CAPÍTULO 27. Una pareja encubiertaNi siquiera soy capaz de explicar la satisfacción que siento. La mayor parte de este dinero irá a reinversión, es la única forma de que mi desconocida y diminuta empresa siga creciendo, pero mientras puedo aprovechar la curiosidad de Christian a mi favor.Al día siguiente, me planto en su oficina Christian con una actitud renovada, y lo primero que él hace es fijarse en mi mano vendada.—¡Por Cristo divino, Jesús bendito, y su madrecita la Virgen, dime que no te hiciste eso aquí! -exclama con dramatismo y yo niego.-Fue en mi casa, jefecito.-¡Gracias a Dios!—No, gracias a mí, que soy bien chismosa aunque sea torpe, escuche: No logré descubrir quién es el pajarito soplón —admito con un puchero y él se echa hacia adelante en si silla ejecutiva—, pero sé qué empresa compró las acciones antes que usted. Ya sabe… las asistentes hablamos mucho.Los ojos de Christian se abren con interés.—Seguro que fue Kaizen Financial… ¡O no, no! ¡Fue el tarado de Mass
CAPÍTULO 28. Corazón de aceroEl despacho de Viggo Massari no es más luminoso ni más amable que su propia habitación, sino que tiene esa oscuridad intrínseca y minimalista de los hombres poderosos y enigmáticos.El problema no es la habitación en sí, sino lo que hay en el centro de ella y eso es… una mujer.Una mujer hermosa, pelirroja, llena de curvas explícitas que resaltan la lencería negra y la escases del resto de su ropa. Está acostada boca abajo sobre el escritorio y mis ojos no pueden evitar posarse por un segundo en su trasero, blanco como la cal. Y ese momento, ese gesto, esa búsqueda inconsciente me devuelve de golpe a una realidad aterradora: mi realidad, mi vulnerabilidad, mi verdadera yo. Esa que decidí enterrar, pero al parecer debo cavar aun más profundo para lograrlo.Viggo está de pie junto al bar, en el otro extremo del despacho, sirviéndose un trago como si nada, hasta que nuestros ojos se encuentran y por un instante, mi corazón se detiene.Veo la contrariedad en
CAPÍTULO 29. Lo único que me mantiene en pieViggo me mira con esa intensidad suya, los ojos se clavan en mí como si pudiera obligarme a quedarme solo con la fuerza de su voluntad. Pero no puede. Nadie puede ya.—¿Por qué? —Su voz es tensa, casi áspera—. ¿Por qué no quieres volver?Suelto una risa sin ganas y niego con la cabeza. No quiero tener esta conversación, no quiero que esto se haga más grande porque realmente no es nada, no somos nada, no significamos nada... Pero él insiste.—Si es por Alicia ya lo oíste. Ella ya no va a volver. ¡Yo ni siquiera la llamé aquí esta noche! Ella solo… siguió el calendario —gruñe entre dientes como si de verdad hubiera olvidado que su calendario incluye sus “noches para follar”—. Alicia no significa nada para mí —dice, y su tono es menos cortante esta vez—. Solo era alguien con quien me quitaba las ganas. Y ya se acabó.Lo miro a los ojos y dejo que vea lo poco que me importa eso, porque la cuestión es que ya no puedo darme el lujo de que me impo
CAPÍTULO 30. Una lista negraLo veo carraspear y ajustarse la corbata un par de veces, y yo me aliso la falda del ajustado vestido que no necesita que lo ajusten más, pero así parezco más torpe y cada vez que me paso las manos sobre el trasero siento que él mira al techo como si quisiera quitarlas y poner las suyas.Finalmente me cuelgo de su brazo y entramos a las oficinas de Crown Capital Trade como si no fuera la cosa más absurda del mundo ir de encubierto a mi propia empresa. Lo bueno es que aquí jamás he puesto la cara, así que aparte de Vero que me hace de fachada, nadie más me conoce.Nadie sospecha, y demás, técnicamente, no estoy haciendo nada ilegal. Pero igual me da un cosquilleo de nervios en la nuca cuando nos acomodamos en el despacho principal, y Verónica responde a cada pregunta de Christian. Hasta pareciera bróker la condenada, pero como abogada sabe mentir muy bien.Christian hojea los documentos con calma, pasando cada página con una concentración que no sé si es re
CAPÍTULO 31. Un chisme de oficinaDesde que llegué a la oficina en la mañana he estado inquieta. No sé si es por toda la tensión y el estrés que estoy acumulando, o por el hecho de que no he dormido bien en días tratando de armar el portafolio de inversiones de Crown Capital Trade. Probablemente ambas cosas.Me duele la cabeza, siento el estómago revuelto y tengo los nervios de punta. No es la mejor combinación cuando trabajas en un lugar donde la gente te observa como si pudieras derrumbarte en cualquier momento, pero como aquí tengo fama de torpe no importa mucho.Paso el resto del día entre correos, llamadas y reportes, y sobre todo fingiendo hacer eso que Christian me encargó: conseguir un sustancioso chisme de oficina.Me cuesta un poco decidir si se lo digo o no, o cómo hacerlo. Quizá porque siento que le estoy dando más información de la que debería. O tal vez porque me preocupa su reacción, pero de cualquier forma algo tendré que decirle o lo averiguará por su cuenta. Así que
CAPÍTULO 32. No estoy interesada en tiAbro los ojos lentamente y me cuesta comprender dónde estoy o recordar qué ha pasado. Lo primero que veo es el techo blanco y la luz tenue de la habitación; y el inconfundible olor a desinfectante me lo confirma: estoy en un hospital.Siento un apretón suave en la mano, volteo la cabeza y ahí está el abuelo, sentado en una silla junto a mi cama, con los brazos cruzados y una expresión preocupada, una que se llena de calma cuando se da cuenta de que estoy despierta.—Regina —dice con alivio, inclinándose hacia mí—. Nos diste un susto, hija.Intento incorporarme, pero un mareo me detiene. Me llevo una mano a la frente y cierro los ojos por un segundo.—¿Qué pasó? —pregunto con la voz pastosa.Antes de que el abuelo pueda responder, mi vista se desliza hacia la ventana. Ren está ahí, de pie con las manos en los bolsillos, mirando hacia afuera. Su postura es relajada, pero sé que está escuchando.—Te desmayaste —responde el abuelo—. Ren y yo te traji
CAPÍTULO 33. Un hombre sin contenciónLa expresión del abuelo cambia de inmediato, el brillo en sus ojos se apaga, como si acabara de recibir una noticia devastadora. Se lleva una mano al pecho y suspira hondo; y entiendo que de verdad le agrado, que de verdad tenía una esperanza en esto y por desgracia es una que no puedo alimentarle. Seré una villana, pero ir destrozando a diestra y siniestra no es lo mío.—Creo que necesito un té… —murmura—. Los esperaré en la cafetería.Se gira despacio y sale de la habitación sin decir nada más, dejándonos a Ren y a mí en un silencio incómodo. Es un señor amable, pero sigue siendo tradicional y quiere la continuidad de su apellido, así que literalmente necesita espacio para dejarme ir.Cierro los ojos por un momento y trato de ganar algo de estabilidad antes de tomar el frasco de pastillas que me dejó la doctora.No sé si debería decir algo o simplemente marcharme, estoy agotada, dolida, emocionalmente quebrada y solo quiero abrir un hueco en la
CAPÍTULO 34. Tu apellidoNo puedo creer lo que acabo de escuchar. Me quedo con el teléfono en la mano, todavía caliente por la llamada de Ruby, y siento una corriente de adrenalina recorrerme el cuerpo.Viggo…Viggo Massari…En su puerta.Me cambio con rapidez, sin siquiera pensar demasiado en lo que me pongo. Jeans, un suéter ligero, botas. Necesito salir de aquí. No tengo idea de cómo demonios Viggo encontró a Ruby, pero es evidente que esta pieza en particular del rompecabezas no la posicioné yo y eso me asusta.Tomo las llaves del coche y el bolso antes de salir casi corriendo del departamento. Verónica viene detrás de mí, supongo que para hacer control de daños, y el trayecto hasta el departamento de Ruby se siente eterno. Cuando finalmente llego y subo hasta su piso, las puertas del ascensor se abren y lo primero que veo es una figura sombría apoyada en la pared del pasillo.Viggo.Tiene las manos en los bolsillos de su gabardina oscura, la mirada baja, y el estado de alerta del