Mientras Fabio regresaba de la tienda de comestibles con Casandra a su lado, llevando algunos complementos para la cena, se preguntó en qué escala de locura lo catalogaría Josh. Pero a diferencia de lo que pudiese pensar cualquiera, se sentía cómodo haciendo aquello, aunque su compañera de caminata y ahora de hogar temporal, fuese casi una completa desconocida. Acordaron ir por las maletas en unas horas y dejarlas en la habitación contigua, sin embargo, ambos sabían que ese espacio no iba a servir de otra forma que no fuese un almacén.Se sintió intrigado cuando ella lo llevó por varias calles para comprar frutas y algunos vegetales. Él tenía años de vivir en esa zona y jamás se dio cuenta de esos lugares. Tuvo que reconocer que su vida trascendió alrededor del bienestar de Susana y que había cosas que él ignoró, porque no le servían a ella en ese momento. Ellos procuraban locales más cercanos, para así evitar cualquier episodio donde se sintiese mal y le diera un ataque de pánico.Co
Casandra retrocedió unos pasos, evitando hacer ruido para no ser descubierta, tratando de ocultar la tormenta de emociones que bullían dentro de ella, pero agradeció el no haberse apresurado para ir por las maletas al hotel. Al volver a la habitación, buscó sus sandalias, desesperada por salir de ahí cuanto antes. Su corazón latía con fuerza, y su mirada se encontró con la de Fabio. —¿Qué sucede? Fabio la detuvo sujetando con suavidad sus brazos, pero ella se soltó con demasiada brusquedad. —Me tengo que ir. —¿Sucedió algo? ¿Estás bien? Pareces enfadada. Lo estaba, aunque no podía explicar por qué se sentía así, y no iba a humillarse al admitirlo. —No, ¿cómo se te ocurre? Es solo que tengo prisa. Se presentó algo con un cliente, —mintió, pero tampoco se atrevió a mirarlo a los ojos. —De acuerdo. ¿Me llamarás? Ella rio al escucharlo y se sentó sobre el colchón para ajustarse las sandalias. Estaba loco si pensaba que volvería a tener algo con él. Sí, era muy bueno en la cama, per
—¿Qué tanto me ves? —preguntó Fabio, mientras limpiaba la encimera de la cocina. —Encuentro fascinante, tu retorcida manera de complicarte la vida por nada —respondió Josh, ensanchando la sonrisa idiota que tenía hace más de media hora. Fabio le lanzó la toalla, pero su amigo la esquivó con agilidad y se la devolvió con más fuerza. La toalla chocó con el hombro de Fabio en lugar de su cara. —Pensé que después de hacerme el favor, te irías a tu casa de una m*****a vez. —¿Y dejarte solo haciendo esto? No, no me lo iba a perder. —Imbécil. —Yo también te quiero, Bro. Dame postre. —No hay. Ella te mintió. —No te creo, pero no importa. Mejor dime qué vas a hacer. —Desayunar con ella, qué más. —¡No, pero qué castigo! ¡Sálvalo, Señor! —No me refiero a eso. Ya viste —dijo señalándole el teléfono—. No sé qué hacer —dijo, luchando con una nueva mancha descubierta en la esquina de la estufa—. Casandra es… —Perfecta. —Tanto así, tampoco. Es… —Preciosa. —Sí, lo es, pero, me refiero a…
Casandra hizo un gesto al camarero, y en un instante, un desayuno completo frente a Fabio, que no perdió ocasión para ajustarse en su asiento y arreglar su corbata.—¿Avanzaste anoche? —preguntó, y sin avisar, le acomodó un mechón de cabello dejándolo tras su espalda.No, no parecía un hombre decidido a abandonar su juego, así que se preguntó si en realidad le había dicho la verdad a Josh en su apartamento. Si de verdad quería tanto a esa chica como aseguró.—Gracias a tu café —dijo alzando la taza—. Lamento haberme ido de tu casa de esa manera.—¡No, no te preocupes! Comprendo que los clientes son lo primero —se apresuró a decir—. Pero gracias por aceptar mi invitación esta mañana. Quería asegurarme de que todo seguía bien entre nosotros.Abrió la boca para responder, pero el gesto quedó en una intención cuando vio dos hombres escoltando a un tercero. Ahora era su turno de removerse incómoda.—Una mujer de costumbres —dijo él en voz alta. Uno de sus hombres de seguridad haló una sill
El mensaje de respuesta que le dio a Casandra seguía llenándolo de culpa y ahora que la hora de su encuentro con Susana se acercaba, se intensificó un poco más. Intentó escribirle varias veces, pero en ninguna se decidió a enviar sus mensajes que iban desde la disculpa a una confesión en toda regla de la falta que estaba por cometer.Era verdad que con Casandra no tenía nada formal, pero, aun así, sentía que le estaba fallando. Él no era así.Pero se trataba de Susana y una parte de él no podía simplemente dejarla ir. No sin luchar un poco más, al menos una vez más. Si esta vez no resultaba, quizá con Casandra…El líquido ámbar giró indolente dentro del vaso, frente a la mirada apagada de Fabio, cualquiera diría que la tranquilidad que irradiaba era natural en él. Sin embargo, no había nada más fuera de la realidad. En todos esos años se convirtió en un experto para simular esa aparente calma, sobre todo cuando ella estaba cerca o a punto de aparecer.Por un lado, no quería verla. No,
Susana—Yo te extrañé más --susurró Fabio.Un escalofrío recorrió su piel cuando él depositó un beso en su mano. Ella la retiró con suavidad, riendo un poco y tratando de disimular la turbulencia interna que los nervios estaban causando.Mientras Susana regresaba a la ciudad, su mente se inundaba con diferentes mantras reconfortantes: “El tiempo lo cura todo”, “Después de una temporada deja de doler” y el clásico “El Señor sabe lo que hace”. Sin embargo, este último le resultaba especialmente difícil de asimilar. Comprender el designio divino que le arrebataba a alguien cercano y la dejaba partida en dos era una tarea titánica que estuvo a punto de acabar con ella. La mudanza de sus padres fuera de la ciudad debido a la salud frágil de su madre no vino acompañada de compasión por su pérdida. Sus visitas escasas y distantes, coincidieron con la profunda depresión que la consumió por dos años. Las dos o tres veces que la visitaron, no perdieron oportunidad de reprocharle
Fabio solía repetirse que amor de verdad era sacrificarse por la felicidad del ser amado, y lo había experimentado de primera mano. Se dijo durante años que el ceder ante la petición de Susana al elegir a Allan fue para que ella fuese feliz. Pero el tiempo pasó y se dio cuenta del grave error que cometió, porque amarla nunca se trató de hacerse a un lado, sino lo contrario; amarla debió ser luchar, batirse en una batalla sin cuartel, demostrar ser el más apto, para así disfrutar de los deleites y satisfacciones que vienen de compartir tu vida con esa persona. Es ser apoyo, no solución. Es complementarse, no hacer el trabajo por los dos. Cuando el otro flaquease, darle un motivo para esforzarse. Ir por todo y no conformarse. Lo hizo mal, porque lo dio todo para al final quedarse sin nada. Esa noche, bajo aquel tormento que caía afuera, llegó a la conclusión de que el amor no debe ser desinteresado, porque de esa forma nunca se valora. Fabio deseó gri
La mañana se filtró por las rendijas, encontrando a Fabio desvelado y de mal humor. Había pasado la noche en el sofá, que durante esas horas de la madrugada parecía más una cama de clavos ardientes. Culpa de Josh, cuyas fotos de Casandra junto a otros hombres no habían dejado de atormentarlo. Las imágenes se habían impreso en su mente, convirtiéndose en sombras que lo perseguían. Claro, eran las otras entrevistas que tenía pendiente y que era muy probable acabaran como la suya también.Intentó alejar su malestar saliendo a correr, pero regresó con el ánimo aún más oscuro. Las llamadas a Casandra habían caído en el vacío del silencio, alimentando su ansiedad con los peores escenarios imaginables.De vuelta en su apartamento, agradeció no encontrarse con Susana, pero no pudo evitar el interrogatorio de Esther en la oficina.—Si me permites decirlo… —Ella hizo caso omiso a su negativa y continuó—, eres un auténtico idiota.Esther asumió el papel de protectora desde que cometió el grave e