de Christian se levanta como si le aburrimiento se le hubiera acabado—. Los perdió justo frente a mí, ¡en menos de veinte minutos!Ren y Viggo hacen muecas graciosas y soeces, y con eso ninguno necesita hablar.Así que si Devon venía en modo “gran maestro de Wall Street”, tal parece que no va a poder arrastrar a todos con su teatrillo barato. Se endereza desde la cabecera de la mesa y me mira como si todavía creyera que soy su empleada.—Si estoy aquí para proponerles a estos señores el mayor negocio de sus vidas —dice, con ese tono arrogante que nunca abandona—. Un negocio único, algo que no deben perder, porque la mayor promesa actual en el negocio de la Bolsa ya lo ha aceptado.Su mirada se detiene en cada hombre de la habitación, como si intentara solidificar su puesto, y finalmente sus ojos se clavan en mí.—Esto es un negocio entre hombres, Regina, mejor desaparece de mi vista —me espeta, como si mi presencia fuera una mancha e
CAPÍTULO 67. No voy a pararDevon se ve tan desconcertado que casi parece una caricatura. No puedo evitarlo, la escena es demasiado buena para no disfrutarla. La forma en que niega lo que acaba de oír es patética y lo único que puede hacer es gritar, como si con eso fuera a hacer que la mentira se hiciera real.—¡Eso no puede ser verdad! —espeta, mirando a Verónica con rabia—. ¡Ella no es…! ¡Ella no es nadie!—Creo que en eso no estamos de acuerdo —le gruñe Christian—. La licenciada Verónica Lynch es la CEO del grupo Crown Capital, eso lo puedo garantizar.Devon aprieta los puños, por fin se le acabaron los trucos baratos, así que con calma me levanto de mi silla y me acerco lentamente a la mesa, dirigiéndome a él.—Vero tiene razón en algo, y creo que todos en esta sala ya lo saben: eres un inútil para los negocios… pero eres muy bueno para engañar y manipular —le advierto rodeando la mesa despacio hasta cruzar detrás de él—. Y eso es exactamente lo que estás haciendo: estás tratando
CAPÍTULO 68. A manoLo veo retroceder y esta mala mujer en mí se siente tan bien que no puedo evitar comprender de una vez por todas a los villanos. Me gusta lastimarlo, me gusta la impotencia y la desesperación en su cara, me gusta que sepa que voy a destruirlo, a desmembrarlo, a convertirlo en polvo que nadie recordará.Y un segundo después mis palabras hacen efecto, Devon está absolutamente fuera de sí, gritando a los tres hombres en la sala como si esta se tratara de una especie de rebelión que no está dispuesto a aceptar.No entiendo qué parte de la jugada no ha comprendido, pero ahí está, furioso, levantando la voz para exigir respuestas que, sinceramente, no le interesan a nadie aquí.—¡¿Por qué no reaccionan?! —les grita, apuntando a Viggo, a Ren, a Christian—. ¿¡Por qué permiten que ella los maneje!? ¡¿Por qué no le dicen nada?! ¡No puede ser que gente como ustedes toleren a una arpía como esta son contraatacar!La rabia se le nota en cada palabra, en cada gesto, pero su idio