—¿Anoche eras tú la que cantaba?—me pregunta la nana.—Sí.Suelta una carcajada y dice:—Llevaba semanas sin oír cantar a Camille en esta casa, pero tú lo haces muy bien también y te aseguro que me encantó. La música siempre ha estado muy presente aquí, cántame algo por favor.—¿Qué quieres que te cante nana?—le pregunto con cariño.—Lo que quieras, corazón.Le canto «Fuiste tú de Ricardo Arjona».Qué fácil fue tocar el cielola primera vezCuando los besos fueron el motor de arranqueQue encendió la luz que hoy se desaparece...Así se disfraza el amor para su conveniencia,Aceptando todo sin hacer preguntasY dejando al tiempo la estocada a muerte.Nada más que decir...Solo queda insistir...DiloFuiste tú...—¡Qué bonita voz! — me dice la nana eufórica.—¡Qué voz tienes hija...!—dice Camille sorprendiendome—. No me extraña que mi hijo se enamorara de ti.—Por el amor de Dios. ¡Que se calle ya!—grita el padre de Edward.«Será exasperante el viejo».Las tres nos miramos. Yo me quedo
No respondo. Salgo furiosa de la habitación y subo los escalones de dos en dos. Voy a mi cuarto, me desnudo y me meto bajo la ducha para intentar calmar los nervios y la ansiedad que ese jodido viejo me provoca.Cuando regresa Edward veo que está de buen humor. No le comento lo que ha pasado. Hacerlo le generaría sufrimiento y eso es lo último que quiero. Esa noche en mi habitación estoy tensa. Pienso en lo ocurrido con el destripador y maldigo.¡Vaya viejo más impresentable!Recordar lo que piensa de mí y lo que quería hacer para separarme de su hijo me destroza el corazón.Miro el reloj. Son las diez de la noche, ojalá Edward se anime y venga a mi cuarto. Estoy ansiosa por verlo, lo necesito a mi lado y como no puedo esperar más, esta noche decido ser yo quien vaya a buscarlo.Vestida con un liviano camisón de seda color crema, abro la puerta, asomo la cabeza y al no ver a nadie, corro hasta su cuarto como una ladrona a punto de ser descubierta. Abro y entro rápidamente. Una vez de
Los días pasan y siento que nada de lo que hago mejora mi situación con mi suegro, es difícil estar así, me siento en tres y dos cuando estoy con Edward y él está presente. Nada de lo que hago termina por gustarle y estoy demasiado clara de que el gruñón no me pasa ni con agua. Una mañana en la que estoy tranquila y en completa paz en la soledad de la cocina, degusto con verdadero deleite un pedazo de tarta que hizo la nana, cuando de repente oigo a mi lado:—¿Otra vez comiendo dulce?El ogro me ha asustado y al ver su expresión de pocos amigos me ahogo con la tarta, sin poderlo evitar al toser se la echo encima. Su cara es un poema; la mía otra y como siempre me entra la risa floja y pienso:«Eso es por llamarme meretriz».Mi risa lo desconcierta y lo saca de sus casillas, me dedica unas crueles palabras que me llegan al alma y se va de la cocina muy fresco. Mientras se me salen las lágrimas me dispongo a limpiar el desastre que hice, de pronto llega la nana, me ayuda y le termino c
¡Oh por dios! Estoy impresionante, hasta me he quedado sin habla al mirarme en el espejo. Espero que de la misma manera en la que he quedado yo, pueda dejar a mi amor. El vestido es sexi y me siento tentadora cada vez que saco la pierna por la pronunciada abertura del vestido. Esta noche estoy dispuesta a todo, saldré de cacería y tendré en mis manos un espectacular tigre de ojos azules. El maquillaje que me realicé es muy sencillo y solo resaltan mis labios a juego con el vestido rojo, mi cabello sedoso y brillante cae en ondas encima de mis hombros, sé que a Edward le encanta que lo lleve suelto, así que decidí cortarlo solo un poco porque no me gusta llevarlo tan largo. Unos toques en la puerta me sacan de mis pensamientos y de mi asombro, así que me apresuro en abrir. Al hacerlo veo a Camille, está espectacular con ese vestido rosa pálido, su maquillaje es precioso y el ahumado en sus ojos resaltan mucho más su impresionante color azul. —Camille… ¡Estás hermosa!—Gracias, per
En cuanto la veo, la reconozco de inmediato. La noche parecia ser perfecta para nosotros, pero siempre tiene que pasar algo que lo embarre todo y en este caso es esa tipeja que se llama Alice Carpenter, la cardióloga y su ex. Cuando estuve buscando información llegué a pensar que toda ella era full photoshop, con eso de que los filtros hacen milagros, pero veo que no, lleva poco maquillaje y se ve radiante. —Edward, ¿eres tú?—dice ella con voz melosa y ya quiero arrancarle los cabellos—. Pero bueno, ¡qué guapo estás!—exclama. «Creo que me tendré que llenar de paciencia y respirar profundo».Edward, al verla la saluda y la abraza encantado, el abrazo dura más de lo normal y trato de calmarme, trato de entenderlo. Es su ex, vivieron muchas cosas juntos y por como se tratan sé que no terminaron en malas condiciones. Al separarse, Anthony, Garret y los tios de Edward la saludan.«Es que la tipeja supo ganarselos a todos, se los metió en un bolsillo y ahora soy yo la ignorada».Luego veo
Camino hacia un lugar apartado de la fiesta con la copa de vino en la mano, me he quedado corta, debí tomar una botella y tragarmela entera para ver si así logro calmarme. Me siento como un volcán a punto de hacer erupción.Cuando doy unos pasos, Edward se da cuenta de que voy en otra dirección y me alcanza, trata de tomarme por el brazo, pero no me dejo, en estos momentos no quiero que me toque o que me hable, no quiero nada de él. No es su culpa, pero saber todo lo que dijo Alice me tiene celosa, de mal humor y a esto le sumo todos los malos ratos que me ha hecho pasar su padre y no me calmo. Cada que recuerdo algo mi molestia va en aumento, he tratado de no escucharla, pero no ha funcionado, he tratado de ser paciente, pero con Alice siendo tan maldita no puedo. —¿Qué ocurre, cariño?Viéndolo fijo a las ojos le digo:—¡Quiero irme de aquí ya!, y cuando digo ya, es yaaaa.Edward me observa, me escudriña a detalle, sabe que algo no anda bien.—Está bien, cariño. Pero primero dime,
—Tranquila, deja de llorar o se te correrá el maquillaje—dice, me río y como puedo me limpio las lágrimas. —Nunca dejes de sonreir Letty, promételo.—Lo prometo. —Ahora bailemos, te he traído para que te desfogues. Bailo con Anthony una hora en tacones y ya siento los pies pasarme factura, vamos nuevamente a la barra y pido dos cubalibre, tomamos y pido dos más. —Ya está bueno Letty, nos vamos—me dice.—No seas aguafiesta Anthony, bailemos y tomemos hasta que no podamos más. Anthony está un poco serio, creo que no le ha hecho gracia lo que le he dicho, no se mueve, no se inmuta. Pero no me importa, necesito pasarla bien. —Letty, necesito llevarte en una pieza y estoy más sobrio que tú, así que deberíamos irnos ahora. No le presto atención a lo que está diciendo y continuo tomando, entonces me voy a la pista de baile sola y tras bailar veinte minutos todo lo veo en 3D. Bailo con todo aquel que me lo pide, muevo las caderas y mi cuerpo al ritmo de la música, me lo estoy pasando d
Cuando escucho el sonido estridente de un motor, desesperada observo por la ventana, es Edward y se ha ido en su auto a quien sabe donde. Ahora me siento sola, me tiro en la cama desanimada y lloro a mares durante horas. El sol salió y está radiante el día, aunque para mi esté gris. No he dormido nada y el dolor de cabeza me está matando. Me levanto, me adentro en el baño, me cepillo los dientes y me ducho. Por mi mente pasan muchas cosas y lloro, la situación me ha ganado, me he dejado llevar por la rabia y he dejado todo. Odio todo esto por lo que he tenido que pasar.Cierro la regadera y estiro la mano todo lo que puedo para alcanzar la toalla, el piso está resbaloso, cuando ya la tengo me voy de lado y el piso me recibe, me duele y el dolor me deja privada. Cuando puedo ponerme de pie, me seco con cuidado y observo el tremendo moretón que se me ha hecho a la altura de las costillas. Salgo del baño adolorida y siento mi estómago moverse como si estuviera batiendose algo allí den