Seis meses después la casa está decorada con globos y rótulos de feliz cumpleaños para Benjamin
—Mamá, de verdad que no creo que a Benjamin le guste esto.
—Hijita, sé que ya es un adulto, pero verás que le encanta. Por cierto, ese tal Christian no ha vuelto a molestarte
—Benjamin lejos de estar tranquilo sigue metiendo guardaespaldas, ya no hay paz, está muy tenso.
—Han sido tiempos difíciles para todos. Por dicha ya te tenemos en nuestras vidas, las cosas mejoraran con el tiempo, ya lo veras. Te has instalado bien aquí.
—Sí, pero estamos buscando casa. Sentimos que es muy pequeño y a futuro tendremos familia.
—Hija, tu padre y yo estamos pensando en cederles la casa a ustedes y venirnos para acá nosotros. Estamos cansados y no es como si este fuera un apartamento diminuto, para dos está bien.
—Me encanta la idea, tu casa es bellísima
—Ahora es de ambos. Y dime que has traído para rega
Eli Foster se miraba en el espejo de su habitación. Desde niña pensó que el día de su boda seria quizás, un día especial. Anheló estar en el altar al lado de su amigo de infancia, del amor de su vida. Sin embargo, las cosas no resultaron así, aquel evento no era algo que se llevaba a cabo por amor, pero era lo mejor si se tomaba en cuenta la vida que llevaba junto a su madre. Una lágrima se le escapó mientras acariciaba los pliegues del vestido de novia. Nadie podía convencerla de no casarse, con esa boda su madre la dejaría en paz. Mirando a su alrededor sonrió un poco, su habitación era bastante sencilla, una cama, un tocador y su escritorio. Nada extravagante, de hecho, aquella habitación era igual que ella, sencilla. Aunque para su madre la palabra sencilla no describía a la habitación…mucho menos a Eli, para ella su hija era una simplona. Eli siempre supo que su madre sentía vergüenza de ella, aunque jamás comprendió por qué. Cuando cumplió
Tras leer la carta Benjamin sonríe como tonto y se va. Prometiéndose a sí mismo arreglar todo con prontitud. —o— 18 meses han pasado, Benjamin sigue aún fuera del país tratando de arreglar todo, pero una cosa acaba llevándole a otra y el momento de regresar aún está lejos. La casa de los Foster está decorada para navidad y algunos globos puestos por Ethan muestran que también celebran el cumpleaños de Eli. En la mesa hay un queque con el número 26, están sus padres, su abuelo y el socio desu padre, Guillermo Roldán quien ronda los 60 años. —Felicidades Eli, sé que han sido meses muy difíciles pero la vida continua. —Don Guillermo, han pasado más de seis años desde la última vez que lo vimos. —Bueno jovencita, había decidido irme un tiempo, asuntos del corazón y aunque me veas viejo mi corazón ama como quinceañero. —Don Guillermo, usted no cambia. ¿Por qué decidió regresar? si no le incomoda la pregunta. —Para nada
—¡Me amas! Podemos empezar de nuevo. —Lo siento amor, pero no puedo perdonarte. Ethan aprieta el gatillo, el cuerpo de Ricarda cae sin vida. Luego Ethan levanta el arma y se dispara. Uno de los clientes empezó a grabar todo cuando el primer disparo llegó, su compañera le reprocha aquello, le parece que no debía hacerlo. —¿Qué demonios haces, Julio? —¿Sabes cuánto dinero van a pagar los noticieros por tener la exclusiva de lo que sucedió? —Pero la familia de esta gente, ¿qué? Por Dios estoes retorcido y amarillista. —¿Pero desde cuándo tan moralista? La gente que estaba dentro del restaurante sale a ver en que acabó todo, los meseros les impiden acercarse. Poco después llegan los del CIJ (Centro de investigación Judicial) sus médicos forenses empiezan a analizar la zona. Toman declaraciones a los presentes, se llevan las grabaciones de las cámaras de seguridad y tras proceder al levantamiento d
Eli empieza a levantarse, estar en el suelo la hace sentir en desventaja. Ignacio le quiere ayudar, pero ella retrocede con temor, pero se recompone rápido. —De verdad lo lamento, nunca le he puesto la mano a una mujer para golpearla. —Debo estar mal de la cabeza para que tan siquiera conversemos. Si envía algunos hombres a trabajar, podrían ayudarme a correr la cerca más hacia la casa para liberar el río. —¿Por qué harías algo así? Vine hace un rato pensando en rogarte por el agua, incluso estaba dispuesto a pagarte una renta por ello, mi desesperación tomó el control y dije cosas demasiado hirientes y aun así me dices eso. —Deje de mirarme así, no soy enemiga suya. No estoy tramando nada. Le hubiera dicho lo mismo hace rato. —No imaginas cuanto necesito el agua, las personas hasta ahora solamente me han sacado dinero. —Yo no soy las demás personas. Comprendo queestá ansioso y que incluso desconfíe, pero no
Aquello era difícil pero bien sabía que al mal paso debía darle prisa... Tomando aire y respirando pausadamente inicio su relato. A medida que iba diciéndoselo a Ignacio, él la miraba con pena y lastima, algo que odiaba, pero le debía aquello. —Mamá me inyectaba para controlarme. Cada vez que ella me golpeaba yo gritaba histérica. Un día simplemente perdí los nervios y le grité mientras cenábamos, mi papa estaba ahí. Después de aquello ella empezó a decir que yo sufría de neurosis, era muy joven, no llegaba a las 14. Y como los gritos venían sin que ella me gritara, solo con verla, empecé a creerle. Y como mis gritos y rabietas eran mayores, los golpes y maltratos aumentaron también. Ignacio frena el auto de forma brusca, se mete al arcén y se quita el cinturón, se voltea hacia Eli quien no parece haberse dado cuenta del frenazo ya que está como ida en sus recuerdos, Ignacio le pasa las manos frente al rostro y la sacude un poco. —¿Y tu
algunos días después En las siguientes semanas los peones llegaban a diario para, sin demora, acabar con el trabajo de mover la cerca. Durante aquellos días, nada perturbó la paz de Eli. Ignacio por su parte se mantuvo lejos, su obsesión con aquella mujer estaba haciéndolo inestable y voluble. Casi seis semanas después los animales llegaron a beber al rio. Algunos negocios alejaron unos días a Ignacio y al regresar pasó a buscarla para invitarla al rancho. Llamó a la puerta, pero ella no le respondió, vio su auto así que rodeó la casa y llamó a la puerta que llevaba a la cocina, segundos después ella le abre la puerta sin siquiera mirarlo y vuelve a sentarse frente a su computadora, ahí en la mesa de la cocina. Al acercarse le ve el rostro, es obvio que estuvo llorando y aunque le gustaría eliminar al responsable de aquel estado, necesitaba que ella confiara en él. Ya se encargaría luego de quitar de en medio al supuesto
algunos días después En las siguientes semanas los peones llegaban a diario para, sin demora, acabar con el trabajo de mover la cerca. Durante aquellos días, nada perturbó la paz de Eli. Ignacio por su parte se mantuvo lejos, su obsesión con aquella mujer estaba haciéndolo inestable y voluble. Casi seis semanas después los animales llegaron a beber al rio. Algunos negocios alejaron unos días a Ignacio y al regresar pasó a buscarla para invitarla al rancho. Llamó a la puerta, pero ella no le respondió, vio su auto así que rodeó la casa y llamó a la puerta que llevaba a la cocina, segundos después ella le abre la puerta sin siquiera mirarlo y vuelve a sentarse frente a su computadora, ahí en la mesa de la cocina. Al acercarse le ve el rostro, es obvio que estuvo llorando y aunque le gustaría eliminar al responsable de aquel estado, necesitaba que ella confiara en él. Ya se encargaría luego de quitar de en medio al supuesto
Ignacio le sujeta el brazo y observa marcas moradas con la forma de los dedos de doña María. Suavemente besa cada marca, se pone de pie y abandona el lugar furioso yendo tras doña María. Eli empuja la silla y sale de la sala. Llega a la puerta, se pone de pie y sale hacia su casa. Durante el camino se detiene algunas veces, se siente débil pero el querer refugiarse en la seguridad de su hogar le da las fuerzas para seguir. Mientras tanto en el rancho Caballero, una asustada mujer está contra la pared mientras Ignacio arremete contra ella verbalmente. —Le puso la mano encima. Vuélvalo a hacer y va a desear no haber nacido. —Soy tu... —Empleada, no lo olvide. Para mi deshacerme de usted no es difícil. Ignacio llega a la sala y no la ve, avanza a la puerta y ve la silla. —Maldición... Va tras ella a pisa y la encuentra de camino, sentada en el suelo, está muy pálida y respira de forma agitada. —¡Eli! Ella se pone de pie ta