Capítulo 31

Noah no encendió el coche hasta asegurarse de que yo hubiera abierto la puerta de mi casa. Apenas puse un pie dentro, él arrancó con la firme promesa de que nuestra conversación aún no había terminado.

Estaba a punto de cerrar cuando, de repente, Javier apareció como un fantasma, sobresaltándome. Agradecí que el susto se desvaneciera rápido y, sobre todo, que él estuviera ahí; su presencia evitaría que mi madre hiciera preguntas. Últimamente odiaba tener que dar explicaciones. Quizás debía aceptar que la idea de Verónica de alquilar un departamento era cada vez más tentadora.

—Estábamos preocupados por ti —dijo Javier, acercándose. Abrí los labios para responder, pero en ese instante Gabriel emergió de las sombras.

Sus ojos ansiosos se clavaron en los míos, esperando algo, un desafío quizás. Sentí el peso de su decepción, pero también su alivio de verme sana y salva.

—¿Qué hacen ahí afuera? ¡Ya es tarde, pasen! —intervino mi madre al notar nuestra presencia.

—Tía, vinimos a traer a Lu
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