La hora pasa rápido, y cuando quiero darme cuenta ya estoy caminando hacia la cafetería con Elías a mi lado. Isis y Matt se han quedado a buscar a Pamela, y me han pedido que no los busque si no los veo, que quieren hablar de lo que pasa. A regañadientes he aceptado, y ahora me encuentro entrando en la cafetería casi vacía, con mi amigo a mi lado, y casi corriendo hacia la mesa más alejada de todas.
Los primeros, después de nosotros, que entran en la cafetería son los otros cinco chicos del proyecto en el que todavía seguimos hasta que se acabe el curso. Se acercan a nosotros, y me fijo en que hay una pequeña chica pelirroja de gafas con ellos, más bien con uno rubio.
—Hola –saludan, pero uno de pelo negro es el que lleva la voz principal cuando dice –: Marcos
Aparco delante de la comisaría, y un federal me está esperando junto al poste que anoche trepé con Elías.—Buenos días, Azael.—Buenos días.Me guía por comisaría hasta una sala de la segunda planta, dónde quince federales más están esperando con equipo sobre una larga mesa de madera.—Ya todos están preparados, así que te vamos a colocar un chaleco antibalas –me explica un agente –. Te pondrás la sudadera por encima de este.Me quito la sudadera, y con agilidad y prisa me coloco el chaleco y encima de nuevo la sudadera.— ¿Sabes usar una pis
—Gracias –sonríe cálidamente –, soy Isis.—Toda una Diosa –admito al reconociendo su nombre –, mira qué casualidad.Agacha la cabeza sonrojada y me admiro por eso.- - -— ¿Cómo te llamas? –pregunta. Ya estaba tardando.Fijo mis labios en una fina línea.—Azael.Sonríe enormemente y asiente.—Como el demonio –asegura soltando una risilla.- - -
Me pesa la cabeza, y me cuesta mucho abrir los ojos, pero lo consigo. No escucho nada, solo un ‹‹bip›› que producen las máquinas a las que estoy conectado. Todo es blanco, y me cuesta un poco enfocar las cosas y adaptarme a la luz. Me apaño a ver maquinaria del hospital, y las sábanas blancas del hospital. Me muevo costosamente, y un gran dolor se instala en mi hombro, que por lo que veo está vendado, no llevo camiseta, pero sí vaqueros. Tengo el torso vendado, y siento pequeñas tiritas en mi cara. No veo a nadie, estoy solo. Suspiro llenando mis pulmones de aire, y paso mi vista por toda la sala hasta dar con la ventana, está nevando. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?La puerta de la habitación se abre, y Elías abre los ojos al verme.— ¡Hermano
El camino a casa es silencioso, y cuando aparca el Jeep delante del edificio, sale del coche sin decirme nada, solo quita la llave del contacto y empieza a caminar hacia dentro como alma que lleva el diablo. La sigo corriendo, y llego a tiempo antes de que las puertas del ascensor se cierren. Me extraña su comportamiento, estábamos bien hace apenas dos horas.—Isis, ¿sabes que puedes contármelo todo? Sé qué te pasa algo –acabo diciendo, apoyándome en la pared y tirando de ella hasta encerrarla en un abrazo –. Dime qué te pasa. Sé que he estado ausente dos meses, pero te sigo amando, y me estoy preocupando jodidamente mucho. Estar muy rara, desde ayer estás rara, y me callo, pero joder... necesito que me lo digas, me siento como la mierda sabiendo que mi mujer está mal y no puedo hacer nada.
SIETE MESESDejo el café casi vacío sobre la pequeña mesa que hay al lado de la cama en la que está tumbada Isis. La miro, y sonrío al ver cómo golpea el mando de la televisión contra un lado de la cama al ver que se ha vuelto a quedar pillada la televisión del hospital. Llevamos aquí ya dos días en los que nuestra hija está revoltosa y no para de moverse en el vientre demasiado abultado de mi mujer. Nos han dado un plazo de dos días más para que nazca, y eso nos tiene muy nerviosos. Ya sabemos que tendremos una pequeña bebé a la que llamaremos Tamara.— ¡Enfermera! –grita, pulsando el botón que hay sobre la cama, para las emergencias. Poco después llega una enfermera joven, debe de estar en prácticas, y p
NUEVE AÑOSIsis.Estamos listas para el video chat que vamos a hacer con Azael, mi marido y el padre de nuestra preciosa princesa Tamara, que está más que ansiosa por hablar y ver a su padre. A sus nueve años es preciosa, con mis ojos azules y el pelo castaño como Azael.Hoy podremos comunicarnos con mi marido tras dos meses en los que lleva infiltrado junto con algunos de sus compañeros y su mejor amigo, en una misión del FBI. Me encanta verle entusiasmado por las mañanas para ir a trabajar, porque es algo que realmente le gusta, y más cuando Elías también trabaja allí y se pasan el día juntos.—Mamá, ¿Cuándo vuelve papá? –curiosea mi peque
—No podemos seguir así, chicos, tenéis que poner de vuestra parte –nos exige el oficial.—¿Y si no queremos? –espeto, y me cruzo de brazos sobre la mesa de metal.A mi lado los otros seis chicos largan una carcajada, haciendo que el oficial golpee con fuerza la mesa de la sala de los castigados.—Mirad, niñatos –calma su respiración y suelta un bufido parecido a un toro –, estáis en un jodido reformatorio, y si no queréis ir directos a la cárcel cuando salgáis dentro de un año, os tenéis que reformar ¡¿Queda claro?!—Por desgracia, sí –mascullo.—Azael, no me jodas y cállate.Elevo las man
—¡Levantaos! –Exclaman, pero esta vez, ya no golpean la puerta, saben que estamos despiertos desde hace una hora para salir de aquí e ir al instituto para empezar el proyecto – ¡Vamos salir ya!— ¡Ya vamos joder! –Grito, y me ajusto la mochila negra al hombro con todos los libros y cuadernos dentro – ¿Listo?—Bastante –sonríe, sabiendo que hoy follará seguro.Asiento y abro la puerta de golpe, asustando así al policía que nos llevará al instituto en el coche patrulla. Sonrío cínicamente y se limita a andar hacia la salida escoltándonos como si no supiéramos dónde está. Todos siguen dormidos, para su suerte aquí las clases empiezan a las nueve y no tienen que moverse mucho, pero nosotros