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Acaricio sus muslos con una mano, y me inclino hasta que mi nariz toca su cuello, haciéndola estremecer.

— ¿Y si salimos unas horas de este sitio? –la propongo, y junto nuestras caderas sobre la ropa –. Pasaremos la noche en algún sitio no muy llamativo y saldremos de esta mierda unas horas.

—Me encantan tus ideas –jadea, desenredando las piernas de mi cuerpo y peinándose con los dedos.

—Ve a vestirte, buscaré algo en el móvil –la guiño un ojo, y me quito de encima de ella.

—Vale –susurra, entrando corriendo a la habitación.

La escucho abrir el armario y moverse por todo el suelo.

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