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La vida de Thalía nunca ha sido tan sencilla. Sufrió la muerte de su mejor amiga de la infancia hacia pocos años, y al sentirse sola sin la compañía de un amigo o amiga, busco refugio en los brazos equivocados. Sus padres estaban en México, a millas de distancia para aconsejarla, y sus hermanos y hermanas estaban tan concentrados en sus propias vidas, que jamás pensó en contactarlos por ayuda. Adrik fue un experto en hacerla infeliz. Primero, comenzó con el control sobre su tiempo. Si ese día ella tenía algún evento, alguna salida con compañeros de la escuela o lo que fuera, él solía inventarse alguna otra actividad que evitase a toda costa que ella fuera. Después fue por el lado económico. Bajo la excusa de quererla y apoyarla, la hizo dejar el trabajo de medio tiempo que le ayudaba con la universidad, ya que la beca solo cubría la mitad de los gastos. Thalía le creyó, confío. Gran error. Finalmente, la aisló de todos, estaba envuelta en una burbuja de la cual no podía salir.
Lanzó un suspiro de frustración. Se raspó las piernas con las uñas de sus dedos, no podía creerse lo que había sucedido en la sala de conferencias. Era lo que más quería y al mismo tiempo, lo que menos quería. ¿Por qué no pudo quedarse tranquila con su puesto? Al menos todavía podría estar ahí. Una hora. Estuvo ahí una hora, explicando todo y salió fenomenal. Consiguió que los proveedores firmen con ellos la compra de las telas a un precio de suerte. Muchos dirían que había logrado lo imposible, que acababa de hacer algo extraordinario. Y sí, lo logró. Pero le iba a costar un intercambio. Su jefe iba a mandarla a los nuevos puntos de venta que querían abrir en Francia. Ella sería la encargada por completo, con un sueldazo. Estaba subiendo un peldaño enorme en su carrera como financista. Aun así, su corazón se oprimía a cada instante que se imaginaba estando fuera del alcance de Aless. No podía creerse que estaba siquiera considerando rechazar tremenda oportunidad, pero las lágrimas
Cuando sus compañeras de trabajo comenzaron a llegar, Thalía seguía estando tan nerviosa que no podía evitar sentir que temblaba entera. Pasó nerviosamente sus dedos por el escritorio, tratando de dejarlo limpio. El ascensor se abrió, y su compañera Della salió con una cajita de plástico en la mano, llegó sonriendo hasta el escritorio de su amiga y coloco cuidadosamente el contenedor ahí, con una sonrisa dulce. —Sabía que no comerías nada, así que te traje algo. Come, ¿de acuerdo? La castaña se mordió los labios, con el corazón lleno de agradecimiento. No en todos los trabajos podías contar con una amiga como ella, es más, difícilmente podrías encontrar una amiga en cualquier sitio, sin envidias ni rivalidades, el género femenino podía ser complicado si se lo proponían. Sonrió. —Gracias —susurró, al ver que se acercaba la jefa de piso. Guardo la cajita en sus piernas, y comenzó a revisar en su ordenador los nuevos diseños que habían creado el día anterior para la colección de otoñ
Cuando bajo lentamente las escaleras, su corazón le seguía martilleando. Esperaba que los nervios no fueran totalmente evidentes, pero no solía ocultar muy bien sus emociones. Al llegar a la recepción se sentó en la sala de espera para descansar un poco. Si él descubría esa carta, su mundo se desmoronaba. Vale, sí, se la quería dar en un principio; pero también reconoció que no podía irse ahora, cuando la empresa enfrentaba algunas... crisis, crisis que ocultaban muy bien, pero la realidad es que la caída del dólar afectó sus inversiones en la bolsa. Tenían algunas deudas con los bancos y eso generó un sin fin de efectos dominó. Necesitaba recuperar la m*****a carta. Pero como si alguien estuviera escuchando sus pensamientos, unos segundos antes de que finalmente decidiera levantarse e ir en busca de la carta, su jefe apareció saliendo del ascensor. Joder. ¿Y ahora qué? —Será mejor que nos pongamos en marcha, Amira ya llegó al evento —avisó en cuanto llego a su lado. Thalía esta
Pareciera que el tiempo se había paralizado, todo alrededor carecía de importancia cuando sus ojos no podían dejar los de él, sus palabras la habían asustado. —¿Usted...? —susurró, con el corazón destrozado. Unas lágrimas quisieron aflorar en sus ojos, estaba totalmente avergonzada y lo único que quería era desaparecer en ese instante. —Sí. —Fue lo único que respondió. Respiro profundamente, tenía miedo de preguntar pero aun así, ella quería saberlo. Merecía saberlo. —¿Qué tanto...? Aleesandro alzó las cejas. —Todo. Las mejillas se le tornaron rojas, su respiración se aceleró y no pudo evitar cerrar los ojos, para tumbarse en el asiento. —Lo siento, Thalía. Sabes que no puedo corresponderte. Y si lo prefieres, olvidaré lo que leí y seguiremos como si nada hubiera pasado, ¿bien? —Le ofreció, cosa que ella agradeció demasiado. Asintió. —Por favor. Solo quiero que olvidemos eso. El silencio que le siguio a eso fue cuando menos incómodo, porque Thalía sabía lo estúpido que fue
El sonido de un celular sonó, logrando así que Thalía por fin lograse abrir los ojos. Estaba muy cansada, dolorida y con mucha hambre. A tientas, busco entre las cobijas su teléfono, y cuando sintió la vibración en su estómago, lo tomo con dificultad. Sin ver, apretó dos veces el botón de encendido para que el sonido dejara de reproducirse; probablemente era su alarma.Tenía la boca seca. Sentía que la garganta le quemaba, y no le gusto en lo absoluto la sensación que se traía en ese momento en la lengua, como si la hubiera pasado por un rayador, le escocía.Frunciendo el ceño, gimió en la cama y se negó a querer abrir los ojos. No tenía ganas de absolutamente nada, no quería ir a trabajar y enfrentar a su jefe, la carta y el ascenso. Simplemente no estaba de ánimos para enfrentarse a nada de eso, y su cuerpo no le estaba respondiendo, así que intento seguir dormida.Se dió la vuelta en la cama, pero fue un gran error, porque lo siguente que supo es que se encontraba tirada en el frío