—Muy bien chicos, venid a firmar unos papeles
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Nada más estar fuera de la capilla, con el certificado de que estamos casados y las fotos, abrazo a Isis, y hundo mi cabeza en su cuello.
—Joder te quiero, nena, te quiero, te quiero, te quiero. No te vas a arrepentir de esto, lo prometo.
Abraza mi cintura, ríe sin parar.
—Te quiero mucho. Quiero que ya llegue mañana para que los demás lo sepan.
Asiento pegado a ella, y bajo mi mano por su cuerpo hasta entrelazar nuestros dedos.
Caminamos en silencio hasta el motel, y al pasar por delante de un bar logro ver la hora. ¡Las dos de la m
Cuando llegamos a comisaría son las siete menos cinco, y nada más poner un pie dentro. Mi madre se va con Eric a no sé dónde, con Olivia en brazos. Isis y yo nos encogemos de hombros, y andamos entre la gente y algunas mesas hasta estar en una esquina los dos solos.La mayoría de las mesas con ordenadores han sido quitadas y suplantadas por mesas redondas con comida encima y sillas para las personas. Hay música por toda la comisaría, y gracias al cartel que hay fuera, sabes que esta comisaría está indispuesta hoy, y que se vayan a la que hay al otro lado de la playa.—Mira a tu madre.Señalo a Bella, que está sentada en una mesa, rígida cómo solo ella sabe, y hablando con Marc, aunque más bien parecen discutir.
Salgo de la gasolinera con los pies casi volando, y me acerco al coche para acomodar las latas de cerveza en el suelo del asiento del copiloto, y empezara conducir hacia el apartamento, donde mi mujer y mi mejor amigo me esperan.- - -Nada más abrir la puerta, puedo ver cómo Isis y Elías ríen viendo una película, tirados en el sofá. Dejo las cervezas sobre la mesa, y mi amigo se lanza a ellas cómo si fueran su presa. Me siento junto a Isis y me cojo una cerveza viendo cómo ellos también lo hacen.—Nada de pasarse bebiendo –avisa Isis, que nos apunta con un dedo acusadoramente.—No lo haremos, somos chicos responsables –aseguramos.- - -
La hora pasa rápido, y cuando quiero darme cuenta ya estoy caminando hacia la cafetería con Elías a mi lado. Isis y Matt se han quedado a buscar a Pamela, y me han pedido que no los busque si no los veo, que quieren hablar de lo que pasa. A regañadientes he aceptado, y ahora me encuentro entrando en la cafetería casi vacía, con mi amigo a mi lado, y casi corriendo hacia la mesa más alejada de todas.Los primeros, después de nosotros, que entran en la cafetería son los otros cinco chicos del proyecto en el que todavía seguimos hasta que se acabe el curso. Se acercan a nosotros, y me fijo en que hay una pequeña chica pelirroja de gafas con ellos, más bien con uno rubio.—Hola –saludan, pero uno de pelo negro es el que lleva la voz principal cuando dice –: Marcos
Aparco delante de la comisaría, y un federal me está esperando junto al poste que anoche trepé con Elías.—Buenos días, Azael.—Buenos días.Me guía por comisaría hasta una sala de la segunda planta, dónde quince federales más están esperando con equipo sobre una larga mesa de madera.—Ya todos están preparados, así que te vamos a colocar un chaleco antibalas –me explica un agente –. Te pondrás la sudadera por encima de este.Me quito la sudadera, y con agilidad y prisa me coloco el chaleco y encima de nuevo la sudadera.— ¿Sabes usar una pis
—Gracias –sonríe cálidamente –, soy Isis.—Toda una Diosa –admito al reconociendo su nombre –, mira qué casualidad.Agacha la cabeza sonrojada y me admiro por eso.- - -— ¿Cómo te llamas? –pregunta. Ya estaba tardando.Fijo mis labios en una fina línea.—Azael.Sonríe enormemente y asiente.—Como el demonio –asegura soltando una risilla.- - -
Me pesa la cabeza, y me cuesta mucho abrir los ojos, pero lo consigo. No escucho nada, solo un ‹‹bip›› que producen las máquinas a las que estoy conectado. Todo es blanco, y me cuesta un poco enfocar las cosas y adaptarme a la luz. Me apaño a ver maquinaria del hospital, y las sábanas blancas del hospital. Me muevo costosamente, y un gran dolor se instala en mi hombro, que por lo que veo está vendado, no llevo camiseta, pero sí vaqueros. Tengo el torso vendado, y siento pequeñas tiritas en mi cara. No veo a nadie, estoy solo. Suspiro llenando mis pulmones de aire, y paso mi vista por toda la sala hasta dar con la ventana, está nevando. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?La puerta de la habitación se abre, y Elías abre los ojos al verme.— ¡Hermano
El camino a casa es silencioso, y cuando aparca el Jeep delante del edificio, sale del coche sin decirme nada, solo quita la llave del contacto y empieza a caminar hacia dentro como alma que lleva el diablo. La sigo corriendo, y llego a tiempo antes de que las puertas del ascensor se cierren. Me extraña su comportamiento, estábamos bien hace apenas dos horas.—Isis, ¿sabes que puedes contármelo todo? Sé qué te pasa algo –acabo diciendo, apoyándome en la pared y tirando de ella hasta encerrarla en un abrazo –. Dime qué te pasa. Sé que he estado ausente dos meses, pero te sigo amando, y me estoy preocupando jodidamente mucho. Estar muy rara, desde ayer estás rara, y me callo, pero joder... necesito que me lo digas, me siento como la mierda sabiendo que mi mujer está mal y no puedo hacer nada.
SIETE MESESDejo el café casi vacío sobre la pequeña mesa que hay al lado de la cama en la que está tumbada Isis. La miro, y sonrío al ver cómo golpea el mando de la televisión contra un lado de la cama al ver que se ha vuelto a quedar pillada la televisión del hospital. Llevamos aquí ya dos días en los que nuestra hija está revoltosa y no para de moverse en el vientre demasiado abultado de mi mujer. Nos han dado un plazo de dos días más para que nazca, y eso nos tiene muy nerviosos. Ya sabemos que tendremos una pequeña bebé a la que llamaremos Tamara.— ¡Enfermera! –grita, pulsando el botón que hay sobre la cama, para las emergencias. Poco después llega una enfermera joven, debe de estar en prácticas, y p