CAPÍTULO 29. Lo único que me mantiene en pieViggo me mira con esa intensidad suya, los ojos se clavan en mí como si pudiera obligarme a quedarme solo con la fuerza de su voluntad. Pero no puede. Nadie puede ya.—¿Por qué? —Su voz es tensa, casi áspera—. ¿Por qué no quieres volver?Suelto una risa sin ganas y niego con la cabeza. No quiero tener esta conversación, no quiero que esto se haga más grande porque realmente no es nada, no somos nada, no significamos nada... Pero él insiste.—Si es por Alicia ya lo oíste. Ella ya no va a volver. ¡Yo ni siquiera la llamé aquí esta noche! Ella solo… siguió el calendario —gruñe entre dientes como si de verdad hubiera olvidado que su calendario incluye sus “noches para follar”—. Alicia no significa nada para mí —dice, y su tono es menos cortante esta vez—. Solo era alguien con quien me quitaba las ganas. Y ya se acabó.Lo miro a los ojos y dejo que vea lo poco que me importa eso, porque la cuestión es que ya no puedo darme el lujo de que me impo
CAPÍTULO 30. Una lista negraLo veo carraspear y ajustarse la corbata un par de veces, y yo me aliso la falda del ajustado vestido que no necesita que lo ajusten más, pero así parezco más torpe y cada vez que me paso las manos sobre el trasero siento que él mira al techo como si quisiera quitarlas y poner las suyas.Finalmente me cuelgo de su brazo y entramos a las oficinas de Crown Capital Trade como si no fuera la cosa más absurda del mundo ir de encubierto a mi propia empresa. Lo bueno es que aquí jamás he puesto la cara, así que aparte de Vero que me hace de fachada, nadie más me conoce.Nadie sospecha, y demás, técnicamente, no estoy haciendo nada ilegal. Pero igual me da un cosquilleo de nervios en la nuca cuando nos acomodamos en el despacho principal, y Verónica responde a cada pregunta de Christian. Hasta pareciera bróker la condenada, pero como abogada sabe mentir muy bien.Christian hojea los documentos con calma, pasando cada página con una concentración que no sé si es re
CAPÍTULO 31. Un chisme de oficinaDesde que llegué a la oficina en la mañana he estado inquieta. No sé si es por toda la tensión y el estrés que estoy acumulando, o por el hecho de que no he dormido bien en días tratando de armar el portafolio de inversiones de Crown Capital Trade. Probablemente ambas cosas.Me duele la cabeza, siento el estómago revuelto y tengo los nervios de punta. No es la mejor combinación cuando trabajas en un lugar donde la gente te observa como si pudieras derrumbarte en cualquier momento, pero como aquí tengo fama de torpe no importa mucho.Paso el resto del día entre correos, llamadas y reportes, y sobre todo fingiendo hacer eso que Christian me encargó: conseguir un sustancioso chisme de oficina.Me cuesta un poco decidir si se lo digo o no, o cómo hacerlo. Quizá porque siento que le estoy dando más información de la que debería. O tal vez porque me preocupa su reacción, pero de cualquier forma algo tendré que decirle o lo averiguará por su cuenta. Así que
CAPÍTULO 32. No estoy interesada en tiAbro los ojos lentamente y me cuesta comprender dónde estoy o recordar qué ha pasado. Lo primero que veo es el techo blanco y la luz tenue de la habitación; y el inconfundible olor a desinfectante me lo confirma: estoy en un hospital.Siento un apretón suave en la mano, volteo la cabeza y ahí está el abuelo, sentado en una silla junto a mi cama, con los brazos cruzados y una expresión preocupada, una que se llena de calma cuando se da cuenta de que estoy despierta.—Regina —dice con alivio, inclinándose hacia mí—. Nos diste un susto, hija.Intento incorporarme, pero un mareo me detiene. Me llevo una mano a la frente y cierro los ojos por un segundo.—¿Qué pasó? —pregunto con la voz pastosa.Antes de que el abuelo pueda responder, mi vista se desliza hacia la ventana. Ren está ahí, de pie con las manos en los bolsillos, mirando hacia afuera. Su postura es relajada, pero sé que está escuchando.—Te desmayaste —responde el abuelo—. Ren y yo te traji
CAPÍTULO 33. Un hombre sin contenciónLa expresión del abuelo cambia de inmediato, el brillo en sus ojos se apaga, como si acabara de recibir una noticia devastadora. Se lleva una mano al pecho y suspira hondo; y entiendo que de verdad le agrado, que de verdad tenía una esperanza en esto y por desgracia es una que no puedo alimentarle. Seré una villana, pero ir destrozando a diestra y siniestra no es lo mío.—Creo que necesito un té… —murmura—. Los esperaré en la cafetería.Se gira despacio y sale de la habitación sin decir nada más, dejándonos a Ren y a mí en un silencio incómodo. Es un señor amable, pero sigue siendo tradicional y quiere la continuidad de su apellido, así que literalmente necesita espacio para dejarme ir.Cierro los ojos por un momento y trato de ganar algo de estabilidad antes de tomar el frasco de pastillas que me dejó la doctora.No sé si debería decir algo o simplemente marcharme, estoy agotada, dolida, emocionalmente quebrada y solo quiero abrir un hueco en la
CAPÍTULO 34. Tu apellidoNo puedo creer lo que acabo de escuchar. Me quedo con el teléfono en la mano, todavía caliente por la llamada de Ruby, y siento una corriente de adrenalina recorrerme el cuerpo.Viggo…Viggo Massari…En su puerta.Me cambio con rapidez, sin siquiera pensar demasiado en lo que me pongo. Jeans, un suéter ligero, botas. Necesito salir de aquí. No tengo idea de cómo demonios Viggo encontró a Ruby, pero es evidente que esta pieza en particular del rompecabezas no la posicioné yo y eso me asusta.Tomo las llaves del coche y el bolso antes de salir casi corriendo del departamento. Verónica viene detrás de mí, supongo que para hacer control de daños, y el trayecto hasta el departamento de Ruby se siente eterno. Cuando finalmente llego y subo hasta su piso, las puertas del ascensor se abren y lo primero que veo es una figura sombría apoyada en la pared del pasillo.Viggo.Tiene las manos en los bolsillos de su gabardina oscura, la mirada baja, y el estado de alerta del
CAPÍTULO 35. Fuera del campo de batalla.No lo entiendo. Viggo Massari es un follador indiscriminado, esa es su naturaleza, no se le conoce ni una relación seria, las amantes son lo único que abunda en su vida; sin embargo estoy segura de que estos no son sus gestos naturales con ninguna amante. No son fajos de billetes arrojados a la cara, es algo más… algo que también es nuevo para él.Siento su duda mientras se acerca a mí, como si fuera un entrenador tratando de acercarse a una osa salvaje o algo así. Me da la vuelta para envolverme en sus brazos, y con mi espalda pegada a su pecho me empuja por el pasillo hasta una de las habitaciones.Cuando abre la puerta siento que me quedo muda de la sorpresa.El cuarto es precioso, y dentro hay un vestidor completo. Filas de ropa perfectamente ordenada, zapatos de diseñador en estantes de cristal, bolsos en compartimentos iluminados, joyas en las vitrinas. Todo preparado para mí. Todo de mi medida.—¿Qué es esto…? —susurro y se que mi cuerpo
CAPÍTULO 36. El enemigo en la… puertaSiento que el corazón se me saldrá del pecho. Pasó un año, literalmente, desde que Devon y yo fundamos TradeLink hasta que conseguimos el primer gran inversor; y ahora, con m i propia empresa, esto está pasando en cuestión de días.Christian parece dudar, revisa los documentos, suspira, pero sé que en el fondo solo se está haciendo el difícil porque eso le divierte, pero al final termina firmando el acuerdo con Verónica, y yo siento que estoy en las nubes. No puedo creerlo. ¡Mi empresa acaba de dar un salto exponencial! ¡Un acuerdo de colaboración con uno de los grupos más grandes de Wall Street! ¡Esto es enorme!Intento mantenerme profesional, pero mis manos están temblando de emoción. Christian me mira y sonríe con suficiencia, como si ya supiera que esto pasaría, y luego se gira hacia mi amiga.—Felicidades, señora Lynch, espero poder conocer pronto a la dueña de Crown Capital Trade —dice, cerrando la carpeta con el contrato firmado.Vero me ha