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Me despierto con Isis casi encima de mí, y veo que todavía quedan dos horas para entrar a clase, por lo que la despierto poco a poco, y me causa ternura ver cómo se frota los ojos y me sonríe calurosamente mientras se despereza.

—Buenos días –susurro con voz ronca.

—Hola.

Me paso una mano por la cara, y por mucho que haga no consigo despertarme, así que acuno la cara de Isis con mis manos y pego nuestros labios unos segundos sintiendo nuestros labios moverse juntos.

—Ahora sí son buenos.

Se quita la sábana de encima, y una sonrisa socarrona se instala en mi cara al ver cómo la camiseta se la ha subido y ahora se la ven las bragas negras de

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