Lo primero que ven mis ojos es el brazo de Tyler en el aire. Al instante contemplo los ojos verdes esmeralda de Scott, el novio de Nora, que está a su lado con tal expresión de enfado que me da miedo lo que pueda decir. Tyler se da la vuelta hacia Scott y al fin suelta mi brazo, provocando que haga una mueca de dolor.
Scott lo fulmina con la mirada y su postura es tan intimidante que hasta yo me asusto.
—No le vas a poner un dedo encima —pronuncia con neutralidad.
—¿Y tú qué coño tienes que meterte, niñato de mierda? —masculla Tyler con altanería.
Scott sólo tiene dieciséis años, pero le saca casi una cabeza y tiene un porte intimidante. Es como tener una versión a escala real de Hardin Scott.
Suelta el brazo de Tyler y profiere un gruñido capaz de asustar hasta el mismísimo diablo. Por suerte, Nora se mete entre los dos y fulmi
Me despierto cuando la primera gota de agua cae sobre mi vientre, provocando que un escalofrío me recorra el cuerpo ante la sensación. Me incorporo en los codos y miro con un ojo abierto para darme cuenta de que la mayoría ya se han ido, sólo quedan los últimos playeros, que comienzan a recoger.Intento levantarme, pero acabo de rodillas ante el intenso temblor de mis músculos por el duro ejercicio físico al que los he sometido, consiguiendo que los cuádriceps me ardan como si les pasara un mechero por encima.El cielo está gris y nublado como si de un día de febrero se tratase, la brisa se ha convertido en un viento caliente que levanta la arena y me impide levantarme. Me sacudo la arena del pelo y la ropa y me aprieto la coleta para poder emprender mi camino.Camino a paso rápido, pero a medida que pasan los minutos la lluvia se hace más intensa y me empapa de arriba abajo. No
No hay atisbo de duda en su expresión, que le da igual Tyler. En el fondo también lo estoy pasando por alto, y me da lo mismo lo que pueda pensar.Después de lo que me ha hecho, ha perdido cualquier tipo de respeto por mi parte. Por muy borracho que estuviera, que me pegase no fue normal y no podré perdonárselo, no del todo.Recordarlo consigue que el golpe vuelva a escocerme, aunque sólo sea en mi imaginación. Sé que debería contárselo a Sam y dejar que le diera una paliza, pero una pequeña parte de mí se siente en deuda con él, y le debo el favor de mantenerlo en secreto. No me importan las consecuencias, porque todas las personas que me importan saben lo que voy a hacer, saben que todavía lo quiero y ninguna de ellas me ha tirado piedras por ello.Sonrío levemente y me pongo de puntillas para alcanzar sus labios. Nuestras respiraciones se funden, provocand
Me cuesta digerir toda lo que acaba de contarme, aunque adoro la profundidad en como las palabras en samoano le dan un toque mágico al sentido del tatuaje, pero lo que me hiela la sangre es la frialdad en su voz. Sus rasgos no se han alterado ni un milímetro.Eso no resta que me sienta como una basura al enterarme de lo que tuvo que pasar. Tanto él como yo buscamos alivio en el dolor físico, porque el mental era insoportable; yo casi me mato y él se torturó con algo que a la vista es hermoso, pero que oculta algo profundo.En sus ojos puedo ver que significa es mucho más que una metáfora, es una promesa a sí mismo de proteger su corazón con uñas y dientes hasta que encuentre a la mujer indicada. Y desearía poder ser esa mujer que encandile su corazón de nuevo, pero también fui quien lo endureció y pretender ser su dueña es lo más despreciable y ruin qu
Cuando me despierto Sam sigue durmiendo igual de apacible que todas las veces que lo he visto dormir. Aun cuando duerme me sigue agarrando con fuerza, como si no quisiera que me fuera.Una pequeña sonrisa se escapa de mis labios y le aparto con cuidado el pelo apelmazado de la frente. Cuando lo miro, no puedo evitar pensar que parece mucho más joven sin ese constante ceño fruncido y su expresión de total relajación. Recorro con el dedo el contorno de sus cejas, sus ojos, su nariz, sus carnosos y juguetones labios, esos mismos que me han recorrido el cuerpo millares de veces y por los cuales cuando habla, me hacen querer ser mejor persona.—Te quiero* —susurro—. Nunca he dejado de hacerlo.Se estremece bajo mi contacto y me agarra más fuerte, hasta el punto de que compartimos el mismo oxígeno. Incluso dormido mi voz parece capaz de perturbar su sueño, y lo último que deseo e
Sam no me contradice, no baja la mirada ni se incómoda, sólo muestra una hundida indiferencia, como si no pudiera sentir nada más allá de eso. Creo que comienzo a comprender lo que es echar en falta las puras e inocentes facultades de una persona una vez que las has perdido.Su mirada se han enfriado varias tonalidades, de un gélido ámbar y su cuerpo permanece rígido y firme. Esta vez no me impide que llore, sabiendo que lo único que necesito es expulsar todo lo que enturbia mis sentidos.Durante los próximos cinco minutos lloro frente a Sam. Tampoco intenta consolarme, sólo me mira hasta que se me pasa. Nunca en mi vida había echado más en falta unos brazos en lo que poder sentir consuelo.Cuando mis sollozos se extinguen por completo, decide tomar las riendas de la conversación. Permanece quieto frente a mí, con la mirada clavada en mi rostro, indiferente, pero pr
Me siento en la cama con una toalla que cubra mi desnudez y comienzo a farfullar maldiciones por no tener más ropa interior, y porque seguro que la que llevaba ayer sigue empapada por haber pasado la noche en el suelo. Comienzo a desesperarme y aseguro que no es agradable verme con uno de mis fortuitos ataques de nervios.Ni siquiera he traído el coche, donde al menos suelo tener ropa en el maletero. Y para mejorar las cosas, en este preciso momento Sam sale del baño con sólo una toalla colgando de sus estrechas caderas mientras canturrea una canción que reconozco con el primer tono de la melodía.—¿Te gusta Ed Sheeran? —increpo con incredulidad.—No digas tonterías —responde mientras se pasa una toalla pequeña por la cabeza para secarse el pelo. Pero sus mejillas se han puesto coloradas.—Sí que te gusta, estabas cantandoHappier —repli
Cuando llegamos al aparcamiento casi me caigo de culo al ver Porsche 911 turbo S, mi mirada se pierde en la brillante pintura negra. Santo Dios, espero que sea de alquiler, porque, joder... ¡Quiero conducirlo!Sam me dirige una mirada de superioridad ante mi cara de susto y mi boca entreabierta por la impresión. Sus ojos bicolores adoptan ese brillo paternal cuando devoro el coche con la mirada.Me llevo la mano al pecho y corro hasta él para poder tocarlo.—Dime que es de alquiler —murmuro en tono suplicante.—No..., me lo compré al tercer día de llegar —contesta con una sonrisa que deja a la vista sus perfectos dientes blancos.¡Jo! Entonces estoy segura de que tengo vetado el asiento del conductor, dado lo desconfiado que es para permitirme conducir sus juguetes... Pero me lo debe, ya que le deje conducir mi Audi.Al instante en que hago el amago de hacer un puchero, se tapa
Miro el reloj de mi muñeca y atisbo que me quedan quince minutos para que la charla termine. Permanezco sentada detrás de la mesa, micrófono en mano, después de haber contado mi vida a un auditorio lleno de gente que me escucha como si les estuviera contando el secreto de la felicidad, cosa que no podría estar más lejos de la realidad.Las lágrimas me empañan los ojos, pero me obligo a mantenerme firme y con la cabeza fría para poder continuar. La mano me suda alrededor del micrófono y mi mirada viaja de una señora de avanzada edad a un muchacho adolescente, hasta llegar a una pareja con apuntes sobre el regazo.Trago saliva y no sé en qué momento soy capaz de levantarme y moverme hasta quedar frente al escenario. Sé que tengo que dar el golpe de gracia, dejarles con la boca abierta, y sobre todo, demostrar que la gente que en algún momento ha tenido una vida como l