Cuando bajo lentamente las escaleras, su corazón le seguía martilleando. Esperaba que los nervios no fueran totalmente evidentes, pero no solía ocultar muy bien sus emociones.
Al llegar a la recepción se sentó en la sala de espera para descansar un poco. Si él descubría esa carta, su mundo se desmoronaba.
Vale, sí, se la quería dar en un principio; pero también reconoció que no podía irse ahora, cuando la empresa enfrentaba algunas... crisis, crisis que ocultaban muy bien, pero la realidad es que la caída del dólar afectó sus inversiones en la bolsa. Tenían algunas deudas con los bancos y eso generó un sin fin de efectos dominó.
Necesitaba recuperar la m*****a carta.
Pero como si alguien estuviera escuchando sus pensamientos, unos segundos antes de que finalmente decidiera levantarse e ir en busca de la carta, su jefe apareció saliendo del ascensor.
Joder. ¿Y ahora qué?
—Será mejor que nos pongamos en marcha, Amira ya llegó al evento —avisó en cuanto llego a su lado.
Thalía estaba muy sorprendida con eso.
— ¿Tan rápido? —Frunció el ceño—. Apenas estamos saliendo de aquí.
Él asintió con una mueca de disgusto.
—Me temo que nuestro informante fue muy claro, ella ya está ahí y debemos darnos prisa antes de que nos la ganen.
Por lo tanto, no tardaron en salir del edificio y subirse al coche que ya les esperaba. Alessandro era un fanático de los coches deportivos, era algo así como su marca personal. Sinceramente, dejó de intentar aprenderse las marcas después del quinto.
Estar encerrada en un pequeño espacio con él la abrumaba en sobremanera, su aroma se intensificaba, y la cercanía le ponía nerviosa. El aire acondicionado no ayudaba en lo absoluto, le dio frío.
Tragó saliva.
—No tardamos en llegar, Natasha me llamó para decirme que pasaría a la oficina por un abrigo que olvido la última vez.
—Oh, sí... El que trajo de Italia, ¿verdad? Se ve muy costoso —comentó ella.
Aless bufó.
—Sí, estaba como loca cuando me llamó, es de un diseñador reconocido y lo iba a usar para el desfile de la semana que viene.
El desfile de moda. Casi lo olvidaba, su prometida solía ir a muchos de ellos para sugerirle al diseñador cosas, y casi siempre le hacía caso así que debía saber muchísimo sobre eso. Algo que desde luego, ella jamás entendería, ese no era su mundo.
— ¿Me pasas mi perfume, por favor? Está en la caja al lado del seguro de mano, siento que necesito un poco más —pidió Alessandr.
«¿Más?», gimió mentalmente. «Así estás perfecto».
Ella asintió, sin embargo.
—A la orden. —Abrió la caja y encontró su perfume, era muy elegante y olía riquísimo. Le encantaba cuando él lo usaba.
Estaba destapándolo cuando por alguna extraña razón, el objeto salió volando, y termino debajo del asiento de Aless. Alzó la mirada asustada y sorprendida.
—No puede ser, ¿en serio Thalía? —Su jefe parecía más divertido que enojado, y eso fue un ligero alivio—. Anda, recógelo, no me puedo detener, estamos en periférico de alta velocidad.
El aire se le atascó en la garganta.
—¿C-cómo? ¿Ahí... abajo? —Le tembló la voz.
—Pues claro, ¿no esperas que lo haga yo, cierto? A menos que tengas ganas de morirte hoy mismo.
No pudo hacer más que suspirar y asentir en silencio, tenía toda la razon. Estaba siendo irracional. No era una gran idea dejar que él detuviera el carro en un carril de rápida o recogerlo mientras conducía.
—Aquí voooy —avisó.
Se acercó más a él, y no pudo evitar que sus ojos lo mirasen con miedo, pero no la estaba mirando. Tomó suficiente aire como si estuviera a punto de bucear, y se agacho a la altura de sus piernas.
Tragó saliva.
M*****a sea, sus ojos nuevamente no pudieron evitar mirarle... Ahí abajo. El aire se le atascó en los pulmones. Esto era más difícil de lo que se hubiera imaginado.
— ¿Todo bien?
El repentino sonido de su voz le hizo soltar un grito de pavor.
— ¡Me va a matar del susto! —exclamó, llevándose la mano al pecho y lanzándole una mirada de reproche.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y su intento de enojo se evaporó en segundos.
—Pues es que te quedaste ahí, quieta como una estatua y me preocupe.
Bufó.
—Está bien, lo volveré a intentar, pero por favor, no me asuste señor Belicov —le rogó.
—De acuerdo, adelante entonces.
Con un poco más de seguridad y aplomo, se agacho para recoger rápidamente el perfume del suelo... Pero volvió a cometer un estúpido error, porque al querer hacerlo rápido, le golpeó... ahí, en sus pelotas.
— ¡MALDITA SEAAA, THALÍAAA! —gritó, y su voz en verdad estaba llena de dolor.
Asustada como el demonio, hizo lo que se hace cuando alguien se golpea: masajeo el area del impacto.
¿El problema?
Eran sus pelotas.
Ese día probablemente los cables que conectaban su cerebro con la lógica se desconectaron, porque no se podia ser tan idiota en menos de un minuto de manera natural.
— ¡¿Qué haces?!
— ¡Discúlpeme!
Cuando creía que todo ya estaba lo suficientemente loco, notó una dureza en su mano. Porque, claro, su mano se quedó ahí inmóvil mientras lo miraba con ojos asustados.
Y lo siguiente que vio, la asustó mucho más: su jefe cerro los ojos.
—Quita tu mano, o no respondo. En serio —dijo con los dientes apretados.
Apartó la mano con rapidez, tenía ganas de llorar de la vergüenza.
—Yo... yo lo siento, jefe. Le prometo que no volverá a pasar, le juro que fue un momento de estupidez pasajero.
Alessandro se rió.
— ¿Tú crees? Bueno, es que no sé por qué tengo la impresión de que esto fue producto de tu extraño subconsciente.
Abrió los ojos sorprendida por sus palabras.
— ¿Perdón? —Su voz era solamente un hilo estrangulado, el aire a su alrededor parecía tenso, cargado de mucha pesadez. El tema que tocaban no era muy bueno, al contrario, era un terrero peligroso.
Él suspiro, y se detuvo frente a una verja. No se había dado cuenta de que en realidad, ya estaban frente a una mansión
—No sé cómo decirte esto sin sonar arrogante, pero...
Entonces se acercó a su oído, y le susurró unas palabras que le paralizaron el corazón:
—Leí tu carta, Thalía.
«Oh... m*****a sea. Eso lo cambiaba todo, absolutamente todo», pensó con pánico.
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Pareciera que el tiempo se había paralizado, todo alrededor carecía de importancia cuando sus ojos no podían dejar los de él, sus palabras la habían asustado. —¿Usted...? —susurró, con el corazón destrozado. Unas lágrimas quisieron aflorar en sus ojos, estaba totalmente avergonzada y lo único que quería era desaparecer en ese instante. —Sí. —Fue lo único que respondió. Respiro profundamente, tenía miedo de preguntar pero aun así, ella quería saberlo. Merecía saberlo. —¿Qué tanto...? Aleesandro alzó las cejas. —Todo. Las mejillas se le tornaron rojas, su respiración se aceleró y no pudo evitar cerrar los ojos, para tumbarse en el asiento. —Lo siento, Thalía. Sabes que no puedo corresponderte. Y si lo prefieres, olvidaré lo que leí y seguiremos como si nada hubiera pasado, ¿bien? —Le ofreció, cosa que ella agradeció demasiado. Asintió. —Por favor. Solo quiero que olvidemos eso. El silencio que le siguio a eso fue cuando menos incómodo, porque Thalía sabía lo estúpido que fue
El sonido de un celular sonó, logrando así que Thalía por fin lograse abrir los ojos. Estaba muy cansada, dolorida y con mucha hambre. A tientas, busco entre las cobijas su teléfono, y cuando sintió la vibración en su estómago, lo tomo con dificultad. Sin ver, apretó dos veces el botón de encendido para que el sonido dejara de reproducirse; probablemente era su alarma.Tenía la boca seca. Sentía que la garganta le quemaba, y no le gusto en lo absoluto la sensación que se traía en ese momento en la lengua, como si la hubiera pasado por un rayador, le escocía.Frunciendo el ceño, gimió en la cama y se negó a querer abrir los ojos. No tenía ganas de absolutamente nada, no quería ir a trabajar y enfrentar a su jefe, la carta y el ascenso. Simplemente no estaba de ánimos para enfrentarse a nada de eso, y su cuerpo no le estaba respondiendo, así que intento seguir dormida.Se dió la vuelta en la cama, pero fue un gran error, porque lo siguente que supo es que se encontraba tirada en el frío
—Por favor, es de mi de quien se trata, dímelo —le pidió. Alzó las manos, negando con la cabeza. —Yo no quería decírtelo, pero ya que insistes. —Se puso serio de repente—. Cuando te traía hacia la habitación, por alguna razón que desconozco, te quitaste el vestido, estabas muy enojada con el vestido. Hasta le pateaste. —¿YO? —exclamó, sin poder creer sus palabras. —Sí; tú. Te enojaba que yo estuviera más preocupado por el carísimo vestido que por ti, así que no querías saber nada de la prenda y me lo dejaste muy claro —contó. Si hubiera una forma de desaparecer de la nada, en ese momento se haría invisible y tomaría el primer avión que la llevase lejos de su jefe. Era la peor borrachera que se había pegado en su vida, y se prometió así misma que no habría segunda ocasión. Por un momento todo parecía estar perfecto, en orden. Aleesandro encontraba gracioso el asunto y eso ayudaba a no hacerla sentir tan tonta... Hasta que sonó el teléfono de él. Cuando leyó lo que estaba en la pa
La vida de Thalía nunca ha sido tan sencilla. Sufrió la muerte de su mejor amiga de la infancia hacia pocos años, y al sentirse sola sin la compañía de un amigo o amiga, busco refugio en los brazos equivocados. Sus padres estaban en México, a millas de distancia para aconsejarla, y sus hermanos y hermanas estaban tan concentrados en sus propias vidas, que jamás pensó en contactarlos por ayuda. Adrik fue un experto en hacerla infeliz. Primero, comenzó con el control sobre su tiempo. Si ese día ella tenía algún evento, alguna salida con compañeros de la escuela o lo que fuera, él solía inventarse alguna otra actividad que evitase a toda costa que ella fuera. Después fue por el lado económico. Bajo la excusa de quererla y apoyarla, la hizo dejar el trabajo de medio tiempo que le ayudaba con la universidad, ya que la beca solo cubría la mitad de los gastos. Thalía le creyó, confío. Gran error. Finalmente, la aisló de todos, estaba envuelta en una burbuja de la cual no podía salir.
Lanzó un suspiro de frustración. Se raspó las piernas con las uñas de sus dedos, no podía creerse lo que había sucedido en la sala de conferencias. Era lo que más quería y al mismo tiempo, lo que menos quería. ¿Por qué no pudo quedarse tranquila con su puesto? Al menos todavía podría estar ahí. Una hora. Estuvo ahí una hora, explicando todo y salió fenomenal. Consiguió que los proveedores firmen con ellos la compra de las telas a un precio de suerte. Muchos dirían que había logrado lo imposible, que acababa de hacer algo extraordinario. Y sí, lo logró. Pero le iba a costar un intercambio. Su jefe iba a mandarla a los nuevos puntos de venta que querían abrir en Francia. Ella sería la encargada por completo, con un sueldazo. Estaba subiendo un peldaño enorme en su carrera como financista. Aun así, su corazón se oprimía a cada instante que se imaginaba estando fuera del alcance de Aless. No podía creerse que estaba siquiera considerando rechazar tremenda oportunidad, pero las lágrimas
Cuando sus compañeras de trabajo comenzaron a llegar, Thalía seguía estando tan nerviosa que no podía evitar sentir que temblaba entera. Pasó nerviosamente sus dedos por el escritorio, tratando de dejarlo limpio. El ascensor se abrió, y su compañera Della salió con una cajita de plástico en la mano, llegó sonriendo hasta el escritorio de su amiga y coloco cuidadosamente el contenedor ahí, con una sonrisa dulce. —Sabía que no comerías nada, así que te traje algo. Come, ¿de acuerdo? La castaña se mordió los labios, con el corazón lleno de agradecimiento. No en todos los trabajos podías contar con una amiga como ella, es más, difícilmente podrías encontrar una amiga en cualquier sitio, sin envidias ni rivalidades, el género femenino podía ser complicado si se lo proponían. Sonrió. —Gracias —susurró, al ver que se acercaba la jefa de piso. Guardo la cajita en sus piernas, y comenzó a revisar en su ordenador los nuevos diseños que habían creado el día anterior para la colección de otoñ