Estaba sin palabras, las primeras frases de mi esposa luego de no habernos visto por casi unos once largos años habían sido quiero el divorcio.
Cómo si eso fuera posible, estamos en la segunda mitad del siglo XIX, el divorcio es como un mito. No sabía qué decir, demonios, era la segunda vez en esta mañana que me pasaba lo mismo.
—Jajaja...
Estalla ella en una carcajada. Con una de sus delicadas manos tapa sus labios. Respira. Me mira divertida.
—Era una broma, para romper la tensión. Dime Alexander.
¿Cómo has estado?—Pues... Bien.
Digo suave y entonando mi mirada entre Bill y ella, aún estaba digiriendo la bromita pesada.
—Debes estar cansada, el viaje fue largo ¿Cómo está Europa?
Pregunto agarrando su maleta la cual era más pesada de lo que parecía.
—Cada vez más grande y más ruidosa.
Dice ella mientras caminamos en dirección al coche que nos espera para volver a la Hacienda. Ella sube al coche mientras le entrego la maleta al cochero para que la acomode con el resto de sus pertenecias.
—¿Dónde está el resto de tus maletas?
Me siento frente a ella dentro del coche. Ella desabrocha el nudo de su sombrero se viaje y lo pone a su lado. Puedo ver su hermoso cabello. Me pregunto cómo huele. No puedo evitar mirar sus senos mediante el escote de su vestido. Ella me mira confundida. Miro sus ojos para discimular, pero ya apreté mi pantalón.
¡Carajo! No sé qué cojones me pasa. Abigahil siempre fue la niña más linda que jamás haya visto. Pero...es que ahora es... hermosa. No, ahora es bella, perfecta. Demasiado, aún no puedo creer que exista una mujer tan perfecta.
—Ya las están bajando, Bill se encarga.
Dice señalando a Bill a lo lejos con su cabeza. Lo miro rápidamente y la vuelvo a mirar. Ella mira el mar. Suspiro.
—Bueno, volvamos a la casa.
En el trayecto de vuelta a la Hacienda nos envolvía un silencio un tanto incómodo. Ella no decía palabra alguna, sólo observaba la ciudad que poco a poco se alejaba, yo sólo puedo observarla a ella.
Es toda una mujer.La niña que tenía la capacidad de hacer conmigo lo que quisiera. Ya es una mujer.
Su difunto padre, el gran Márques de Amery, en su momento fue uno de los hombres más poderosos de todo Veracruz. Era poseedor de una gran fortuna y varios negocios de comercio, sin embargo, su mayor orgullo era su hacienda Las Delicias. Poseía grandes cultivos de café y cacao. Honestamente, el dinero y todos los negocios del Márques al casarme con Abigahil habían caído en mi poder y con el paso de los años puedo decir orgulloso que han aumentado las ganancias y el dinero de la familia.
Las Delicias quedaba alejada de la ciudad, está cerca de las montañas y termina en un acantilado hacia el mar.—¿Cómo están mi tía y mi prima?
—Bien, yo las he protegido todo este tiempo como le prometí a tu padre.
Tal vez fue mi idea, pero pude notar una ligera contracción en su rostro al decir estas palabras, sin embargo ella seguía hablando sin mirarme, solo observando el paisaje fuera del carruaje.
—¿Tomasa?
Hace una pausa y esta vez me mira.
—¿Está bien?
Sus ojos suplicaban buenas noticias, sé que esa negra de varios años era más importante para ella que su propia familia.
—Si, está bien, cada vez más fuerte y saludable. Vive en Las Delicias, con los demás trabajadores.
Al escuchar mis palabras sintió alivio. Puedo decir que hasta sonrío. El silencio nos volvió a envolver, así que luego de un tiempo yo me decidí a hablar.
—Te preparamos una fiesta de bienvenida en Las Delicias.
—No era necesario, pero igual, gracias.
—Debes estar ansiosa por volver a ver a todos tus amigos.
Ella no respondió, de hecho, ni movió un músculo de su rostro.
—¿Sabes? no vivimos en Las Delicias.
—¿No?
Esta vez si llamé su atención. Volteó a mirar mis ojos.
—Vivimos en una Mansión aquí en la ciudad, cerca de La Plaza. Tu prima y tu tía son muy activas en Sociedad, reciben muchas invitaciones para fiestas del té y bailes. Ellas no podían vivir solas así que me decidí y nos mudamos todos a la ciudad.
Ella me mira fijamente, ni molesta ni feliz.
—Dime¿Mi prima ya encontró esposo?
Su pregunta parecía inocente, pero podía sentir que había más sentimientos guardado en esas palabras que en el resto de toda la conversación.
—Ehh... ¡No! Aún no se ha casado.
—¿En serio? Extraño, siempre fue una de las jóvenes más bellas de toda la región, pero ya se le está pasando el arroz, ella es creo de tu edad¿ no?
—No, ella es tres años menor que yo Abigahil.
La conversación se había vuelto algo incómoda así que tomé su ejemplo y me puse a observar el paisaje aunque me lo supiera de memoria, no me interesó. Cualquier cosa era mejor que hablar con mi mujer.
Odiada su hipocresía, odia su olor, su sola presencia era un calvario para todo mi ser. Sé que había sido una imprudencia exponer mis intenciones nada más cruzar unas palabras con este hombre. Pero después de once años, cinco meses y siete días exactamente, no había cambiado en absoluto. Seguía siendo el mismo miserable que había engañado a mi padre para quedarse con todo lo que era nuestro.
Mi prima Constanse por lo visto seguía siendo su amante. Ni me extrañaría que sea el hazme reír de todo Veracruz. Pero eso no importaba, Alexander Tumbler pagaría todo lo que me hizo aún siendo una simple niña de trece años. Él pagaría por todas sus mentiras, él volvería a ser el simple y miserable peón que llegó hace quince años antes a mi hogar. El simple muchacho que mi padre le salvara la vida y se volvería poco tiempo después en su mano derecha.Mi amigo de la infancia,aquel que pensé que sería mi protector,mi confidente, mi héroe. Todo fue mentira, yo nunca le importé.
El coche se detiene. Él baja y deja abierta la puerta para que baje. Me tiende su asquerosa mano para que la tome.
—Ya llegamos.
Dice con una sonrisa en su rostro perfecto.
Cuando bajo del carruaje con ayuda de sus sucias manos, pude divisar mi casa, mi hogar. Me tomé un instante para cerrar los ojos y respirar profundo. Extrañaba el aire puro del campo y la paz que inunda este lugar.
—Debemos apresurarnos. Nos esperan en la terraza
Su áspera voz interrumpe mi minuto de paz, con delicadeza retiro mi mano de la suya y lo sigo hasta donde están todos los invitados .
Pero...simplemente me recuerdo.
" Comienza el juego"
Las Delicias era la Hacienda más hermosa que jamás haya visto. La amaba con todo mi ser. Por desgracias, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado a este lugar. Se había deteriorado un poco, pero seguía siendo espléndida, su encanto no había disminuido ni un instante. Era una construcción al estilo colonial español. Tiene tres pisos. En la entrada hay un hermoso jardín lleno de flores silvestres y árboles frondosos. En la parte trasera hay un terraza al aire libre. Luego...están las plantaciones de café y cacao. También hay un río. Recuerdo que él y yo nos divertimos muchísimo en ese río.No puedo evitar volver a sentirme mal. Muy mal. Mi vida...mi vida era perfecta. Él se encargó de destruirla. Lo odio.Llegamos a la terraza al aire libre. Hay varias mesas con invitados muy distinguidos. Hay también en el centro una mesa cubierta de postres y refrigerios. Una banda toca música muy alegre y las personas se ven muy animadas conversando mientras
Tomasa me mira incrédula. No podía creer lo que estaba escuchando. Yo aún estaba arrodillada frente a ella.—¿Qué...? Pero...sé que su papá te casó muy niña.—Así es, con trece años.—Y sé además, cómo fuí testigo de la unión que había una cláusula en el contrato matrimonial que Alexander no podía tocarte ni un pelo hasta que cumpliera la mayoría de edad.—Exacto. Y...si mal no recuerdas, él me echó hacia Europa al mes de casarnos.—Niña Abi, él se preocupaba por su educación. Él la envío a estudiar.—¡Mentira! ¡Mentira Tomasa! Él me echó de mi hogar porque le molestaba, porque para él había sido sólo un contrato.Siento las lágrimas en mis ojos. No respiro bien. Sólo puedo ver el suelo arrodillada ante mi nana. Sólo podía llorar en silencio. Ella toma mi barbilla y alza mi cabeza delicadamente para buscar mis ojos. Me mira con tristeza.—Yo pensé en alguno de sus viajes por Europa, él había ido a verla y... Ya sabe.—Otra sarta
No sabía qué hacer. No quiero que sospeche de mis intenciones, pero tampoco quiero estar con él.Miro sus ojos molesta.—Si el caso es que me quieres tener vigilada, no hay problema, yo me voy con ustedes.Trato de levantarme de mi asiento, pero su mano me detiene. Incluso su tacto me quemaba¡Dios lo desprecio! Él termina de fumar y me mira confundido por mi actitud.—Mi intención no es molestarte Abigahil, sólo que eres mi esposa y quería pasar tiempo contigo.Sus palabras me atravesaban cómo dagas. No quería su compañía, no quería su presencia en mi vida. Esposa...¿Cómo se atreve en mencionar esa palabra frente a mí? Sonrío un poco.—No es necesario Alexander, yo estoy bien. Si quieres verme puedes venir todos los días, pero he estado lejos por mucho tiempo, mi propia familia es una extraña para mí. Por favor, dame tiempo.Con la poca fuerza que me queda tomé su mano y lo miré a los ojos, él suspiró y en señal de rendición tomó
Me doy un largo baño antes del baile. Tomasa preparó una tina con pétalos de rosas, mis favoritas. Luego, me preparo con ayuda de ella. Entro en mi vestido rojo sangre y arregla mi largo cabello rubio en un peinado semisuelto, dejandolo recogido delante y cayendo el resto de mi cabello en mi espalda hasta mis glúteos. Mis senos se ven redondos y apetitosos y mi cintura luce aún más estrecha de lo que normalmente es gracias al corsé rojo también. Mis orejas y cuello son adornados por rubíes. Mi maquillaje es sencillo, pero resalta mis ojos.Cuando Lady Marion llega eran pasadas las 9:00 p.m.—Por lo visto, la puntualidad no es tu fuerte Lady.—Mis disculpas My Lady. Está hermosa.—Gracias, usted igual.Tomasa toma mi mano antes de subir al coche. Me ruega porque me quede a su lado, pero rechazo la oferta y le pido sólo su bendición.Las Delicias queda a unos veinte minutos de la ciudad, así que vamos muy rápido.—¿Le puedes decir a tu c
La habitación de Alexander era enorme, tenía una gran cama cubierta por pieles exóticas y muy costosas, había una chimenea enfrente con piezas de caza sobre esta en la pared.No sé para qué quería una chimenea, Veracruz era bastante calurosa, tal vez por estética, sin embargo, lo que más llamó mi atención, fue el gran balcón con vista al mar. Me pierdo en la imponente vista y dejo que la brisa del mar me despeine y envuelva. Luego de unos minutos siento que cierran la puerta del dormitorio y escucho a Alexander que comienza a desvestirse. No pude evitar sentirme un poco nerviosa, luego, no escucho nada...—¿Vas a quedarte ahí parada toda la noche?Sus cercanía me hace dar un sobresalto, me volteo y se encontraba a unos escasos centímetros de mí.Llevaba sólo un pantalón blanco que se veía bastante cómodo para dormir.—No, sólo esperaba a que te cambiaras de ropa y...—¿Y?—Y me dijeras dónde piensas dormir.—En mi cama.
Llego a la Iglesia pasadas la una. Mi tía me había obligado a comer algo antes de salir. No me encontré con Alexander antes de salir de la casa, por suerte para mí. Mi prima nos acompañó a almorzar y luego fue a visitar una de sus tantas amigas.La Iglesia estaba poco concurrida, así que el Padre Alfredo nos atiende nada más entrar. Mi tía habla con él un rato y finalmente le entrega sus donaciones.—Gracias hija, su caridad siempre es bien recibida.—Por nada Padre, mire.Dice mi tía presentándome.—Ella es Abigahil de Amery, mi sobrina.—Acaso, acaso es... ella.El Padre no me había reconocido antes, pero ahora que escuchaba mi nombre, estoy segura que si lo hizo. Recordó a la niña de trece años que casó aquí mismo hace diez años atrás.—Abigahil de Amery. Eres toda una mujer.—Gracias Padre.Le sonrió al anciano mientras me bendice.—¿Has venido a acompañar a tu tía?—De hecho Padre... venía a con
Melissa me invitó a tomar el té en su Mansión cerca del mar. Era una casa muy pintoresca, pero a la vez sofisticada. Su terraza terminaba en el mar, eso era lo que más amaba de esta casa, recuerdo de niña muchas veces que fuimos castigadas por mojar nuestros costos outfits con agua salada. Melissa tenía mi mismo carácter, salvaje y espontáneo por eso ella...y Alexander habían sido mis pocos amigos de la infancia.Habían pasado varias semana desde la última vez que nos reencontramos fuera de la Iglesia, desde entonces había permanecido en mi hogar Las Delicias y aunque Alexander la vasitaba con regularidad varias veces por semana para controlar los cultivos de tabaco y cacao, no nos habíamos encontrado. Honestamente, yo lo evitaba.Melissa me espera en la terraza. Vestía un hermoso vestido blanco sin mangas que dejaba ver la blancura de su piel. Ella me ve y corre a abrazarme.—Hola. Pensé por un momento que no volvería a verte.Me dice sosteniendo mis manos c
Bien, por dónde comienzo. Mejor por el principio...no mejor por el final. Dios, aún estoy muy borracha.Estoy en un carruaje de camino a Las Delicias, si se lo preguntan, si, estoy con mi esposo. Él se encuentra sentado frente a mí, en silencio. De seguro seguía molesto, aunque no lo sabía, no me había dirigido palabra alguna desde que salimos de casa de Melissa y Renato.Alexander... Alexander entró en casa de mi amiga, me tomó por el brazo con cara de pocos amigos en silencio,me cubrió con su abrigo, se despidió de Rodrigo y Melissa con un gesto de cabeza, algo así como :"No me hables, estoy muy molesto" y salió como alma que se lleva el viento. Me subió al carruaje de alquiler que los trajo a él, Renato y a" las señoritas"y le ordenó al cochero que nos llevara a Las Delicias.Asi que estaba aquí, encerrada en este pequeñito,diga