CAPÍTULO 46. Ángeles

CAPÍTULO 46. Ángeles

Salgo de la que fue mi casa durante tantos años, y mi mente se desconecta como si me hubieran golpeado con un mazo. La cabeza me da vueltas, mi estómago está revuelto y ni siquiera me doy cuenta de que camino sin rumbo, solo moviéndome, porque el tiempo parece haberse detenido, y lo único que quiero es escapar de esta realidad.

Pasa una hora, dos, hasta que el cansancio me gana y finalmente tomo un taxi que me lleva directo al departamento de Verónica, aunque sé que es el último lugar en el que en este momento encontraré algo de paz.

Cuando entro mis amigas ya están esperándome. Ambas me observan como si supieran que estoy a punto de estallar, y, sin decir nada Ruby me abraza, apretándome fuerte, como si intentara protegerme de todo. Verónica también se acerca y me da un abrazo, quizás porque saben que estoy a punto de quebrarme.

En la mesa frente a mí, veo tres pequeñas cajitas de madera. Mis ojos se quedan fijos en ellas porque sé lo que son. Las cajitas de mis
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