Unos secos golpes en la puerta me alarman, y corro hacia ella, abriéndola y dando con un asiático con una bolsa de comida. Le extiendo un billete, y arrebato la comida de sus manos cerrándole la puerta en la cara.
—Puto chino de los cojones –espeto, y dejo la comida sobre la mesa que se acopla en la cama, dejándosela a Isis delante.
— ¿Quieres? –me pregunta, y señala la bandeja de plástico dónde hay un montón de cosas raras hechas con pescado crudo.
—No, gracias, prefiero comer cosas que estén hechas –me lanzo al sofá y saco el teléfono de mi abrigo para dejarlo sobre la mesa.
—Está delicioso. Anda, pruébalo –insiste.
— ¿Isis? –pregunto, bajándome la cremallera del abrigo.Nada, no hay respuesta, y tampoco escucho nada. Me alarmo un poco, y rápidamente miro la pantalla de mi teléfono verificando que no tengo mensajes ni llamadas de nadie.Marco el número de teléfono que Elías me dio, pero tampoco. Registro la casa entera, y no hay nadie, solo está el carrito de Olivia en la habitación de invitados junto con su mochila abierta. Cojo las llaves del coche, y salgo del edificio corriendo, arrancando el coche a toda prisa y conduciendo hacia casa de Isis, dónde puede que estén.Llamo repetidas veces al timbre de la casa, y los tacones de Bella contra la madera del suelo resuenan desde dentro de la casa, y me abre bruscamente la puerta.
No sé qué hora será, pero con ella he perdido la noción del tiempo.Estoy sentado en el sofá mientras Isis está tumbada con los pies en mi regazo. Ha puesto una película de policías, pero no presto atención a la pantalla, tengo demasiadas cosas en qué pensar, empezando por los mensajes de Carlos amenazándome con Isis.MÁS TE VALE QUE TODO SEA VÁLIDO, NO QUIERO VERTE CON LA POLICÍA. AVISADO ESTÁS.Dejo el teléfono a un lado del sofá, y cojo aire unas cuantas veces. Miro a Isis, que cierra los ojos cada segundo, y bosteza. Lleva una de mis camisetas, y debajo unas bragas y sin sujetador, lo que hace que cada vez que mueva las piernas la vea el culo.&mdash
Acaricio sus muslos con una mano, y me inclino hasta que mi nariz toca su cuello, haciéndola estremecer.— ¿Y si salimos unas horas de este sitio? –la propongo, y junto nuestras caderas sobre la ropa –. Pasaremos la noche en algún sitio no muy llamativo y saldremos de esta mierda unas horas.—Me encantan tus ideas –jadea, desenredando las piernas de mi cuerpo y peinándose con los dedos.—Ve a vestirte, buscaré algo en el móvil –la guiño un ojo, y me quito de encima de ella.—Vale –susurra, entrando corriendo a la habitación.La escucho abrir el armario y moverse por todo el suelo. —Muy bien chicos, venid a firmar unos papeles- - -Nada más estar fuera de la capilla, con el certificado de que estamos casados y las fotos, abrazo a Isis, y hundo mi cabeza en su cuello.—Joder te quiero, nena, te quiero, te quiero, te quiero. No te vas a arrepentir de esto, lo prometo.Abraza mi cintura, ríe sin parar.—Te quiero mucho. Quiero que ya llegue mañana para que los demás lo sepan.Asiento pegado a ella, y bajo mi mano por su cuerpo hasta entrelazar nuestros dedos.Caminamos en silencio hasta el motel, y al pasar por delante de un bar logro ver la hora. ¡Las dos de la m26
Cuando llegamos a comisaría son las siete menos cinco, y nada más poner un pie dentro. Mi madre se va con Eric a no sé dónde, con Olivia en brazos. Isis y yo nos encogemos de hombros, y andamos entre la gente y algunas mesas hasta estar en una esquina los dos solos.La mayoría de las mesas con ordenadores han sido quitadas y suplantadas por mesas redondas con comida encima y sillas para las personas. Hay música por toda la comisaría, y gracias al cartel que hay fuera, sabes que esta comisaría está indispuesta hoy, y que se vayan a la que hay al otro lado de la playa.—Mira a tu madre.Señalo a Bella, que está sentada en una mesa, rígida cómo solo ella sabe, y hablando con Marc, aunque más bien parecen discutir.
Salgo de la gasolinera con los pies casi volando, y me acerco al coche para acomodar las latas de cerveza en el suelo del asiento del copiloto, y empezara conducir hacia el apartamento, donde mi mujer y mi mejor amigo me esperan.- - -Nada más abrir la puerta, puedo ver cómo Isis y Elías ríen viendo una película, tirados en el sofá. Dejo las cervezas sobre la mesa, y mi amigo se lanza a ellas cómo si fueran su presa. Me siento junto a Isis y me cojo una cerveza viendo cómo ellos también lo hacen.—Nada de pasarse bebiendo –avisa Isis, que nos apunta con un dedo acusadoramente.—No lo haremos, somos chicos responsables –aseguramos.- - -
La hora pasa rápido, y cuando quiero darme cuenta ya estoy caminando hacia la cafetería con Elías a mi lado. Isis y Matt se han quedado a buscar a Pamela, y me han pedido que no los busque si no los veo, que quieren hablar de lo que pasa. A regañadientes he aceptado, y ahora me encuentro entrando en la cafetería casi vacía, con mi amigo a mi lado, y casi corriendo hacia la mesa más alejada de todas.Los primeros, después de nosotros, que entran en la cafetería son los otros cinco chicos del proyecto en el que todavía seguimos hasta que se acabe el curso. Se acercan a nosotros, y me fijo en que hay una pequeña chica pelirroja de gafas con ellos, más bien con uno rubio.—Hola –saludan, pero uno de pelo negro es el que lleva la voz principal cuando dice –: Marcos
Aparco delante de la comisaría, y un federal me está esperando junto al poste que anoche trepé con Elías.—Buenos días, Azael.—Buenos días.Me guía por comisaría hasta una sala de la segunda planta, dónde quince federales más están esperando con equipo sobre una larga mesa de madera.—Ya todos están preparados, así que te vamos a colocar un chaleco antibalas –me explica un agente –. Te pondrás la sudadera por encima de este.Me quito la sudadera, y con agilidad y prisa me coloco el chaleco y encima de nuevo la sudadera.— ¿Sabes usar una pis