Último trimestre de embarazo.—Bienvenido a casa señor Marchetti —la ama de llaves me recibió en la entrada del penthouse.—¿Cómo va todo por aquí? —dejé el saco y la gorra de mi uniformé sobre el respaldo del sofá.—Su esposa no ha podido dormir en estos últimos días que usted estuvo de viaje, los síntomas del embarazo se han incrementado —dijo tristemente —. Hemos tratado de ayudarla, pero… me temo que no es posible.—Me encargare de ello.—Como usted ordene señor.—Mmh — regrese a mi hogar días antes del nacimiento de mi hijo, no podría ni siquiera pensar en dejarlo solo. Respiré profundo antes de entrar a la alcoba donde encontré a Deniska recostada alrededor de almohadas que la ayudan a mantener su abultado vientre cómodo —¿Cómo estás?—Mal —respondió sin abrir los ojos.—Estas a días de dar a luz, es normal.—Lo se. Ven a tranquilizar a tu hijo, está pateándome — señalo el lugar en donde tome asiento para colocar mi mano sobre su barriguita —. Le encanta escucharte.—Hola campeó
—Deposita el dinero en la cuenta del cirujano plástico para que pueda realizarme la abdominoplastia —bebió un sorbo de te caliente.—No.—¿Por qué no?—Ya no es mi responsabilidad.—Claro que sí, soy tu esposa —dijo molesta —. Por si no te has dado cuenta mi vientre quedo flácido y con una enorme cicatriz.—No exageres, solo son diez centímetros —lleve a mi hijo a la ventana para que sintiera el calor del sol.—¡Por culpa de ese mocoso arruine mi cuerpo!—Eso lo hubieras pensado antes de tratar de encadenarme embarazándote— sonreí con burla —. Ninguna mujer puede retenerme. Tu no sabe cuántas veces pague en clínicas privadas para que les colocaran métodos anticonceptivos a mis amantes.—Tu ni siquiera te preocupaste por mí.—Decidiste dejar de tomar las pastillas en el momento menos indicado. Debiste de conocerme mejor antes de suponer que era un ángel caído de cielo que podías chantajear con algo tan delicado como lo es un bebé.—Nos casamos, somos marido y mujer es normal que los hi
He evitado a Deniska todo el mes, no les prestó atención a sus palabras cada vez que intenta fastidiarme la vida con sus reclamos absurdos. La muy inconsciente no ha preguntado por su hijo ni por nada que tenga que ver con él, soy yo el que me he encargado de todas las necesidades de mi pequeño, no me quejo de ello porque es mi responsabilidad como padre, pero es ella la que debe sentir un apego más grande hacia Luka.—Está a cargo de la seguridad de mi hijo —le dije a la niñera.—Si señor, no se preocupe.—Ven acá Luka —bese sus mejillas y acaricie sus manitas —. Papá tiene que ir a trabajar, estaré de regreso lo antes posible. Comprare algo para ti en la India. Te amo campeón.—¡¿Te largas?! —la loca histérica entro empujando a la ama de llaves.—Manténganme informado de todo —les dije a las dos mujeres.—Como ordene señor Marchetti.—¡Te estoy hablando! —Deniska caminaba detrás de mi mientras yo me movía en el pasillo buscando mi maleta —¡Drako!—¡Cierra la jodida boca! ¡Me molesta
Deje la maleta en el aeropuerto, ni siquiera me importo avisarle de la situación a Hayden lo único que hice fue correr a mi auto y encenderlo para salir en dirección de la clínica a toda velocidad. Estuve a escasos centímetros de chocar cuando me pasé el alto de un semáforo. Las llantas del Bugatti rechinaron al impactarse con la acera de la banqueta.—¿Luka Marchetti? —le dije a la recepcionista.—Habitación 102 de terapia intensiva —se puso de pie —. Sígame por favor.—Ok —en la sala de espera encontré a la niñera quien lloraba junto a la ama de llaves. Ambas mujeres se levantaron del asiento para saludarme.—Señor —dijo la ama de llaves.—¿Cómo esta? —dije preocupado.—Muy grave —respondió la niñera —. Posiblemente no sobreviva esta noche.—Joder —incline la cabeza y pellizque el puente de mi nariz —¿Dónde está la perra de Deniska?—Después de que la detuvieron la trasladaron a un hospital psiquiátrico. Le detectaron depresión crónica posparto.—¡Maldita sea! —impacte mi puño en un
Regrese al penthouse con un peso menos que cargar sobre mis hombros. El alivio no llegaría al instante sino tiempo después, justo cuando me acostumbre a vivir con el dolor de haber perdido a mi primer hijo. Corte mi cabello o por lo menos todo lo que me había crecido en todo este tiempo. afeite el bigote y la barba. Limpie mi cuerpo a conciencia debajo de la regadera permitiendo que el jabón resbalara sobre mi adolorida piel.—¡¿Dónde está ese idiota?! —escuche la voz de Robert. Enseguida enrolle una toalla alrededor de mi cintura.—Cálmese profesor, el señor Marchetti está bañándose. Enseguida lo atenderá —dijo la ama de llaves.—¡Perro infeliz! ¡Quiero verlo cuanto antes! ¡¿En dónde dices que esta?!—¿Qué quieres? —con los brazos cruzados me reuní con él en la sala.—¿Qué carajos estás pensando? ¿Acaso quieres perder tu trabajo?—No sé a qué te refieres.—¡Hipócrita! —arrojo su bastón a la alfombra —. Esta mañana llame a la aerolínea y me dijeron que no te has presentado a trabajar
Las puestas del garaje de la casa de Roberts se elevaron para permitirme entrar y estacionar la moto. Apague el motor y deje mi casco sobre la mesa de herramientas. Del interior de cocina un olor a hamburguesas se deslizaba por cada rincón de la propiedad, también pude identificar las especies con las que sazono las papas fritas.—Siéntate a comer —coloco un plato sobre la mesa del comedor con dos hamburguesas repletas de papas —¿Qué tal el viaje?—Bien —le di a primera mordida.>—¿Soy yo o estas más musculoso que antes?—Estoy haciendo más ejercicio.—¿Consumes proteína?—Y creatina —mastique dos papitas.—Estas habiendo un buen trabajo. Tus músculos se ven perfectamente bien formados a través de la camisa que traes puesta —tomo asiento frente a mi —. Divina juventud.—Ya no soy tan joven, acabo de cumplir 30 años.—El mismo día en que falleció Luka.—Mmh —tome mi mochila y le entregue dos fajos de dinero —. Esta es tu parte.—¿Seguirás haciendo tratos con el pe
Sali a dar un paseo en medio de la noche, lo primero que encontré abierto a esas horas, fue un bar en donde consumí varias bebidas con alcohol. Estaba algo mareado cuando regrese al penthouse. La ama de llaves me preparo un café cargado para que recobrara lo poco que perdí al beber tres botellas completas de coñac. Es obvio que no estoy perdido en el alcohol, pero la sensación no es de mi agrado, prefiero sacarla lo antes posible de mi sistema antes de lamentarlo.—Señor, tiene una llamada de su padre —dijo una de las chicas de servicio al entrar al despacho.—Mmh —le indique que se fuera con un movimiento de mis manos.—Señor, dice que es urgente.—Joder —tome el teléfono y lo coloque en altavoz —¿Qué es lo que quieres?—¿Esa es la manera de responderle a tu padre?—¿Y bien, eso era lo que tenías que decirme?—Me encanta la manera en la que te has convertido en un hijo de pu… —escuche a voz de su mujer al interrumpir la conversación con sus absurdas peticiones sobre dinero.—Habla de
—¿Sucede algo? —dijo preocupada la secretaria.—No… todo está bien —fingí una sonrisa, pero por el semblante de la chica no fue muy convincente el intento que hice para aparentar.—Te voy a creer porque no pienso poner en duda tus palabras, pero ¿me permites darte un consejo?—Si —nos alejamos de la puerta lo más que se pudo.—No te quedes sola con el jefe.—¿Por qué?—Pues es obvio mi vida, es un viejo rabo verde que lo único que busca es cogerte y después desecharte como la basura que cree que somos.—Wow… estoy muy agobiada con lo que acabas de decirme.—Pues más te vale que tomes mi consejo en serio si quieres conservar tu trabajo dentro de la empresa.—Ok, ya entendí —con nerviosismo regresé a mi cubículo. Pensé un par de minutos lo que había sucedido hace un momento y legué a la conclusión que es mejor evitar cualquier contacto más personal con mi jefe, es mejor mantener la distancia asi todos estaremos estables y tranquilos.—¿En qué piensas? Llevo minutos llamando a la puerta