Y aquí estoy yo, a las ocho de la noche y vestido como un gilipollas listo para llamar a la puerta de mi novia.
Carlota no me ha dejado ver que ha preparado, me ha echado de mi casa cuando todavía quedaba hora y media que recogiera a Isis, y me ha dado tiempo a recoger mi espectacular Audi negro del taller. Puede que el hombre se haya sorprendido cuando he llegado y he apretado el botón de las llave para descubrir cuál de esos coches era el mío, y más cuando le he sacado el dedo mientras salía de allí con la ventanilla bajada.
Llevo mi mano al timbre de la casa, lo aprieto rápidamente, y me coloco de brazos cruzados con una expresión neutra en la cara, y espero a que Isis me abra para poder ver cómo se ha vestido, y es que a pesar de no poder hacer nada sexual, no necesito follar con e
Me despierto con Isis casi encima de mí, y veo que todavía quedan dos horas para entrar a clase, por lo que la despierto poco a poco, y me causa ternura ver cómo se frota los ojos y me sonríe calurosamente mientras se despereza.—Buenos días –susurro con voz ronca.—Hola.Me paso una mano por la cara, y por mucho que haga no consigo despertarme, así que acuno la cara de Isis con mis manos y pego nuestros labios unos segundos sintiendo nuestros labios moverse juntos.—Ahora sí son buenos.Se quita la sábana de encima, y una sonrisa socarrona se instala en mi cara al ver cómo la camiseta se la ha subido y ahora se la ven las bragas negras de
El camino hasta la casa cutre de Carlos se me hace demasiado corto, y casi que no me da tiempo a pensar que cojones va a hacer, entonces un crío de no más de quince años abre la puerta de madera rota y astillosa, y se hace a un lado dejándome pasar. Agradezco que la casa esté a unas calles de la de mi madre, de otra manera me pillarían volviendo a estar metido en esta mierda. Las paredes desconchadas blancas y el techo con grietas solo me dicen que esta casa ha pasado por muchos puñetazos y algún que otro balazo. Camino entre la mierda del suelo, llegando al amplio salón, dónde lo más cuidado que hay es la televisión de setenta pulgadas y los sillones de cuero junto con estanterías llenas de libros que seguramente escondan cocaína entre las páginas.La cabeza calva de Carlos asoma por el respaldo del so
A la mañana siguiente, me despierto con dolor de espalda y de cuello, y me tengo que frotar los ojos para ver a Matt durmiendo en el suelo junto con Pamela y Daniel. Ayer por la noche Elías y Carlota tuvieron que ir a por las cosas de Elías al reformatorio, y se despidieron de nosotros, avisándome Elías de que hoy no iría al instituto y se quedaría aquí conmigo. Bella montó escándalo, echándome la culpa de lo que le ha pasado a su hija, que lo es, porque es mi culpa, pero no lo admitiré delante de ella ni de nadie.Me froto la cara con ambas manos, y suspiro frustrado, mirando fijamente la pared blanca y azul que tengo delante.—Perdone –una enfermera me toca el hombro, y reconozco que es la que ayer me echo de la habitación –. La paciente ya ha desperta
Mi madre y Marc charlan durante el viaje, y me entero de que se conocieron hace dos semanas, cuando transfirieron a Eric de comisaría y se hicieron amigos, pero ninguno sabía quiénes eran en realidad fuera de la comisaría.Olivia duerme en la silla que hemos tenido que acoplar en el asiento, y me he peleado con el carro unos minutos bajo la lluvia hasta que he conseguido cerrarlo y meterlo en el maletero del coche patrulla. Marc aparca cerca de mi coche, justo en la plaza de al lado, y me excuso con ellos dejándolos en el coche para salir pitando hacia la habitación de Isis. Pillo el ascensor abierto, e ignoro a las tres enfermeras que hay dentro cuchicheando, solo aprieto el botón de la segunda planta, y me paso la mano por el pelo mojado, quitando el exceso de agua de este.— ¿A qué planta v
Unos secos golpes en la puerta me alarman, y corro hacia ella, abriéndola y dando con un asiático con una bolsa de comida. Le extiendo un billete, y arrebato la comida de sus manos cerrándole la puerta en la cara.—Puto chino de los cojones –espeto, y dejo la comida sobre la mesa que se acopla en la cama, dejándosela a Isis delante.— ¿Quieres? –me pregunta, y señala la bandeja de plástico dónde hay un montón de cosas raras hechas con pescado crudo.—No, gracias, prefiero comer cosas que estén hechas –me lanzo al sofá y saco el teléfono de mi abrigo para dejarlo sobre la mesa.—Está delicioso. Anda, pruébalo –insiste.
— ¿Isis? –pregunto, bajándome la cremallera del abrigo.Nada, no hay respuesta, y tampoco escucho nada. Me alarmo un poco, y rápidamente miro la pantalla de mi teléfono verificando que no tengo mensajes ni llamadas de nadie.Marco el número de teléfono que Elías me dio, pero tampoco. Registro la casa entera, y no hay nadie, solo está el carrito de Olivia en la habitación de invitados junto con su mochila abierta. Cojo las llaves del coche, y salgo del edificio corriendo, arrancando el coche a toda prisa y conduciendo hacia casa de Isis, dónde puede que estén.Llamo repetidas veces al timbre de la casa, y los tacones de Bella contra la madera del suelo resuenan desde dentro de la casa, y me abre bruscamente la puerta.
No sé qué hora será, pero con ella he perdido la noción del tiempo.Estoy sentado en el sofá mientras Isis está tumbada con los pies en mi regazo. Ha puesto una película de policías, pero no presto atención a la pantalla, tengo demasiadas cosas en qué pensar, empezando por los mensajes de Carlos amenazándome con Isis.MÁS TE VALE QUE TODO SEA VÁLIDO, NO QUIERO VERTE CON LA POLICÍA. AVISADO ESTÁS.Dejo el teléfono a un lado del sofá, y cojo aire unas cuantas veces. Miro a Isis, que cierra los ojos cada segundo, y bosteza. Lleva una de mis camisetas, y debajo unas bragas y sin sujetador, lo que hace que cada vez que mueva las piernas la vea el culo.&mdash
Acaricio sus muslos con una mano, y me inclino hasta que mi nariz toca su cuello, haciéndola estremecer.— ¿Y si salimos unas horas de este sitio? –la propongo, y junto nuestras caderas sobre la ropa –. Pasaremos la noche en algún sitio no muy llamativo y saldremos de esta mierda unas horas.—Me encantan tus ideas –jadea, desenredando las piernas de mi cuerpo y peinándose con los dedos.—Ve a vestirte, buscaré algo en el móvil –la guiño un ojo, y me quito de encima de ella.—Vale –susurra, entrando corriendo a la habitación.La escucho abrir el armario y moverse por todo el suelo.Último capítulo